Juventud, divino tesoro; te vas para no volver. Esta frase no es un dicho popular o un refrán nacido del ingenio colectivo, son las primeras letras de un poema de Rubén Darío  que aunque suenan algo pesimistas, son muy reales.

Ser joven es un gran reto y no sólo en México sino en gran parte del mundo. Las juventudes representan el 25% total de la población mundial, de acuerdo con cifras de la ONU. En México, la mitad de la población tiene menos de 26 años y uno de cada cuatro mexicanos se encuentra en un rango de edad entre 15 y 29 años, según datos del INEGI.

Con esto podemos notar que México y el mundo tiene un bono demográfico de jóvenes próximos o en edad laboral; con aspiraciones, metas o sueños anhelados o en proceso de realización; con esperanza de vivir en un mejor país o de mejorarlo para las generaciones siguientes; algunos otros, decepcionados, sin trabajo, sin estudios y refugiados en vicios o en prácticas ilegales a las que son orillados por la falta de oportunidades de desarrollo.

De acuerdo con una encuesta realizada por INEGI, las cosas que más preocupan a los jóvenes son la inseguridad y el desempleo; y podría atreverme a decir que una, la inseguridad, es causal de la segunda, el desempleo, en conjunto con otras diversas razones.

Hoy que se celebra el Día mundial de la Juventud se deben hacer más cosas de las que se van a decir. El tema de las juventudes en México y en la mayoría de sus entidades es un tema que se trata a la ligera, poco a poco el tema va siendo desplazado de la agenda política por otros temas al considerarse prioritarios o de mayor urgencia en su trato. Existe un gran complejo alrededor de todos aquellos que rondamos los veinte sin llegar a los treinta, este complejo ha llevado a encasillar y oxidar las políticas públicas enfocadas al desarrollo y atención de este grupo social. Si algo sigue haciéndose igual después de muchos años, debe de cambiarse.

Becas insuficientes, tratados educativos desaprovechados, poca o casi nula atención en desarrollo y aprovechamiento de cualidades y aptitudes para el desarrollo profesional, pocos espacios realmente útiles para recreación y práctica de deportes, es la realidad que se vive para las juventudes, aún mal llamadas “los jóvenes”.

Aunque las intenciones son buenas y son muchas, falta realmente un marco normativo que pueda aumentar exponencialmente el potencial de las juventudes mexicanas, es necesario dejar de ver como “políticas públicas” útiles las viejísimas activaciones de canchas portátiles en las colonias, los torneos exprés de futbol o algún otro deporte, la reparación de los tubos donde muchos hacen ejercicio, sólo por mencionar algunas y realizar cambios de forma y fondo para lograr un desarrollo integral de las cualidades y aptitudes de cada joven.

 Una de las grandes reformas que México necesita es aquella en donde exista un cambio normativo, jurídico, legislativo y de paradigma para incluir, desarrollar, apoyar, fortalecer, empoderar y educar al ciudadano joven; ese ciudadano que tomará las riendas del país y al que le tocará seguir sembrando y al mismo tiempo cosechar los frutos que los cambios actuales provocarán en el futuro.

 Los jóvenes, las juventudes, los hombres y mujeres que pertenecemos a este frágil sector, no somos el futuro, somos el presente de México, educado por su pasado. No somos la carne de cañón usada como mano de obra barata, tampoco somos el bono que da el triunfo en las próximas campañas electorales. Somos esos que ya superamos los 10 años de estudio, aquellos que han aumentado el porcentaje de mexicanos con grado de estudios superior, somos esos que aun sin un pleno apoyo del Estado, salimos del país a dar la cara por él y a regresar para mejorarlo.

 Vean lo que se ha logrado e imaginen lo que se lograría si se hiciera más y mejor, donde el IMJUVE no fuera sólo un instituto y se convirtiera en Secretaría, donde la gran reforma no fuera la energética o la de telecomunicaciones sino la Reforma Joven, donde en vez de que se hicieran más puentes, se construyeran más y mejores escuelas, donde no se legislara para limitar el número de escaños ocupados por hombres o mujeres, sino que los partidos por iniciativa propia enviaran como candidatos a jóvenes preparados en sus escuelas.

 El reto de las juventudes en México sigue y seguirá siendo nadar a contracorriente, el reto para las autoridades será ayudarnos a cambiar la corriente.