En vísperas de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación emita la declaratoria de validez de la elección presidencial, así como la declaración de presidente electo a favor del priista Enrique Peña Nieto, el mandatario capitalino, Marcelo Ebrard Casaubón, acaparó los reflectores.

Irguiéndose como el fututo líder de la izquierda electoral mexicana, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, al frente de los gobernadores en funciones y electos de las fuerzas progresistas, fue efusivo y contundente en sus declaraciones concernientes a la próxima resolución del juicio de nulidad que se lleva a cabo en el TEPJF.

En el discurso del otrora aspirante presidencial se manifestaron claros atisbos de lopezobradorismo; de manifiesto quedó que con él pretendía, y lo logró, causar polémica en la prensa y despertar simpatías entre los simpatizantes de Andrés Manuel. Logró una sutil ambigüedad para en un futuro no pecar de incongruente; y convenció al sector de la izquierda que no lo eligió como s candidato a la Presidencia de la República.

Por un lado, aseguró Ebrard Casaubón, amagando con adentrarse en la arenga del fraude y la imposición, que el Tribunal podía actuar cínicamente como lo hizo en 2006; no obstante, del mismo modo aseveró que la otra opción sería que el Trife desahogara las pruebas presentadas por Movimiento Progresista y determinara que por el valor probatorio de las mismas no habría de ser posible otorgarle la razón, y que por lo tanto resolviera a favor del PRI.

Así las cosas, el titular del Ejecutivo del GDF logró cautivar a los lopezobradoristas con interrogaciones retóricas como “¿el Tribunal está a la altura del pueblo?”, dejándose una salida mediante la connotación jurídica de su discurso para, luego del fallo del TEPJF, pueda mantenerse alejado de quienes griten “¡imposición, ilegitimidad, fraude!”, alegando que, si bien este último demostró precariedad y vileza; no obstante, constituía una institución y no podía desconocerla. Esto último le permitiría mantener su capital político conformado por clases medias e independientes.

¿Qué logra con todo esto Marcelo Ebrard Casaubón? Sencillo. Logra irse perfilando hacia el 2018 como el presidenciable fuerte y de peso dentro de la izquierda electoral mexicana. Porque claro está que su sucesor, Miguel Ángel Mancera, en caso de desempeñarse bien en su cargo, le hará competencia, en especial dentro de los ciudadanos ajenos a la izquierda. Y entre ambos se dividirán a los ciudadanos pertenecientes a la clase media; sin embargo, quien ocupará la candidatura presidencial dentro de 6 años será el que convenza al obradorismo. Y el actual mandatario capitalino ya empieza a convencer, a perfilarse.

Faltan 6 años. Pero ya empieza a despejarse el paisaje.

A crear conciencia.