El tema de renovación de Comité Ejecutivo de Morena, ha tenido experimentadas acciones que van desde la perspectiva que ha distorsionado a través de la descalificación, disturbio, peleas, jaloneos, diferencias y algunos desencuentros; este desarrollo, ha tocado las puertas incluso de Palacio Nacional, donde se han limitado a respetar la autonomía institucional de los órganos internos del partido. Esto ha dado pie a que en un periodo muy corto, se comiencen a producir fricciones que indudablemente y hasta cierto punto tensionan la esencia y la génesis de un movimiento que creció bajo el flujo del descontento social, y como forma de organización de la desgastada democracia que incuestionablemente era trastocada y prostituida por la incapacidad del sistema autoritario. (PRI, PAN)

La determinación del Tribunal Electoral, refleja nítidamente las inconsistencias que eran claramente notorias y, el contraste que viene articulando no un partido político, sino la capacidad de organización y resistencia que poco a poco ha ido permeando a través de una agenda emanada de su principal figura y liderazgo: Andrés Manuel López Obrador. Morena está asumiendo los costos políticos de un mal ordenamiento y, evidentemente el manoseo de personajes que tratan de sujetarse de esa estructura que parece acrecentar más sus simpatías según algunas encuestas que agudizan el rechazo abierto a los partidos del PAN, PRI y PRD. Hasta ahora, esto pone naturalmente a Morena, como el virtual favorito para arrasar en la mayoría de Estados.

De manera lógica, al partido no le convienen las fricciones porque hay antecedentes y mensajes muy claros del presidente sobre la postura de instrumentar un desarrollo que mediante el desaseo, llegue a polarizar y fragmentar la abrumadora ola expansiva que día con día aumenta en las intenciones del voto.

La experiencia y la maduración de muchos actores, debe ser la palanca principal a no segmentar lo que hasta ahora representa un nuevo desafío y oportunidad para sentar las bases de organización y representación democrática. Entonces, reorganizar y revitalizar el proceso, constituye alimentar una serie de acciones donde se transparenten las reglas y normatividad interna; de igual forma, que se puedan equilibrar los consensos que sostienen la enorme columna vertebral del partido: la militancia.

Estamos de acuerdo que Morena se sostiene del enorme liderazgo y la figura de López Obrador; debido a este factor, la capacidad colectiva y el interés unilateral de algunos personajes, no pueden impedir el dinamismo y el avance sustancial que creció a consecuencia finalmente de una lucha irrestricta de una imagen que hasta ahora, ha dado un giro impresionante al paradigma político de nuestro país.

Lo más plausible, es mostrar la civilidad, organización y la integración de una ruta que descifre los mecanismos y herramientas democráticas. Insisto, como lo hice en columnas anteriores, que la encuentra puede rápidamente tomar un mayor impulso, si naturalmente se transparenta recursos que planteen una transición limpia, sin sesgos, ni manipulaciones. Asimismo, esto evitaría un desgaste por el manejo que han tenido los congresos. En algunos lugares evidentemente hay condiciones, pero en otros, se han denunciado la inequidad de aquel legado de la viejas “mañas” del acarreo, y compra de votos. Es evidente que este instrumento de la encuesta, capitalizaría las posibilidades reales de un candidato que mejor posicionado se encuentre, y obviamente se reducirían las tensiones para cumplir con las expectativas que la sociedad ha matizado con el esquema de la cuarta transformación.

Morena llegó al poder como un agente de cambio social distinto a los demás; si tajantemente pretenden colocarse inconscientemente por medio de prácticas que pusieron en evidencia aquel andamiaje inflexible de la manipulación, el tiempo efectivamente le dará la razón nuevamente a López Obrador (la crisis agudizada del PRD). Hay que distinguir que la combinación de la antidemocracia y la corrupción, expusieron finalmente la inconformidad colectiva de una sociedad contemporánea que ha rompido con los prejuicios partidistas; y ahora, señala el nivel de desempeño de los gobernantes a través de las urnas.

Morena debe solucionar sus diferencias, y establecer en términos políticos la unidad. Aquí aparece una premisa importante: el recuerdo chantajista de aquellos grupos que se formaron en el PRD; y que al final, usaron la plataforma a posicionar, negociar y satisfacer las necesidades. Hasta ahora Morena ha mostrado ligeras señales de una dirección similar. Entonces, la decisión del tribunal, representa un nuevo reto a fin de redefinir un comportamiento democrático; y no, estableciendo mecanismos de control para generar conflictos y polarizar la elección.

El presidente ya envió señales y mensajes para no someter el proceso al interés mezquino. Quizá esta nueva oportunidad se retroalimente de esa pequeña crisis que tambaleó al CEN. No veo vulnerabilidad, más bien, falta de organización y de consensos que lleguen a buen puerto. El 2021 está prácticamente en la antesala; entonces, elevar o inclinar el tono a sacar provecho, pudiera abrir espacios coyunturales a fin de que el contrapeso se beneficie.