El tema de los intelectuales se ha colocado en el centro de la conversación. No de todos, sino de las élites culturales y políticas, y de las personas que se mantienen al tanto del curso del debate nacional. El cual, según sus críticos, se modela todos los días desde Palacio Nacional, en las mañaneras.

El diálogo circular, como lo llama el presidente, tiene repercusiones inmediatas, no solo por provenir de la voz del Ejecutivo, sino porque –otra vez se dice– el aparato de gobierno de la 4T se encarga de reproducirlo, ad nauseam, en sus redes sociales, y de acosar a quienes osan disentir de lo dicho horas antes.

Se trata de algo así: “dentro de la Cuarta Te, todo; fuera, nada”. Es la famosa definición hecha por Fidel Castro en el año de 1961 acerca de la relación del gobierno cubano con sus intelectuales. Los artistas y escritores. La Revolución exige de sus creadores sacrificarlo todo por ella, incluso la libertad. “Los artistas verdaderos están al servicio de la Revolución” y del pueblo, por encima de los valores y necesidades de la creación.

“Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos”.

Aquí la cuestión, como se ha dicho en las mañaneras, tiene que ver con dinero fiscal entregado a las revistas Nexos y Letras Libres, bajo el concepto de compra de publicidad y otros servicios, en las administraciones priistas y panistas, en los últimos 18 años. Más que anunciarse se deja entrever que las compras tuvieron como fin congraciarse con sus directores y acallar sus voces críticas y de sus capillas, las que suelen imantar en corrientes de opinión de políticos y gente de la cultura.

Recuerdo a Héctor Aguilar Camín presentando el libro del entonces candidato priista Enrique Peña Nieto en La Casa del Lago, México, la gran esperanza, en cuya mesa también estuvo Jaime Sánchez Susarrey, autor de Letras Libres. Pero eso no prueba nada. Como tampoco prueba complicidad del Banco de México por la presencia de Guillermo Ortiz Martínez hablando al respecto.

Aguilar Camín hizo cuestionamientos al candidato priista. Cómo se prometía una reforma educativa si estaba en alianza política con Elba Esther Gordillo; cómo hablaba de transparencia si el PRI era señalado de endeudamientos gigantescos y financiamientos extraños (Coahuila). ¡El Partido Verde, en sus filas! Sin embargo, en las páginas de ambas revistas, en las tres administraciones, se publicaron textos críticos, tanto de colaboradores como de sus directores. Basta con hojear sus páginas en diferentes momentos.

En diciembre de 2013, por ejemplo, el número de Nexos, en un recuento de los primeros doce meses de gobierno priista, no encuentro actitudes o datos complacencia. Se hacen críticas al empeoramiento del desempleo y el mal desempeño de la actividad económica (Viridiana Ríos); el fracaso de la grandilocuente Cruzada contra el Hambre (Edna Jaimes); el dispendio del déficit público en el proyecto de presupuesto del año siguiente (Jesús Alejandro Espinosa herrera); y Luis Rubio (“Más discurso que conducción”, en la que hace un cuestionamiento al reformismo por sus pobres resultados).

Alguien ha especulado que ambas revistas tuvieron la encomienda de fundar y permear la narrativa moral del neoliberalismo de Salinas. Algo así como las bases ideológicas que legitimaron el régimen de hambre y desigualdad en los últimos 40 años. Y de lo que se trataría, como también lo dijo con claridad meridiana el Comandante hace seis décadas, es de hacer cambios en la esfera de la cultura. No sólo en el campo de lo económico, como ya se está haciendo. Sino que, desde la acción de la cultura, se estaría en proceso de crear una nueva moral ajustada a los requerimientos de la Cuarta Te.

En estos días ha comenzado a circular un texto en esa revista de la especialista del Colegio de México, Soledad Loaeza, en la que recuerda la opción que Franco dejaba a sus críticos: “entierro, encierro o destierro”. Es posible que se trate de una mera coincidencia con las desafortunadas declaraciones del director del FCE.

Paz decía que el mejor servicio que pueden prestar los intelectuales al gobierno es hacer la crítica de sus malas acciones.