Dentro de unas horas Joe Biden será inaugurado como el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos. El evento tendrá lugar en Washington en medio de un operativo de seguridad jamás visto en la capital del país, con excepción, quizá, del 11 de septiembre de 2001. 

La presidencia del demócrata significa el término de uno de los personajes más oscuros en la historia reciente del país; un individuo habilidoso que fue capaz de ganar espacios políticos a base de insultos contra las minorías, las mujeres, discapacitados, y con un discurso nativista plagado de mensajes racistas que evocaban lo peor del siglo XIX.

Biden estará acompañado de Kamala Harris, californiana hija de padres inmigrantes, quien será la primer mujer vicepresidente. Si bien este cargo no goza de trascendentales facultades constitucionales, la figura de Harris sí que resultará de interés debido a la edad del presidente (78) y a la relevancia del tema del cambio climático dentro de la agenda pública del presidente. Podríamos ver, en este tenor, a una vicepresidenta poderosa, en un fenómeno no visto desde Dick Cheney durante la presidencia de George W. Bush.

Si bien la agenda de Biden incluye una gran variedad de temas de enorme complejidad, el migratorio merece nuestra especial atención. 

Por primera vez en 20 años, el presidente de Estados Unidos tendrá ocasión verdadera para impulsar una reforma migratoria que rescate de la sombra a los 11 millones de indocumentados que viven en el país. De esos 11, bien vale recordar, 5.5 son mexicanos, de acuerdo al Migration Policy Center.

¿Qué ha ocurrido en gobiernos anteriores? George W. Bush se vio obligado a aplazar indefinidamente la reforma migratoria tras los atentados del 11 de septiembre. Barack Obama, quien contaba en 2008 con un gran capital político y el control demócrata de ambas cámaras del Congreso, debió priorizar, durante los dos primeros años de su gobierno, la reforma de salud -Obamacare- lo que relegó el tema migratorio a un segundo sitio. Dos años más tarde, los republicanos recuperarían el control de la Cámara de Representantes, lo que sepultaría cualquier iniciativa de Obama en la materia.

Joe Biden, en una fuerte posición política

Ahora Joe Biden, se encuentra en una fuerte posición política. Si bien las mayorías demócratas en el Congreso son relativamente endebles (en caso de una polarización partidista en el Senado deberán contar con el voto de calidad de la vicepresidenta Harris) pueden resultar suficientes en el contexto de una opinión pública extenuada de la demagogia de Donald Trump. Una reforma migratoria durante los primeros dos años de Biden podría derivar, eventualmente, en la pérdida del Congreso en 2022, al igual que lo sucedido con Obama ante un tema tan controversial como el Obamacare.

México, por su parte, debe promover activamente, a partir de hoy al medio día, un acercamiento con el gobierno de Biden. Podría iniciar, quizá, con un mensaje del presidente López Obrador por el cual le felicita y le invita a la Ciudad de México. La cancillería mexicana, por su parte, deberá igualmente emitir un comunicado al próximo titular del Departamento de Estado.

La embajadora Martha Bárcena, quien hace un par de días se realizaba una prueba Covid-19 en los aparcamientos del Pentágono, será la representante de México en la toma de protesta del presidente Biden.

En suma, el gobierno de Biden, compuesto eventualmente por funcionarios profesionales, puede resultar en un activo para México. 

Para ello, no obstante, se requerirá todo el profesionalismo de nuestros secretarios de Estado, y desde luego, de nuestro presidente. El comunicado de hoy al medio día puede ser un buen inicio.