Moscú.- La seguridad personal es uno de los principios indiscutibles para convivencia, aunque el idioma no sea común.

Por conveniencia sociopolítica y para garantizar la seguridad nacional, en Rusia se ha trabajado desde hace varias décadas en el tema de la confianza entre los ciudadanos de cada una de las ciudades y sus regiones, hasta cubrir la totalidad de este inmenso territorio ocho veces y media más grande que México.

La gran pregunta recurrente para cualquier visitante es ¿cómo generar una percepción de seguridad en ciudades densamente pobladas con una presencia policiaca mínima? Porque aquí como en otras grandes ciudades como San Petersburgo ,de amplia afluencia turística, incluso muy superior a la de la capital Moscú o de otras menos famosas.

Para las autoridades, la respuesta es muy simple: hacemos valer la ley y, a partir de ahí, aplicamos la justicia. 

Con motivo del Mundial de futbol, las autoridades rusas tecnología avanzada, adicionada con capacitación constante entre vigilantes con educación superior y la experiencia mejorada de un viejo programa que fue muy eficaz en el pasado.

La mezcla de estos elementos permiten que todas las grandes ciudades de Rusia resulten satisfactoriamente seguras para los visitantes extranjeros y totalmente confiables para la población en general.

El plan estratégico es muy simple. Como se basa en la aplicación de cero tolerancia.

Por principio, no hay basura en las calles y la población penaliza moralmente a quienes ensucian. Los chicles tienen que ser arrojados en cestos de basura o ser llevados hasta algún depósito privado, sea el hotel o la vivienda personal. En caso de que alguien sea visto ensuciando la calle puede ser sancionado por la policía con una penalización que puede ser corporal, además de económica.

La portación de cualquier tipo de armas punzocortantes en la vía pública está restringida, salvo para los trabajadores. Las armas de fuego entre los particulares constituyen un delito federal y los permisos para llevar personalmente cualquier tipo de pistolas o, incluso cuchillos, están limitados.

El tema de las armas , desde los años noventa ha sido un grave compromiso para sacarlas de las calles. En los accesos del metro, de los establecimientos públicos, oficinas de gobierno y en los transportes públicos, hay detectores de metales y pobre de quien sea identificado con algún instrumento metálico, porque tiene que enfrentarse primero a la guardia privada de seguridad del lugar quien siempre lo remite con las autoridades policiacas que introducen al involucrado en una especie de “efecto licuadora” legal de la que necesariamente deriva en alguna sanción económica y corporal.

En las ciudades rusas no se ven muchos policías uniformados.

Consideran que su presencia física, lejos de desestimular a la delincuencia, promueve la corrupción. Es una medida efectista sin resultados, afirman. Lo mejor son los trabajos de inteligencia.

La vigilancia  durante las 24 horas de día, los 365 días del año, se lleva a cabo con cámaras digitales de identificación facial muy efectivas que, en el caso de los turistas, están vinculadas con las visas y los permisos especiales otorgados a los viajeros en cruceros.

En la zona turística de Moscú existen más de 200 mil cámaras de seguridad y en San Petersburgo, unas 100 mil reconocidas por las autoridades, que están vinculadas a un centro general y al equivalente a centrales policiacas que cubren, por cuadrantes, alrededor de 10 calles a la redonda, lo que asegura un a respuesta promedio de un minuto y medio en los puntos más alejados. Además de que los policías están autorizados a ejercer la violencia física para garantizar la seguridad. El tema de los derechos, ante una denuncia o la identificación digital, se dirime con la autoridad y en función de los agravios.

Nadie está exento de las habilidades de los carteristas, y eso lo advierten las mismas autoridades que piden a los visitantes, principalmente, cuidarse de los pillos y estar atentos de los bienes personales.

De manera cotidiana, los rusos también hacen uso, al menos hasta donde las autoridades permiten conocer, de lo que conocemos como “policías de barrio”, que no se limitan a garantizar la mítica tranquilidad de una zona o la sana convivencia, sino que son profesionales que están obligados a investigar causas, motivos y razones de cualquier cambio social y económico de los vecinos del lugar que les fue asignado.

La medida, que dicen los vecinos era muy común mucho antes de la Perestroika en los años noventa, hoy es una costumbre que garantiza paz social porque se basa en la inteligencia, en la cooperación (que algunos le dicen delación) y en la cooperación ciudadana.

Quizá para los rusos este asunto pueda resultar, por los antecedentes vividos y por el esquema de gobierno un tanto rígido o totalitario del presidente Putin, parte de su vida cotidiana.

En materia de seguridad se aprecia en este país una estrategia moderna de seguridad basada en el uso de la tecnología digital más moderna, la capacitación de los observadores en pantalla, la coordinación entre observadores, estaciones de policía de zona y barrio y los operadores físicos policiacos que actúan con decisión y capacitación evidente. No discuten, actúan para hacer valer la ley, graban las acciones emprendidas para restablecer el orden  y dejan que otra instancia determine el peso de la justicia.

La concepción de la aplicación de la ley para imponer la justicia en un entorno de cultura cooperativa, abre el camino para garantizar seguridad y certidumbre.

Un tema que no es sencillo porque exige evitar privilegios y, sobre todo prepararse.