Leo hoy un escrito de Federico donde mide como iguales en honestidad a cuatro candidatos presidenciables incluyendo a Andrés Manuel. Termina diciendo de uno de ellos, el secretario de educación Aurelio Nuño, que es igual de honesto y auditable que AMLO, y que no lo descartemos porque podría ser candidato del PRI. En esto último, de acuerdo. En lo que no estoy de acuerdo, es en la comparativa entre el líder de MORENA con el secretario de educación de EPN en el tema de honestidad. Con la urgencia tan atrasada tan desgastada y que persiste, para poner en marcha nacionalmente una verdadera revolución educativa que se vea y que se sienta como lo hicieron en la India—la reforma educativa a la mexicana ha demostrado ser mediocre, desorden administrativo, mala planeación que no reditúa, que no muestra avance, sin canalizar seguimiento hacia la eficacia.
La apreciación de cada quien es respetable, pero la realidad puede ser distinta. ¿Se es honesto por ser auditable? No, no es suficiente ser auditable para ser honesto. Pero a lo mejor el ser honesto de Nuño puede referirse a su fidelidad a EPN, a que apoya y ejecuta orden del régimen sin dar cabida a intervención u opinión ciudadana, sin consenso para determinar estrategias aprobadas entre ambos ciudadanos y gobierno como debía ser la democracia. Comparar en cuestión de honestidad a AMLO con el secretario de educación Aurelio Nuño, o con la señora de Calderón, pudo también haber sido porque como en toda encuesta va adelante MORENA, se necesita más quorum para acechar la candidatura puntera, como sabemos sin competencia no hay emoción, no hay polémica. O quizá honestamente Federico siente que el secretario de educación de Peña Nieto podría ser un buen competidor por parte del PRI.
La palabra honestidad abarca demasiadas facetas de la vida humana, por lo que no permite ser encasillada en la idea general de aquel que no roba o aquel que no miente. Preguntemos a cualquier funcionario de gobierno que ejecuta un fácil jugoso negocio o transacción monetaria por favores otorgados gracias a su investidura pública, si por ello ha sido deshonesto, dirá que no.
Ser honesto encierra la actitud de la persona ante cualquier situación cotidiana. La forma en que calibra la balanza de la justicia, que da prioridad a la transparencia. Cualquier honestidad posible venida del Sr. Nuño, la Sra. Calderón o el Sr. Narro, políticamente hablando, es opacada por la debilidad, por la mediocridad, por la sumisión, por el contubernio con el régimen durante su vida pública, por su apoyo a decisiones venidas del coto de poder ignorando el derecho a una existencia productiva y feliz para el pueblo dada la riqueza de su territorio. Los tres presidenciables mencionados arriba son y han sido cómplices de la frivolidad gubernamental, de las manipulaciones de las mentiras para permanecer al mando sin contar con los requeridos resultados, sin dar el ancho. Por consecuencia, no han sido derechos porque se han confabulado con chuecos. Como empleados públicos han fallado, no han cumplido a la ciudadanía--única razón de su trabajo—porque el esmero está puesto en satisfacer al poder.
Hemos dicho en numerosas ocasiones que AMLO no es impoluto desde luego ni exento de faltas, tampoco puede responder por acciones de sus subordinados, habrá de seguir podando la mala hierba. Pero honesto y auditable sin duda lo es, lo que es una notable excepción como político mexicano, como longevo líder social en nuestra vapuleada nación donde, no deja de reinar la corrupción, la impunidad, las simulaciones y turbiedad del aparato de procuración de justicia, caso fresco el del veracruzano amigo del presidente. Por lo que empatar a AMLO o compararlo en igual rango que a los tres presidenciables mencionados arriba, representantes del gobierno actual tan falto de honor y de credibilidad, opino que no es justo, ni acertado.