Desafortunadamente, cuando uno de los visionarios más grandes de la Historia de México, el Ex Presidente y General Antonio López de Santa Anna quiso hacer un buen negocio vendiendo la patente del chicle a los Adams de Estados Unidos, el sistema neo-conservador de México ya estaba muy encaminado en intentar borrarlo de le Historia Nacional, y no logró su sueño; el chicle, gramaticalmente de origen náhuatl, igual que el chocolate, es un producto natural, el chocolate, es una receta, 100% originaria de México que Cristóbal Colón le regaló apasionadamente a España en algún momento con tal de quedarse con la autoría del Descubrimiento de América.

Pasaron los años, los siglos, y todo el Mundo pirateó la receta del chocolate, desde Suiza hasta Australia, pasando por Estados Unidos, Argentina y Sudáfrica; otros países sí patentaron sus aportaciones, como Francia la pasteurización, que es simplemente un proceso, o Alemania la aspirina, que al igual que el chicle, es un producto natural.

Todavía estamos a tiempo, y, si como dicen, el hubiera no existe, deberíamos patentar y cobrarle al Mundo por la receta del chocolate, basándonos en leyes internacionales, por lo menos, 0.5% por su producción y consumo y 0.05% por la utilización del nombre chocolate, traducido tal cual a infinidad de idiomas, y los que no estén de acuerdo, que no utilicen la receta con cacao de México ni le llamen chocolate al chocolate; y no lo haríamos de manera retroactiva, podríamos hacerlo con la filosofía de otro Ex Presidente de México, Luis Echeverría Álvarez: “Arriba y Adelante”, hoy, que es su cumpleaños 97.

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