Bien por Agustín Gutiérrez Canet por dejar bien claro que no por ser tío de la esposa del Presidente López Obrador y, en extensión, de este, o por ser cónyuge de nuestra embajadora en Washington, Martha Bárcena, dejará de escribir conforme a lo que le dicten su inteligencia y larga experiencia periodística y diplomática.

Nada lo obligaba a explicarlo en su columna de Milenio, pero su ejercicio de la libertad de expresión, por la que luchó, sólo para mencionar un episodio, cuando salió de Excélsior acompañando a don Julio Scherer en ocasión del golpe que les asestó Luis Echeverría, le concede el derecho de escribir lo que le venga en gana, no obstante sus parentescos y las molestias que sus opiniones independientes causen a prohombres de la Cuarta Transformación.

La libertad de expresión es tema casi cotidiano en las conferencias mañaneras del presidente de la República, más allá de que la emprenda contra sus críticos bañándolos con todo tipo de adjetivos que considera graciosos, pero que no causarían gracia ni siquiera si Donald Trump los pronunciara o escribiera, pero este ejercicio poco tiene que ver con el concepto que tiene Gutiérrez Canet de uno de los derechos más sagrados de que gozamos los mexicanos.

No creo que haya otro periodista mexicano que pudiera estar más maniatado en la Cuarta Transformación que Gutiérrez Canet por ser esposo de quien es, por sus encumbrados sobrinos y por vivir, además, en la residencia de la embajadora en Washington. A pesar de estas cargas ejercita el oficio con libertad, sin temor de lo que se opine aquí y allá de sus escritos sobre la política exterior mexicana.

Derecho le sobra.

Cuando López Obrador no tenía mayores aspiraciones que gobernar Tabasco, y muchos de quienes hoy son figuras principalísimas de la Cuarta Transformación perdían el poder máximo en el priísmo y ni siquiera pensaban que lo recuperarían militando en la izquierda, Gutiérrez Canet y su esposa ya estaban en el servicio exterior; ya entonces habían ganado prestigio.

Más allá de compartir o no sus opiniones, el uso que Agustín hace de la libertad de expresión es lección que no debemos desaprovechar quienes no tenemos las ataduras que a él no han logrado limitarlo.

Que le valga madre lo que se publique sobre sus escritos y voz libre, se trate o no de una campaña orquestada por funcionario alguno. A su larga experiencia no se le debe escapar que sólo se trata de grilla barata.

Sería ominosa la señal si permitiera que lo callaran.

(Publicado originalmente en Impacto.mx se reproduce aquí con autorización del autor)