Andrés Manuel atacó a Enrique  efectivamente, e ignoró a Josefina y a Quadri. Se preparó para transmitir su propio mensaje. Apuntaló la necesidad del cambio verdadero y de un estilo de vida basado en la honestidad en el rechazo a la corrupción. 

Se lanzó al Zócalo al finalizar el debate para informarle a la gente que se impedirá el propósito de imponer al PRI porque la esperanza es que el pueblo de México estará a la altura de las circunstancias.   

Enrique fue arrinconado por Andrés Manuel.  A duras penas pudo defenderse, pero a la vez  le pegó a Josefina cumpliendo su parte en el teatro del PRIAN. Se mostró tan repetitivo e insustancial como se le conoce.  

El que no atacó para nada al supuesto puntero fue Quadri, el peón de la maestra, cuyo divorcio de Calderón, como sabemos, la llevó de nuevo a  brazos del PRI.

Gabriel llegó relajado, seguro de sí mismo, eufórico y articulado, la consigna fue lanzarse a la yugular de AMLO por orden de su mentora, pero a este no le llegaron sus lances. 

El IFE pierde, porque no ha actuado a la altura de las expectativas como institución ciudadana independiente. Organiza un debate que resulta mediocre.  No sorprendió con la exigencia de una transmisión de calidad, donde se mostraran a la ciudadanía a todos los actores en el cuadro y sus reacciones.  Si no se modifican sus “formatos” de producción, seguirán perdiendo. Eso sí, abrieron el telón  de su primer debate con edecán estelar de “rompe y rasga” al frívolo estilo  y en remembranza de los monopolios televisivos, que han insistido históricamente en “programar” en desviar a México hacia lo chafa, hacia lo vulgar y como aseguró el líder progresista en el Zócalo, quieren  imponer a EPN.