México es el primer lugar de explotación infantil y el “mercado” de pedofilia construye ofertas para todo nivel de consumidores: desde violaciones “de lujo” para extranjeros con altas tarifas hasta la venta de niñas y niños en pobreza.

Emiliano Salinas Occelli, hijo del ex presidente Carlos Salinas de Gortari junto con su hermana Cecilia y otros cómplices operaron una red de explotación sexual que tuvo un modelo piramidal en el que prometían un fuerte entrenamiento para liderazgo y negocios que en realidad, terminó financiado en parte por recursos públicos de gobiernos anteriores y también por empresarios así como lo documentó Maurizio Montes de Oca y Washington Post antes de que las pruebas y documentos estuviesen en mano de la corte de Brooklyn en la que se le dictó cadena perpetua por los delitos de explotación sexual, crimen organizado y otros más de carácter financiero.

Lo que sorprende es que con los indicios existentes que han sido expuestos, no exista hasta el momento una línea de investigación que demuestre el nivel de participación que pudo tener México en la red de esclavitud sexual y tráfico de pornografía incitado por las actividades de la secta en nuestro país. Peor aún.

Si en gobiernos anteriores ya hubo vinculación con narcotraficantes de talla internacional que rigieron varias decisiones en niveles operativos y de mando, es obligatorio pensar en las articulaciones que pudieron construirse en torno a las víctimas que no eran únicamente mujeres de alto nivel e hijas de empresarios, sino que se extiende a niñas y adolescentes que han sido sometidas para el servicio y satisfacción sexual a discreción de hombres con la capacidad económica para callar a billetazos. 

Simplemente, el 60% de pornografía infantil que se consume en el mundo es producida en México según la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim). Desde hace años, Lydia Cacho ha documentado cómo es que la pedofilia y explotación sexual no es tan solo un negocio de políticos, gobernadores y criminales sino que también son de sus principales consumidores.

México es un país pedófilo. Mientras algunos explotan a sus propios hijos como el caso de dos pequeñas beneficiarias de la fundación Alas Abiertas en Baja California, otros construyen imperios cubiertos por la impunidad para alimentar redes interminables que igual le sirven a extranjeros que a mexicanos. Debería ser motivo de vergüenza que en la frontera norte, Tijuana tenga el prostíbulo más grande del mundo: el Hong Kong, y que en él puedan encontrar a menores de edad de múltiples nacionalidades.

En la Corte del Distrito Este de Brooklyn, Nueva York, Keith Raniere tendrá 120 años de prisión, que equivalen al resto de su vida tras las rejas. Pero la secta que lidereaba NXVIM, junto con todos los cursos, seminarios de autoayuda y eventos que vendieron a oficinas de gobierno mediante la gestión de los Occelli junto con el hijo del ex presidente Miguel de la Madrid, así como las víctimas en nuestro país, no tienen todavía investigación ni sanción.

Como las víctimas de esta red, se estiman 85 mil niñas y niños en México que son explotados con fines de pornografía y esclavitud sexual. ¿Y quién habla por ellos?