-Es usted un chingón- le dice el directivo de OHL al entonces Gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto.
Se lo dice en voz baja, pero efusivamente.
Es un evento público donde inauguran una magna obra. Los dos están sentados, uno junto al otro. Ninguno sabe que esa imagen, años más tarde, servirá para que el Presidente de la República sea atacado, por parecer que es blanco de ninguneo.
Nada de eso. Lo que pasó es lo siguiente.
En el evento, el directivo encuentra la oportunidad de expresarle al Gobernador algo que siempre ha querido decirle.
-Es usted un chingón- le dice.
Se acerca, se inclina un poco hacia él y le dice:
-Es usted un chingón.
El Gobernador escucha y lo toma bien. Incluso, le parece un gesto que llena su ego. Pero en un evento público no encuentra otra forma de corresponder al comentario que abriendo un poco las manos, para ubicarse con seriedad en el contexto. El Gobernador lo voltea a ver y le contesta.
-No, no Andrés, no es para tanto, yo todo lo hago por el bien de mi Estado, no es para tanto.
El Gobernador sigue con las manos abiertas, como sorprendido, pero a la vez como queriendo expresar algo más.
-Sí, cómo chingados no, este país te agradece que hagas obras como esta- agrega Andrés.
-No, yo sólo cumplo con mi trabajo, para eso votaron por mí.
El directivo de la empresa transnacional extiende su dedo índice y lo apunta hacia el Gobernador, para repetirle una vez más la frase.
-Entiéndalo, es usted un chingón, y un día México se lo agradecerá.
-No, Andrés, no me digas eso, no tienes que decírmelo.
-Se lo digo porque tenía ganas de decírselo, y hoy es un buen momento. Hágase más para acá, un poquito, que se lo quiero repetir.
-Es usted un chingón.
-Por qué dices eso, por qué, no lo digas por favor.
-Lo digo para que me escuche? ¿O a caso quiere que se lo diga ante el micrófono, ahora que me toque mi turno?
-No, por favor, no en esos términos, te saldrías del protocolo.
-Entonces no me interrumpa cuando estoy hablando. Es usted un chingón.
-No, no.
-Sí, sí.
-Como tú quieras, Andrés, pero desde mi punto de vista, como Gobernador del Estado de México te digo que todo lo hago por el bien del pueblo. Y no tienes por qué calificar mi mandato de esa manera. Sólo soy un servidor público responsable.
-Perdone usted señor Gobernador, que lo señale con mi dedo índice, pero es mi manera de decir lo que pienso.
-No me digas eso Andrés, porque el chingón eres tú.
La foto se termina. Queda para la historia. Entonces, cuando ya se ha agotado la imagen, los dos personajes se enfrascan en una gran carcajada.