La derecha en el exilio, en su encarnizada lucha por recuperar sus privilegios perdidos, finalmente me hicieron caso y cambiaron su imagen de psicópatas violentos, deseosos de quemar morenistas vivos en el Zócalo, por la de tiernos promotores de la participación ciudadana. ¡Vientos huracanados! Calmaditos se ven más bonitos. Mínimo dejaron de ponerse nombres desagradables y negativos: Frenaaa, Tumor, Boa, etc. Solo hay un detalle: nadie les cree.

Ahora mutaron de nombre e imagen, con un positivo “Sí por México”, usando el mismo viejo truco del Instituto Federal Electoral (cómplice de innumerables fraudes electorales) que se transformó en el Instituto Nacional Electoral (¡qué bárbaros! ¡Se quebraron la cabeza para encontrar su nuevo apelativo!), o los todavía más ridículos miembros del PRI, que no quisieron cambiar totalmente el nombre de su aborrecido partido, y tibiamente se hicieron llamar “el nuevo PRI” (con el mismo logotipo y los mismos dinosaurios).

Los militantes de “Sí por México” inspiran la misma confianza del luchador rudo que te ofrece la mano, mostrando una sonrisa, mientras oculta un bat detrás de sus espaldas.

Aunque dicen que de ninguna manera desean destituir al presidente y que únicamente pretenden hacerle una crítica constructiva, sus rostros enfurecidos expresan otra cosa. Además, son los mismos histeriquitos de siempre: Gustavo de Hoyos Walther, Claudio X, Gabriel Quadri, Adrian Lebarón, Beatriz Pagés y Ricardo Pascoe, entre otros.

La propia presencia de los miembros de “Sí por México”, niega sus supuestos anhelos de civilizada armonía y arduo trabajo conjunto, por un México más lindo y querido. Es como si Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas, Romero Deschamps y Luis Echeverría Álvarez fundaran el movimiento: “Jóvenes por una política millennial”.

Sugiero que la Coparmex aporte un mínimo de sus plusvalías para contratar actores que parezcan auténticos (si pudieron contratar a la modelo Claudia Ramírez, podrían contratar histriones de verdad).

Lo más conmovedor, es su agenda abstracta, que no dice nada. Como los grupos mexicanos de rap que le copian a los grupos norteamericanos, quienes son negros pandilleros metidos en conflictos raciales, pero como aquí no existe eso, sus letras imitan el estilo “gangsta” y musitan: “¡mírame a los ojos, verás lo que soy!”, sin que nadie entienda concretamente a qué se refieren ni contra quien se pelean.

Su “agenda” dice:

Sí a una democracia plena (como la que ya tenemos)

Sí a una economía incluyente que disminuya la desigualdad y la pobreza (claro, los empresarios mexicanos sufren por el pueblo asalariado).

Sí a la salud, la educación y todos los derechos sociales (su idea de salud es atacar al Dr. López-Gatell, congratularse por las muertes de cientos de mexicanos y promover la comida chatarra; y no hablemos de su educación, que demuestran en cada manifestación de violencia).

Sí a la sustentabilidad y al medio ambiente (como que les encantan los estudios de impacto ambiental cuando expanden sus industrias).

Sí a la libertad para la creatividad y la innovación (misma que demuestran al copiar el logotipo del plebiscito de Pinochet).

Sí a la igualdad sustantiva para las mujeres (estaré de acuerdo cuando entienda la igualdad “sustantiva”).

Sí al combate contra la corrupción (¡esa sí que es buena! ¡Se fusilaron hasta al “Peje”!).

Sí al acceso a la justicia (entendida como no pagar impuestos).

La construcción de una agenda, una campaña de difusión por todo el país (por supuesto, la Patria se muere por participar de un movimiento indefinido).

Retar a los partidos políticos (¡ya hasta anarquistas me salieron!).

El descubrimiento de la participación ciudadana es anacrónico, ya lo habían usado los candidatos independientes que se pregonaban “ciudadanos” que no son “políticos”, sin advertir que, al hacer campaña política, inmediatamente se vuelven políticos, como el señor heterosexual que, al besarse en la boca con su compadre, se vuelve inmediatamente gay, aunque antes no lo hubiera sido.

Lo único realmente positivo de los fascistas con piel de ovejas, es que nos proporcionan un millón de carcajadas.