La concentración del poder en un individuo conlleva retroceso.

Ingenuo e indolente es todo aquel que no cae en la cuenta de que el presidente López Obrador busca incansablemente la centralización del poder político. Sus derivas autoritarias devienen más claras tras cada declaración, cada mañanera o cada reforma legislativa que anuncia o envía al Congreso de la Unión.

Una vez más el presidente ha amenazado con reformas legales que eliminen la autonomía de los órganos constitucionales; aquellos que fueron creados con el propósito expreso de servir como contrapesos contra el poder Ejecutivo. Ahora, el jefe del Estado busca volver a aquellos complejos años del presidencialismo priista, cuando el presidente era jefe del partido, y a través de él, controlaba a los otros poderes de la Unión.

AMLO se autocontempla como un presidente todopoderoso que debe actuar sin frenos ni cortapisas; como un tlatoani cuya autoridad legal y moral debe imponerse sobre el resto de los órganos del Estado; como un virrey novohispano que rige los destinos de sus gobernados; como un Porfirio Diaz que redujo la independencia de los gobernadores a meros procónsules romanos de la era moderna, y finalmente, como un rey absoluto cuya palabra se cumple y hace cumplir.

¿Por qué es nuestro deber reducir el poder de AMLO?

Más allá de simpatías partidistas y de los pobres resultados de la actual administración en cada asignatura, la historia de los estados contemporáneos ha demostrado que la concentración del poder en un individuo conlleva retroceso, procesos antidemocráticos, y a la postre, un gran sufrimiento para los ciudadanos.

El político, cautivo por el propio poder que legítimamente le fue concedido, buscará inequívocamente deshacerse de los contrapesos, y con ello, gobernar autocráticamente como si el Estado le perteneciese. Échese un vistazo a la historia del caudillismo latinoamericano, a la Turquía de Erdogan o a la Rusia de Putin.

El poder de López Obrador debe ser reducido el próximo 6 de junio en las urnas, pues una ratificación del control de Morena y sus aliados en la Cámara de Diputados alentará al presidente a realizar acciones en detrimento de nuestra democracia en ciernes.

En relación con los gobiernos estatales en disputa, los mexicanos deseamos ver un México auténticamente federal donde cada gobernador actúe en función de su independencia constitucional y a la luz de las leyes estatales. No merecemos, en este sentido, volver a los tiempos del centralismos porfirista, a los procónsules romanos, y a la época que el centro decidía lo que ocurría en cada rincón del país, en violación, huelga señalar, del espíritu de la letra constitucional

En suma, por el bien de nuestra patria, el poder del presidente debe ser reducido. Los próximos comicios -aún con un INE en funciones- son la vía para alcanzarlo.