De ninguna manera estoy afirmando que la eventual conformación de un frente opositor de varios partidos necesariamente sea para vencer a Morena.

Lo que digo es que las alianzas son un instrumento relevante para garantizar el triunfo en elecciones complicadas.

En ninguna parte se ha demostrado de manera tan relevante su poder como en Puebla, en donde surgieron.

En 2010, la unión del PAN y PRD (y otros) le permitió al finado Rafael Moreno Valle derrotar al PRI y ganar por primera vez la gubernatura.

Y enseguida le sirvió para retenerla por dos periodos seguidos.

Ni siquiera tuvo que valerse de políticos experimentados; lo hizo con un ordinario y con su esposa, la señora Alonso. Ambos sin ninguna experiencia.

Igual ocurrió en aquellos distritos y municipios de su interés. El dilema que enfrentó, en el caso de haberlo, no era el candidato, sino los partidos.

Lo que afirmo es que las alianzas (frentes, coaliciones y fusiones) están debidamente naturalizadas y permitidas en la legislación electoral, y no es ningún pecado recurrir a ellas.

De acuerdo con los especialistas, las elecciones del año entrante serán determinantes, ya sea para que el presidente López Obrador concluya la transformación de México, o para que el país regrese atrás.

Ese mismo dilema, a su modo, lo enfrenta el gobernador Miguel Barbosa, no solo en los ayuntamientos sino de manera categórica en el Congreso.

El gobernador no sólo tiene que definir candidatos, sino con qué partido o partidos saldrá a defender la plaza, porque Morena dista mucho de serlo.

Además de que la relación del Ejecutivo estatal con el Centro no pasa por su mejor momento, para no decirlo con su partido. Alejandro Carbajal, presidente, no es de su gracia.

 

Alianzas locales

Veamos al azar tres casos de una eventual alianza municipal. Puebla, San Martín Texmelucan, y Pahuatlán.

La capital de Puebla es la joya de la corona, porque de su candidato depende que se ganen o se pierdan los distritos federales y estatales de la ciudad.

Para el gobernador, como dijimos, es de sobrevivencia ganar la mayoría de diputados y tener en la ciudad un gobernante químicamente suyo.

La señora Rivera Vivanco, no solo atiza un pleito abierto en contra del gobernador, y lo reta feamente, sino que su desempeño es calificado como el peor de los alcaldes no de Puebla, sino de México.

Más que un activo, la alcalde es un lastre impresentable ante los electores de Morena. porque los ahuyenta. Además, se especula que el gobernador todavía no tiene con quien.

En la oposición están los nombres de Enrique Cárdenas, el ex candidato a gobernador, muy querido entre la comunidad universitaria (fue rector de la UDLA), las clases medias y el sector “ciudadano”. Ese que hizo la magia en el 2018 y difícilmente la repetirá.

También están en el arrancadero los vendavales de Alejandro Armenta, José Juan Espinosa y Blanca Alcalá. El primero senador, ex dirigente de partido, ex aspirante a gobernador y un largo etcétera.

José Juan es el mayor crítico del gobernador, amigo de AMLO, es diputado, y tal vez el político más carismático de todos.

Blanca Alcalá es uno de los políticos más mesurados y queridos que, por el del talante de los poblanos, reúne en torno suyo a tirios y troyanos. Su desempeño como alcalde es uno de los mejores que se recuerdan.

En esta perspectiva, Morena tiene perdida la capital. El dilema, el gran dilema, es que los actores nombrados, antepongan el interés general de la gente a los suyos y de sus partidos.

San Martin Texmelucan es gobernado por primera vez por un alcalde que no salió del PRI ni del PAN. Es de Morena. Sin embargo, el hartazgo de la población respecto a su desempeño no tiene parangón. Intentó privatizar el agua y la población la paró. Intentó una obra en el tradicional mercado Domingo Arenas y la gente la paró. Quiso intervenir en el tianguis y la gente la paró. Los homicidios y robo están en el máximo. A eso súmese que ya dijo que quiere reelegirse. Morena no tiene nada que hacer ahí, salvo pedir disculpas.

Tiene en la oposición a Edgar Salomón Escorza quien ya fue candidato a ese puesto y perdió justamente porque Moreno Valle le impuso un frente opositor de ocho partidos contra uno. Ahora trabaja en esa misma tesitura con varios de ellos. Es joven, mediático, con arraigo, con proyecto, ya fue diputado y presidente del poder legislativo.

También esta el grupo de Víctor León y de Gabriel Pérez Rodríguez que encabeza el ala dura del viejo panismo en el municipio.

Morena irá con su actual secretaria de Bienestar, señora Lizeth Sánchez García, a quien no se le conoce por nada, ni en su actual responsabilidad (no hay un proyecto de política social que no sea la engorda de clientelas) ni en su paso como diputada, salvo su efímera alianza con la finada Marte Erika Alonso para legislar contra las mujeres. Su mérito: ser recomendada de Alberto Anaya Gutiérrez, dueño de la franquicia PT.

Pahuatlán es un caso contrario porque no gobierna Morena sino la alianza PRD-PAN. Una coalición de oposición no sería para sacar a Morena por su mal desempeño, sino para enfrentar al candidato de la vieja asociación que con toda seguridad será el ex presidente Arturo Hernández. A diferencia de los otros, tiene popularidad y trabajo a ras de suelo.

Nuevamente el dilema es el mismo. Los viejos actores políticos de la localidad no pelean por un proyecto o por una estrategia distinta de gobierno.

Su verdadero pleito es por la chequera municipal, sabidos que de hacerse de ella saldrán con 30 millones en los bolsillos.

No veo a ninguno de ellos dispuestos ni siquiera sentarse frente al otro, porque los odios y las ambiciones son mayores que el interés de la gente.

Entonces ya saben quien sigue.