La mejor política exterior es la política interior, lo repite el presidente Andrés Manuel López Obrador, casi una máxima. Como Lázaro Cárdenas con el exilio español recibido en suelo mexicano, Andrés Manuel le quiere quitar a la historia un gajo. Tuvo como eficiente operador al canciller Marcelo Ebrard quien “rescató”, en lo que quiso narrarse como epopeya, al renunciado Evo Morales.

¿Por qué esta política exterior es la mejor política interior para López Obrador? Porque cambió la narrativa de crisis que se impuso en México por dos acontecimientos que desnudaron la política de seguridad de la 4T, el “culiacanazo” y la masacre de la familia LeBarón. A pesar del dedazo, ilegal a todas luces, de Rosario Piedra Ibarra en la Comisión Nacional de Derechos Humanos y de la vulnerabilidad cibernética de Pemex, estos temas no han escalado y han sido rebasados mediáticamente por el arribo de Evo. La derecha tiene intereses, no ideas, y han caído en el garlito trazado por AMLO.

Las consecuencias internacionales han sido, hasta ahora, mínimas. Los países relevantes del Cono Sur tienen sus propias agendas. Como Argentina, que espera el cambio de gobierno; como Chile, que no ha superado la crisis interna; como Brasil, que se polariza con la salida de la cárcel de Lula. Ningún país latinoamericano ha confrontado seriamente a México. Tampoco los Estados Unidos para quienes el tema de Bolivia es secundario en su agenda electoral. Tal vez sólo la golpista de Jeanine Añez ha exacerbado su discurso en contra de Andrés Manuel, de pasada, y de los mexicanos, por elegirlo.

Morales se ha dejado querer, a pesar de la mala prensa o prensa mala, maliciosa y tendenciosa, como Reforma, que cabecea “Reviven Estado Mayor para Evo”. Pues no, ni revivió el Estado Mayor ni existe una sobreestimación de la seguridad del expresidente boliviano. Eso sí, la estancia de Evo ha revivido la xenofobia, el clasismo, la intolerancia, la exclusión del indigenismo.

Evo cometió el mismo error que Benito Juárez: quererse perpetuar en el poder, error que ha sido criticado, sin querer queriendo, por el presidente López Obrador en contra del Benemérito. En la lejana o cercana carrera presidencial, Evo Morales es moneda política. Marcelo Ebrard se apuntó un diez en su operación cuasi de rescate. Para no quedarse atrás, la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum declaró a Evo persona grata, huésped distinguido de la Ciudad de México. Ya se vio: la mejor política externa sigue siendo la política interna.