En su Facebook el analista panista Javier Livas, un muy buen amigo, dijo lo siguiente:

 

“Creo que hay mucha presión por que esto ya se acabe. Quizá el tribunal resuelva antes de la fecha límite aunque creo que la carga burocrática de la sentencia es lo que está impidiendo que resuelvan antes. Con tres millones de votos de diferencia no hay manera de que anulen la elección”. 

 

“AMLO vive en otro mundo, en otro México. No entiende ni entenderá. No constituye una amenaza porque ya dio muestras en 2006 de que no sabe qué hacer ante el supuesto fraude, salvo desgastar su imagen. Está DOA (dead on arrival) pero seguirá como el CID, ya muerto montado en un caballo para intimidar a los pusilánimes empresarios que vieron una elección PERFECTA. Como digo, son dos mundos diferentes y los panistas somos como mirones de palo”.

 

Por teléfono, le pregunté a Javier (no hablo inglés) qué significa “dead on arriba”. Me respondió: “Es el accidentado o enfermo grave que muere en la ambulancia antes de llegar al hospital”.

 

¿Tú crees, Javier, que así, dead on arrival, está López Obrador? Dijo el señor Livas: “No tanto Andrés Manuel, no el líder de izquierda, pero sí su juicio de inconformidad mal diseñado por Ricardo Monreal”.

 

¿En qué fallan los alegatos de la izquierda, que no solo ha redactado Monreal, sino también el especialista en derecho electoral Jaime Cárdenas? Respuesta: “Para empezar, en las pruebas. Hablo solo de Monreal porque es el que más sale a los medios a presentar pruebas y ninguna se sostiene, como las cuentas bancarias del Estado de México y lo que ha dicho contra Luis Videgaray. No es convincente Monreal porque no hay veracidad plena en lo que dice”.

 

Después de hablar con Javier Livas, este analista expresó en Twitter cosas interesantes sobre el mismo tema:

 

“Dice Monreal tener más pruebas sobre la intervención de Videgaray. No sé que tanto espera para sacarlas. Alarga su agonía”.

 

“Lo que quieren es un trofeo de consolación. Ese trofeo es la cabeza de Videgaray, a quien le cargan el supuesto fraude”.

 

“Toda esta guerra post electoral no va a llegar a nada, como sucedió en 2006”.

 

Otro tuitero, @PanchoVillaXXI, amigo de Javier Livas y mío, un hombre ligado a familias empresariales de Monterrey que cuenta con los mejores contactos en los medios de comunicación regiomontanos, participó en el diálogo:

 

Yo no veo que los ataques en contra de ‪@LVidegaray sean una consigna de AMLO. Yo veo fuego amigo”

 

“¿Quién esta detrás de los documentos apócrifos de ‪@LVidegaray? Un periódico los tuvo antes que ‪@RicardoMonrealA”.

 

Ya no mencionó Monreal, en su conferencia de prensa de hoy jueves, a Videgaray. Pero siguió con el asunto de las cuentas del Estado de México. Tendrá tiempo la tesorería mexiquense para explicar si es verdad o no, o qué pagaba, el depósito bancario de 50 millones de pesos supuestamente realizado a favor de una persona física.

 

El problema de esta nueva prueba es que no se está presentando en el Tribunal Electoral, o no solo ahí. Como ha ocurrido desde el principio del juicio de inconformidad, Monreal da a conocer la evidencia que va encontrando primero a los medios de comunicación y después a los magistrados. Es decir, Monreal, siempre un político muy hábil, no solo busca un fallo técnico jurídico que sea favorable a su causa, sino ganar en la arena de la opinión pública.

 

Pero en la batalla de la opinión pública normalmente el que gana no es el que tiene la razón, sino el más creíble. Y es la credibilidad la que se ha resquebrajado en el asunto de las cuentas bancarias del gobierno del Estado de México. Quizá serían un escándalo si no hubieran sido dadas a conocer con un dato evidentemente absurdo, el de la participación (“demostrada” con documentos alterados y grabaciones inconsistentes) del operador principal de Peña Nieto.

 

Ya no se ocupó el señor Monreal del señor Videgaray, ya no, qué bueno, porque ahí no había nada, o nada medianamente digno de ser tomado en cuenta. Con sabiduría política Monreal rectificó. Pero el mal ya estaba hecho, lo que le va a complicar al hombre fuerte de López Obrador el trabajo de convencer a la incrédula sociedad mexicano de que, esta vez, sí difundió algo sólido. Dificilísima tarea después de tantas veces haber anunciado falsamente “¡ahí viene el lobo!”.