Fue muy alentador observar al auténtico presidente, López Obrador de regreso. Se le nota totalmente recuperado, con ánimo de continuar su rutina. Luego del reposo obligatorio por el tema de salud que atravesó, se levantó la suspicacia malintencionada en un intento por crear versiones de una interpretación errónea. Andrés Manuel siempre se mantuvo estable, y eso nos llenó de alegría.
López Obrador es un auténtico hijo del pueblo. Se forjó en las movilizaciones y las protestas pacíficas en defensa de la democracia. Caminó y escuchó demandas; de ahí, quizá, viene el origen de la sólida base de principios.
A comienzos de su carrera política comenzó su intenso recorrido; fiel a su estilo, siempre fue diferente a sus detractores y adversarios. Asumió ese liderazgo con la firme convicción de su conducta y personalidad. Esos atributos y cualidades crearon una personalidad inigualable. Andrés Manuel es un ciudadano carismático que lo mismo come en la carretera, o donde le toca realizar parada que en sus lugares preferidos.
Andrés Manuel es así, sencillo, humilde. No nos sorprende verlo degustar puchero Tabasqueño desde la oficina de Palacio Nacional que una rica cecina en una fonda popular en Morelos. Eso explica que el presidente haya despertado el interés nuevamente luego de un periodo de receso obligatorio. Disfruta de todos los rincones; les gusta viajar, caminar, saludar, estar en contacto con la gente y recorrer el país. Allí nació el verdadero López Obrador.
Encabezó un sinfín de mítines por toda la República Mexicana. Recorrió las comunidades más alejadas y se desplazó por brechas, barrancas, cerros, lagos, terracería. Estuvo siempre consciente que, ahí, estaban las principales demandas del pueblo. No solo pasó gran parte de su tiempo, sino dedicó sus esfuerzos siendo candidato y posteriormente presidente de México. Visitó los rincones más lejanos, sí, aquellos donde la clase política de la derecha se rehusó a realizarlo.
En especial, tres visitas han marcado mi admiración.
Inició su campaña en 2006 visitando la sierra Tarahumara en Chihuahua, una de las localidades más lejanas del país y de la capital. Quizá, ese emotivo momento, marcó un precedente importante que hoy en gran medida transmitió el respeto a una fiel ideología llena de convicciones de un hombre cuyo reconocimiento deviene del pueblo.
Asimismo, trascendió una visita a Chocoana, Guerrero, en donde extraemos un sentimiento muy particular que, en términos reales, constituye al humanismo y la empatía por la población más vulnerable del país. Con música de viento y caminando al lado de la comunidad, el presidente Obrador compartió la experiencia de convivir con niños, hombres de campo y ancianos. Fue motivante y llamó poderosamente la atención de cómo un hombre ha logrado mantener sólidas sus creencias. La mayoría cambia, él no. Se desplaza de un lugar a otro sin ningún problema.
Y, por último, en mi tierra natal Michoacán, visitó uno de los territorios más alejados; quizá, donde muchos presidentes, jamás se hubieran atrevido a recorrer debido a su lejanía. Chinicuila, un lugar anclado al sureste de la capital Purépecha— a prácticamente 8 horas de camino— se convirtió el epicentro de lo reflectores. En ese espacio, el presidente recorrió parte importante de su red carretera; degustó los platillos típicos; asimismo, el marco primoroso serviría para escuchar las demandas. Fue el momento perfecto, el escenario inmejorable. Antonio Medina que actualmente es el mandatario municipal aprovechó y, ya con la figura del mandatario federal, entregó una solicitud. AMLO solo necesitó un par minutos y cumplió. Se comprometió a rehabilitar y reconstruir la red vial y así fue.
Gracias a la lectura de Antonio Medina y al compromiso del presidente se logró mejorar la comunicación. Recordé ese capítulo importante porque trascendió en el estado. AMLO demostró su compromiso y manifestó que, ese largo bagaje por todo el país, sirvió para alimentar el espíritu de un auténtico hombre del pueblo de servir.
Hubo disposición y siempre la habrá, porque López Obrador se forjó en medio de las necesidades; estuvo a merced de las carencias y supo responder a los retos. Así que, la cecina de Morelos, solo fue una llave de entrada al baúl de los recuerdos cuando la esperanza sigue intacta. Esto se basa en un testimonio lleno de efervescencia que produjo un presidente de la República que hoy por hoy le tiende la mano al pueblo.