La crisis de autoridad que estamos viviendo en las últimas décadas en nuestro país puede ser la responsable, la razón más profunda para definir la violencia social y con ello derivar en la indignación moral; el caldo de cultivo antes mencionado se vuelve el botón detonador que expresa cuando los límites sociales se han roto, y es necesario indicar un alto a la corrupción, ineptitud e impunidad de las autoridades, al mismo tiempo mostrar el abuso que cometen en contra de la sociedad incluyendo la omisión, opacidad, volviéndose cómplices del criminal.

Los hechos compartidos recientemente en redes sociales, “el ladrón de la combi”, donde afortunadamente había una cámara testigo, dan cuenta cómo los linchamientos pueden ser una de las formas de violencia cotidiana donde muestran el hartazgo de nuestra sociedad frente a las autoridades que no actúan o que lo hacen de manera incorrecta. Ya noticias viejas nos señalaban linchamientos, amputación de manos, golpizas como la mostrada y más, en el Estado de México lo sucedido es pan nuestro de cada día para los que vivimos en la zona conurbada y tenemos que utilizar el transporte público, la bendición a los hijos o familiares en cada salida de casa parece ser la única protección disponible

El delito de robo con violencia o intimidación es una de las dos modalidades del delito de robo y está castigada con pena de prisión de hasta 5 años.

Artículo 372: Si el robo se ejecutare con violencia, a la pena que corresponda por el robo simple se agregarán de seis meses a cinco años de prisión. Si la violencia constituye otro delito, se aplicarán las reglas de la acumulación.

Artículo 373: La violencia a las personas se distingue en física y moral.

Se entiende por violencia física en el robo: la fuerza material que para cometerlo se hace a una persona. Hay violencia moral: cuando el ladrón amaga o amenaza a una persona, con un mal grave, presente o inmediato, capaz de intimidarlo. https://mexico.justia.com/federales/codigos/codigo-penal-federal/libro-segundo/titulo-vigesimo-segundo/capitulo-i/

Después de presenciar lo que para algunos fue justicia y para otros abuso de violencia, queda la reflexión y la pregunta: ¿Haz utilizado transporte público y te han asaltado alguna vez, cuál fue tu sentimiento?

La barbarie que estamos viviendo en gran parte es por la individualidad a la que fuimos sometidos, prácticamente al mismo tiempo que tundían al ladrón en la México-Texcoco, en otro lado del Estado de México nadie hizo nada y el chico asaltado en una combi murió de un balazo por negarse a entregar el celular… dos escenarios afines y finales distintos… ¿Cuál prefieres?

En algún momento despertando de la somnolencia individualista quizá nos hemos percatado que unidos podemos evitar ser lastimados, ¿aglutinarnos frente al peligro será la solución?

Es cierto, en la sociedad estamos molestos por las situaciones de despojo, estamos hartos de ir con miedo al cajero a retirar los pocos centavos ganados con esfuerzo y de pronto de la forma más artera, cobarde, fácilmente alguien te apunte un arma y te deje con un palmo de narices…

Cada uno de nosotros podemos emitir juicios bajo nuestra perspectiva y lo que hemos padecido, pero duele ver una sociedad reducida, endurecida, casi animal, donde la ley del talión renace victoriosa… ¿Ahora tomar justicia por mano propia será la única opción?

Estamos viviendo sometidos a un castigo invisible, sistemático y multifactorial, al mismo tiempo atacados por todos los frentes; la enajenación brutal y el rencor acumulado están a flor de piel, y al menor error del enemigo sacamos la impotencia contenida convirtiéndola en energía desbordada buscando saciar la venganza negada anteriormente.

La brutal golpiza que le propinan a los delincuentes solo es producto de tanta frustración al ser asaltados tantas veces y quedarse impotentes y maniatados, ahora el caído paga los platos rotos.

Se llegó al hartazgo y se contesta sin miramientos, el video que circula no me sorprende. Esa práctica se va extendiendo desde hace tiempo, al grado que hay colonias con mantas en las calles sentenciando a posibles delincuentes, tratando con ese método de aminorar los asaltos a los vecinos.

Por el lado contario vemos la opinión de quienes desde su pedestal, su burbuja cultural, mundo rosa e incluso preparación académica, nos dan una cátedra dogmática de la “no violencia”… ante estas opiniones los encontronazos de quienes no una, sino varias veces han sido presas de maleantes responden:

“Muy bien, cuando pase algo desagradable y tú impotencia sea tal porque no puedes responder a la situación que estás viviendo, ya sea un asalto, abuso sexual, secuestro a tu padre, hijo o una mujer que por lógica terminará muerta… pero antes es abusada sexualmente. ¿Qué harás? Sabemos de desapariciones de niños para extracción de órganos sin ninguna compasión o el homicidio de algún ser cercano por un atentado que acabo muy mal”.

Hoy muchos admiran el valor de quienes tomaron la iniciativa para defenderse, defender lo suyo y su propia vida… la frustración, la impunidad, las desigualdades, la corrupción, la falta de gobernanza, sumada a la sobrepoblación, el desempleo, agreguen la hacinación y desesperación por la pandemia Covid-19 y otras enfermedades, no voy de juzgar si estuvo bien o mal, tampoco le entro a ese juego de justificaciones. Hay mucho que reflexionar sobre estos actos, cómo fácilmente nos convertimos en lo que más odiamos, cómo somos presa de un círculo de violencia sin término que nos arrastra a la ley del talión, ojo por ojo...

¿Qué harías tú?