Mejor y más certero que el Weather Channel, así es mi amigo Frank. Hace unos días mientras preparábamos el programa de radio diario, me dijo: “vamos a apurarnos porque ahí viene una tormenta y no hay fibra óptica que se le ponga a los fregadazos a las que caen acá, y prepárate porque va a caerles encima allá donde andas.”

Y así fue, con sus relámpagos y truenos nos cayó con remitente Atlanta y destino estas bárbaras, vapuleadas y virulentas tierras del sureste mexicano.

Les platico: a mí me gusta la lluvia, mojarme con ella, ver llover en medio de relámpagos y oír los truenos.

Cuando todo esto se vuelve una tormenta, “más mejor”, como decía mi tío el “meteorológico”, (así se nombraba a sí mismo en vez de meteorólogo) -que murió a los 35 años de una neumonía NO atípica como las que con ese nombre disfrazan ahora a las mortales del virus.

Fue la vez que a mis 6 años conocí el “mar”, que no era mar, sino una presa, pero que para mí lo fue.

El día en que murió, hacía tres que habíamos regresado de la Presa Falcón a donde íbamos a cazar ranas.

¿Alguna vez han probado las ancas de ese batracio? Si no lo han hecho, se están perdiendo de un manjar, aunque con esto contradiga lo que acaba de decir MALO en su mañanera desde Campeche:

“No se trata de comer lo exótico, sino lo tradicional: arroz, frijol, maíz, porque sin maíz, no hay país”. Esas fueron sus palabras desde el templete que le improvisaron para su rueda de prensa en esta ciudad amurallada.

Bueno, entonces la tormenta de estos días -que se llama “Cristóbal”- hizo que del cielo cayeran como fragmentos de bichos que podrían ser los despojos del microscópico corona que nos trae en friega.

Quién sabe qué eran. De tan raros que se veían no había mano que se atreviera a tocarlos y entonces me acordé de cierta novela del “realismo mágico” en la que de pronto en el pueblo de los protagonistas comenzaron a llover sapos y ranas, como las que yo cazaba con mi tío en la Presa Falcón.

En estos días de tormentas tropicales ocurre la inexplicable gira de un presidente que no se haya estando encerrado a pesar de las cada vez más desgañitantes súplicas oficiales de “quédate en casa”.

Por más que el sub Gatell se atrevió por primera a contradecirlo diciendo que “la epidemia de Covid-19 está en su máxima intensidad”, él se fue a darle el banderazo al trenecito maya en entidades pintadas de rojo por la emergencia sanitaria, y a darse los baños de pueblo que tanta falta le hacen a su decreciente popularidad.

Él le sabe muy bien a eso. Es un consumado virólogo-politólogo para darse cuenta cuando debe levar anclas y hacerse a la mar, por más embravecido que esté el oleaje.

No dudo que más de uno de sus “estorbantes” se haya vuelto ayudante al decirle que para qué se arriesga a engriparse con los aguaceros y peor tantito, a que se le vaya a pegar el mentado virus.

Allá sigue y va rumbo a Tabasco, donde el rojo del mapa sanitario de la emergencia está más carmesí que el de Campeche.

Hoy hizo declaraciones acrobáticas sobre el tema. Juzgue usted si no:

1.- “Lo que se ha logrado es por el comportamiento ejemplar de que nos quedemos en casa si no tenemos alguna actividad esencial. Salgamos solo para lo indispensable. No nos confiemos. Es una pandemia muy dañina; afecta mucho; duele que se pierdan vidas humanas, como está sucediendo; no son cifras, son vidas; hay mucho dolor. Vamos a cuidarnos mientras no haya vacunas”.

Señor presidente. ¿Usted no se queda en casa porque ésta gira es indispensable? ¿Su comportamiento es ejemplar? ¿No se estará usted confiando demasiado? Su vida es muy valiosa como la de cualquier otro mexicano, pero además es el presidente.

2.- “Se mal entendió lo de la nueva normalidad. Creo que es natural el cansancio (del encierro); son muchos días. No todos tenemos casas amplias, ni un salario. Eso hay que tomarlo en cuenta, sin embargo, hay que cuidarnos; si nos cuidamos no hay contagio; debemos esperar a que haya vacuna.”

Señor presidente. ¿A usted lo cansaron los muchos días de encierro? ¿Qué no tiene usted una casa amplia y un salario como para haberse quedado en casa, como es su recomendación? ¿Andar de gira en estos días es cuidarse para evitar contagio? ¿No se podría esperar a que haya vacuna?

3.- “La afectación de la pandemia varía en cada entidad. Campeche tiene menos casos que Tabasco y son limítrofes”.

Señor presidente, pero da la casualidad de que usted va de Campeche rumbo a una de las zonas más rojas de la epidemia: su Estado natal.

4.- “Que los adultos mayores no salgan. Que se queden en casa. Hay que seguir cuidándolos”.

Señor presidente, según el ISSSTE, en México se considera “adulto mayor” a una persona que tiene más de 60 años.

Aquí tiene la liga oficial del ISSSTE:

 

Usted nació el 13 de noviembre de 1953, o sea que tiene 67 años cumplidos. Y si usted entra en la categoría de “adulto mayor” ¿qué anda haciendo fuera de su casa? ¿Por qué no aplicó su propia recomendación de quedarse para cuidarse y que lo cuiden?

 

CAJÓN DE SASTRE

“¿En qué quedamos, señor presidente?”, pregunta la irreverente de mi Gaby.

placido.garza@gmail.com

PLÁCIDO GARZA. Nominado a los Premios 2019 “Maria Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY; “SIP, Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de Periodismo”. Desarrolló la primera plataforma BigData de México, para procesar y analizar altísimos volúmenes de datos en segundos. Miembro de los Consejos de Administración de varias corporaciones transnacionales. Exporta información a empresas y gobiernos de varios países, que es utilizada para tomar decisiones y convertirla en inteligencia. Escribe diariamente su columna “IRREVERENTE” para prensa y TV en más de 50 medios nacionales y extranjeros. Maestro en el Tecnológico de Monterrey, la U-ERRE y universidades de Estados Unidos. Como montañista, ha conquistado las cumbres más altas de América.