Es un ?secreto? a voces. Es algo que se sabe pero se desconoce su magnitud. Es uno de esos temas sucios e incómodos que las autoridades no mencionan en sus informes. Lo peor: Es algo que la cultura de México no solo tolera sino que promueve.

Hablamos del robo de medicamentos al IMSS (o el ISSSTE u otras instituciones de salud).

La semana pasada se dio a conocer la noticia de la captura de un empleado de una unidad de salud del IMSS el cual había robado varias piezas de somatotropina (hormona del crecimiento), con el fin de venderlas a gimnasios en la ciudad de Monterrey.

Este no es un caso aislado, si bien es muy raro que se haya detectado y que hubieran detenido al ladrón.

En las instituciones de salud, el robo de medicamentos es cosa de todos los días. Los autores son generalmente, empleados que tienen acceso a las farmacias y botiquines de las Unidades Médicas, Hospitales de Zona o Centros Médicos de Especialidad.

La finalidad de los robos es la venta de estos medicamentos en el mercado negro. Un mercado que lamentablemente es fomentado por la cultura de la gente en nuestro país, que gusta de comprar de manera ?informal?, a mejor precio y con todo el conocimiento de que lo que se compra, es robado.

Un problema cultural

En México se arropa y protege a los ladrones. La gente los defiende y fomenta sus negocios. Mercados, tianguis, puestos informales y hasta cajuelas de autos, sirven para expender toda clase de medicamentos robados y la gente los compra aún al ver la leyenda: ?Propiedad del Sector Salud. Prohibida su venta?.

Pretextos para comprarlos hay muchos y el más socorrido es que la gente no tiene dinero para medicamentos. Sin embargo, quienes compran no son campesinos ni indigentes, son en su mayoría gente de clase media que posee teléfonos celulares y ?iPods?.

Algunos de estos medicamentos requieren cuidados y almacenamientos especiales. Al ser robados, nada garantiza que sigan estando en buen estado o no hayan sido adulterados. La gente lo sabe, pero prefieren correr el riesgo.

Sería entendible (si lo fuera), que una familia desesperada buscara un medicamento para tratar el cáncer o la diabetes, pero ¿hormona del crecimiento en un gimnasio? No es que el aumentar los músculos le vaya a salvar la vida a nadie.

Otro ejemplo: La toxina botulínica se utiliza para relajar los músculos en los pacientes con parálisis espásticas. Su valor en el mercado es de más de $3,000 pesos el vial y un paciente llega a utilizar dos o tres viales cada ocho meses para su tratamiento. Esta toxina es robada, pero no para tratar parálisis en niños, sino porque uno de sus nombres comerciales es Botox®. La toxina es vendida a salones de belleza y ?cosmiatras? sin entrenamiento médico, quienes la aplican en la clandestinidad. En los peores casos, médicos estéticos la compran aun sabiendo que es del Sector Salud, ya que el margen que obtendrán al aplicarla a una paciente será mucho mayor que al comprarla directamente al fabricante.

Se desconoce el daño

No existen cifras oficiales del monto de lo robado, ni existe algún documento que lo cuantifique. Es una verdad incómoda para los directores de unidades de salud, así como para las autoridades y funcionarios. Seguramente es porque el sistema de abasto, resguardo y dispensación de medicamentos es terriblemente obsoleto y absurdo. Pone medicamentos de alta especialidad en manos de gente irresponsable y sin entrenamiento, fomentando la corrupción y el delito.

Para evitarse la pena, muchas unidades de salud prefieren no correr riesgos. Como no pueden resguardarlos y no quieren hacerse responsables, sencillamente ya no piden los medicamentos más caros o más especializados. El paciente, como siempre, es quien sufre.

Como hemos hablado en otros artículos, el presupuesto del Sector Salud se encuentra en riesgo de ser recortado y el IMSS sufre una gran crisis en su operación. (http://www.sdpnoticias.com/nacional/2015/10/26/el-imss-no-se-privatiza-es-verdad-mejoran-sus-servicios-es-falso) y (http://www.sdpnoticias.com/nacional/2015/10/19/mexico-requiere-mas-dinero-para-la-salud-y-el-gobierno-se-lo-quita)

La queja número uno en la medicina institucional, es la falta de medicinas. Si a esta problemática le sumamos las repercusiones tiene el robo de medicamentos e insumos, el escenario se torna bastante malo.

Es necesario un programa específico que cuantifique el daño, analice las fallas en el sistema y proponga soluciones drásticas. Cambiar el sistema de suministro sería un buen comienzo.

El sistema de salud no puede seguir desangrándose.

De las alternativas al sistema de abasto y dispensación de medicamentos, hablaré en otra entrega.

(El autor es Médico Cirujano y consultor en comunicación en salud).