Tras cuatro años de interminables debates jurídicos y políticos, el Reino Unido y la Unión Europea han alcanzado un acuerdo bilateral que permitirá reemplazar el acervo legislativo integrado en el derecho originario de la organización que regía la participación británica en el seno de los veintiocho, a saber, el Tratado de la Unión Europea y el Tratado de funcionamiento de la Unión Europea. Con el anuncio de Boris Johnson, primer ministro británico, y de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se cierra un incierto capítulo en la historia de la integración europea.

Michel Barnier, comisario responsable de las gestiones del Brexit, expuso sucintamente los principales puntos del acuerdo en un amplio abanico de materias, desde el libre comercio, hasta el libre tránsito de personas y la cooperación en materia educativa. En su intervención, el funcionario francés expresó su desencanto ante la decisión del gobierno británico de dar marcha atrás a una de las iniciativas más exitosas allende el Canal de la Mancha.

Sobre esto último, Johnson anunció que el Reino Unido, a la luz del nuevo acuerdo, se retiraría eventualmente del proyecto Erasmus. Este programa de colaboración educativa, coordinado por la Comisión Europea, ha hecho posible el intercambio de más tres millones de estudiantes europeos de nivel universitario, lo que ha tornado la iniciativa en el proyecto más exitoso en materia educativa de la Unión Europea. Gracias a Erasmus la educación no ha quedado relegada de los éxitos que han derivado de la integración iniciada desde la creación del mercado común.

Boris Johnson, tras el comunicado, anunció que Erasmus sería reemplazado por un programa llamado Alan Turing (en honor al célebre matemático británico) y que estaría orientado a promover el intercambio de estudiantes ya no exclusivamente hacia universidades continentales sino al resto del mundo.

En este contexto, Turing diversificará los destinos de estudiantes británicos alrededor del globo. Ciertamente, a la usanza británica, los destinos privilegiados serán países de origen anglosajón como Estados Unidos, Canadá y Australia, mismos que habían sido relegados tras las obligaciones impuestas por Erasmus a Londres en el seno de la Unión Europea.

¿Qué puede hacer México ante este nuevo panorama que se abre al otro lado del Atlántico? La responsabilidad de promover el acercamiento con el Reino Unido en materia de cooperación educativa recaerá directamente sobre la secretaria Delfina Gómez, el subsecretario Luciano Concheiro, el canciller Marcelo Ebrard y el equipo responsable de las relaciones con Europa.

La oportunidad ofrecida por la diversificación de la política del gobierno británico ofrece una ventana importante para que jóvenes mexicanos aspiren a continuar sus estudios superiores en universidades británicas como Oxford, Cambridge, LSE, Edimburgo, entre otros.

Para ello, la Secretaría de Educación Pública, en coordinación con la Secretaría de Relaciones Exteriores, deberá articular esfuerzos transversales orientados a promover el prestigio de las instituciones de educación superior mexicanas, con miras a que, en el marco de Turing, mexicanos destacados cuenten con la oportunidad de formarse en el Reino Unido, y que a su vez, jóvenes británicos se enriquezcan de los inestimables valores educativos y culturales que ofrece nuestro país.

Ello fortalecería la relación bilateral y enriquecería la existente colaboración en materia de educación terciaria en virtud de las becas ofrecidas por Chevening, programa insigne del British Council.

En suma, el Brexit ha abierto nuevas oportunidades en materia educativa. Sin embargo, en aras de su aprovechamiento, el gobierno mexicano deberá actuar sin miramientos hacia intereses políticos o sindicales, y estará exigido a priorizar objetivos que faciliten la generación de acuerdos que pongan en marcha iniciativas en favor de los jóvenes mexicanos.