Hace unos días, el Secretario de Turismo, Miguel Torruco Marqués, compartió en su cuenta de Twitter la publicación de la empresa estadounidense Trip Advisor, la cual calificaba a un hotel de lujo en Los Cabos, Baja California Sur, como uno de los mejores del mundo.

El espíritu del tuit —y quizá también la idea del funcionario—fue destacar la importante presencia del turismo de lujo en México y resaltar la importante inversión privada que se ha llevado en nuestro país en sus principales destinos turísticos. Sin embargo, la acción del funcionario resulta a todas luces una falla monumental si entendemos la labor del Estado —en este caso de la secretaría del ramo— como un promotor del turismo nacional sin intereses particulares. El secretario Torruco contravino los intereses nacionales en el momento de señalar un solo hotel, pues otros hoteles cinco estrellas o gran turismo, a lo largo del país, merecen igualmente la promoción de la secretaría federal.

El twit del secretario resultaría anecdótico si no consideráramos la caída histórica en los fondos públicos destinados a la promoción del turismo en México. Con motivo del lanzamiento de Tren Maya en la península de Yucatán —la obra faraónica de la presente administración digna de Ramsés II— la inversión en promoción turística ha sufrido una contracción considerable; en medio de una crisis económica sin precedente y en un país donde el turismo representa cerca del 10% del Producto Interno Bruto; situación que se asemeja a otros países, como España, donde la participación del sector turístico rebasa el 14%.  Sin embargo, recordemos la aprobación de un fondo de rescate por 750,000 millones de euros aprobado por la Unión Europea para los países más afectados por la pandemia,  lo que sitúa a los españoles en una coyuntura más favorable frente los desafíos provocados por la emergencia.

La crisis económica provocada por la irrupción del Covid-19 obliga a los funcionarios del gobierno de López Obrador a replantear sus fórmulas. La ausencia de apoyos a PIMES, la continuidad de proyectos monumentales de dudosa viabilidad, sumado a la contracción dramática de la economía, son motivos justificados para el replanteamiento de las prioridades nacionales. No es prioridad nacional la promoción de un solo hotel de lujo en Los Cabos, Baja California Sur.