1. Resulta afortunado que se haya vencido la tentación de titular a la que hoy es Guía ética para la transformación de México, como se ambicionaba originalmente, “Constitución Moral”. Tanto por el inconveniente de llamarle Constitución, que le otorgaría sin tenerla una intención o sensación de obligatoriedad, como calificarla de “Moral”, que si bien en general se comprende con un sentido de rectitud, también tiene una consideración religiosa y más bien judeocristiana. “La palabra ‘moral’ procede del latín; la palabra ‘ética’ procede del griego”, precisa Alfonso Reyes en su Cartilla moral. Esto es, la ética es precristiana, así se libera del fardo judeocristiano y acaso musulmán: los tres terribles monoteísmos. La elección de Reyes, considerado un helenista, se debió sin duda a las circunstancias de su tiempo hace tres cuartos de siglo. 

2. ¿Quién dictó a quién el contenido y la redacción de la Guía, la Comisión a AMLO o este a aquella? Pregunta natural después de escuchar su presentación en la conferencia matutina del 26-11-20 y de leer los 20 Principios y Valores de la Guía. No hay prácticamente nada que no haya dicho López Obrador por años y en particular durante los dos de su gobierno; ninguna novedad. Incluso de manera literal en casi todos los 20 puntos, que ya es mucho decir. Por ejemplo: “El amor al prójimo es la esencia del humanismo”; “Quien no sabe de dónde viene difícilmente sabe a dónde va”; “No se debe enfrentar el mal con el mal”; “Moderar la opulencia y la indigencia; no puede haber trato igual entre desiguales”; “No mentir, no robar, no traicionar”; “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie; Todo, por la razón y el derecho; nada, por la fuerza”; “El poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás”; “La familia es la principal institución de seguridad social de México”. Parece su discurso cotidiano, pero es el contenido de la Guía. ¿Era necesaria, pues, una comisión, dos años de trabajo, consultas e investigación? Reyes elaboró su cartilla en pocas semanas y él solo. Quizá se pueda argumentar consenso, legitimidad, pero el resultado, como he dicho, es la Guía de AMLO; como la otra es la Cartilla de Reyes.

3. En realidad, la Guía debiera presentarse como una actualización de la Cartilla. Porque esta es eso, no sólo una “inspiración”. Es un ajuste en el tiempo, el contexto, las circunstancias y el lenguaje; conceptualmente, es semejante. Aunque la segunda me parece aún mejor que la primera. Esta tiene 20 Principios y Valores mientras la otra ofrece XIV Lecciones. En un punto esencial, de principio, es mejor la concepción de Reyes: “Se ha insistido en lo explicativo, dejando de lado el enojoso tono exhortatorio, que hace aburridas las lecturas morales. No tenía objeto dictar los preceptos como en el catecismo, pues son conocidos de todos. Se procura un poco de amenidad… Se deslizan de paso algunas citas y alusiones que vayan despertando el gusto por la cultura y ayuden a perder el miedo a los temas clásicos, base indispensable de nuestra educación y en los que hoy importa insistir cada vez más… Las frases son sencillas; pero se procura que se relacionen ya unas con otras, para ir avezando al lector en el verdadero discurso y en el tejido de los conceptos”. En cambio, la Guía, tal cual fue leída por los miembros de la Comisión, adolece de monotonía, de sonar a una letanía retórica y exhortativa; lo que quiso evitar Reyes.

4. Hablando de participación. El presidente y la Comisión declaran que se hizo una amplia consulta e incluso investigaciones. Escribí sobre el tema en 2-3 ocasiones desde que López Obrador lo hiciera público, en 2011. Pero ya desde mi ensayo de tesis, en 1994, había abordado la cuestión, pues Reyes escribió la Cartilla en 1944 a solicitud del entonces secretario de Educación, Jaime Torres Bodet, como instrumento para la Campaña Nacional contra el Analfabetismo; aunque no pudo utilizarse finalmente con tal propósito. La verdad, para la Guía hubo pocos canales de participación. Un domingo del verano de 2019 tuve el agrado de visitar la Casa Rivas Mercado, en la Colonia Guerrero. Al final de la estupenda visita guiada, me acerqué a saludar a Agustín Ortiz Pinchetti, asistente de la misma. Fue en verdad muy amable; me preguntó quién era yo y qué hacía. Le comenté un poco sobre mi participación en SDPnoticias. “Ah, Federico es mi amigo, me lo saludas”. También le expresé mi interés en el asunto de la “Cartilla o Constitución Moral” (en ese momento). Me respondió que ya no participaba en el grupo de la Comisión, que desde marzo era titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales; platicamos breve y me despedí con un regusto agradable de haber saludado a una de las figuras visibles y consecuentes de la llamada 4T. Por esto me sorprendió verlo y escucharlo en la conferencia matutina como parte de la Comisión, junto con Enrique Galván Ochoa, Pedro Miguel, Jesús Ramírez Cuevas, Margarita Valdés González Salas y Verónica Velasco Aranda. No supe qué considerar con exactitud para no caer en la especulación de si “Don Agustín” había faltado al primer verbo del Principio y Valor número 12 de la nueva Guía Ética.

5. Propuesta I. Resulta extraño escuchar que todavía se puede participar en la discusión y argumentación y aun hacer aportaciones para la Guía cuando, de acuerdo a declaración de Pedro Miguel con Julio Hernández, “Astillero”, ya está en marcha la impresión de más de 8 millones de ejemplares. Demos por ciertas las palabras del presidente en el sentido de tomar en cuenta las críticas y los aportes para una segunda edición. No obstante que pueda ser tardía, aquí va mi primera contribución y la más importante: que el Principio y Valor número 20 se convierta en el 1: “De los animales, las plantas y las cosas. Al cuidar el aire, el agua, la tierra, las plantas, los animales y las cosas, nos cuidamos todos”. Si la humanidad comprendiera este punto a cabalidad, los siguientes se darían por consecuencia.

6. Propuesta II. Como la Guía será distribuida entre adultos mayores y adolescentes, tendría necesariamente que estar impresa en letras grandes e ir acompañada de ilustraciones. Esto haría más fácil el sentido de instrucción al apelar la atención y la imaginación en los extremos de las edades. En particular en nuestro tiempo con tantos distractores, sería infalible.

Acaso mis comentarios y propuestas sean fatalmente tardías, más hay que decirlo, estoy básicamente de acuerdo en que se difunda la Guía como contribución hacia un mejor país al mediano y largo plazo.