La sed de la Ciudad de México es insaciable y así ha sido desde que los españoles cambiaron la concepción que tenían los mexicas respecto a la administración del agua.

Recordemos que Tenochtitlan era una urbe rodeada de grandes lagos y que los mexicas, en vez de expulsar el agua, aprendieron a convivir con ella mediante un sistema de canales por los que no sólo se transportaban ellos, sino que les servían para impulsar el intercambio de mercancías. 

Pero la concepción de desarrollo de los españoles provocó que esa convivencia armónica con las abundantes aguas del Valle de México cambiara de manera radical.

Desde que los europeos ocuparon Tenochtitlan su propósito fue expulsar el agua para que la naciente capital de Nueva España floreciera.

La concepción de desarrollo de los españoles no concebía que hubiera exceso de agua en la ciudad, así que comenzaron las obras para expulsarla.

Hoy a siglos de distancia la Ciudad de México vive amenazada por una gran inundación y los gobiernos federal y local hacen obras para expulsar el exceso de agua que siempre se hace presente en época de lluvias.

Es como si la naturaleza llegara cada año a recordarnos que esta zona es lacustre y que cuando la ciudad quede vacía las aguas cubrirán una vez más el Valle de México.

Lo paradójico es que, pese a la abundancia de agua en la región, cada año la ciudad sufre la amenaza de quedarse seca, pues las fuentes de líquido más cercanas se encuentran agotadas.

Hace años que el acuífero del Valle de México se encuentra sobreexplotado, y prueba de ello son los constantes hundimientos, sobre todo en la zona oriente de la ciudad.

También hoy las fuentes externas como el sistema Cutzamala resultan insuficientes para la demanda, y hace apenas unas semanas el director de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) José Luis Luege Tamargo informó que nuevas fuentes de abastecimiento ya están por explotarse en zonas cada vez más lejanas.

Ahora, planteó el funcionario, se obtendrá líquido del estado de Veracruz, en particular del río Tecolutla, y de un acuífero situado en el estado de Hidalgo, en la zona del municipio de Tula.

También se ha planteado extraer el líquido a una profundidad de más de 2 mil metros, según reveló recientemente el director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, Ramón Aguirre.

De esa forma, el paradigma de buscar fuentes de abastecimiento cada vez más lejanas y al mismo tiempo expulsar el líquido en temporada de lluvias sigue vigente, a siglos de distancia de la llegada de los españoles y no se ve para cuando podría cambiar.

Técnicos se han pronunciado por dejar de invertir en traer agua de cuencas cada vez más lejanas y, en cambio, destinar recursos para controlar las fugas de la red, que, según cálculos de Conagua, alcanzan cerca de 40 por ciento del caudal que llega a la ciudad.

La necesidad de nuevas fuentes de agua es ya hoy un asunto de seguridad nacional y si no cambiamos de paradigma la crisis que hoy experimentamos tenderá a agravarse.