“No estamos hablando de eso, estamos hablando de la rifa del avión” respondió el Presidente –con evidente fastidio- a un corresponsal extranjero que lo cuestionó sobre el aumento de deportaciones de mexicanos desde Estados Unidos, muchos de ellos desplazados por la violencia y la pobreza. Su prioridad era el montaje de la obra de teatro.

Pero la terca realidad se impuso. El propio Presidente fue quien tuvo que revelar el engaño: se sorteará dinero, no el avión presidencial; ese seguirá siendo del gobierno y serán mucho mexicanos –me excuso de la patraña de participar en el sorteo- quienes paguen su valor actual y su mantenimiento. Quienes se saquen la rifa, del avión presidencial sólo recibirán su imagen en los 100 boletos premiados.

Ha sido el fraude más grande en la historia del país. Ni Franz Kafka hubiera imaginado con tal exquisitez este embuste. La mentira que se construyó desde la campaña presidencial –la venta del avión presidencial- era insostenible. Sin embargo, hoy mismo podríamos estar muy lejos de conocer su desenlace.

El viernes pasado vimos a un Presidente desesperado ante el fracaso económico de su administración, particularmente en materia de salud. La rifa del avión presidencial fue una burda pantalla para hacer un vulgar sorteo de lotería que permita obtener recursos para salvar del colapso al Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), y al mismo tiempo, pagar el costo y mantenimiento de la aeronave que seguirá siendo del gobierno.

Lo que el Presidente no pudo obtener de algún millonario extranjero o de alguna empresa de aviación comercial, ahora lo sacará del dinero de los bolsillos de los mexicanos, vendiendo la expectativa de volverse millonario con un golpe de suerte. Pretender que los mexicanos paguen el avión por segunda vez y que éste siga siendo del gobierno sólo puede suceder en la retorcida imaginación de un mentiroso: esas ideas perversas no las tiene ni Trump.

Y aunque el Presidente y a la 4T no entiendan de números –razón por la que el país está postrado en una recesión-, es necesario referirnos a ellos para poner en contexto de lo que hoy ocupa la agenda pública.

Se ha dicho que se realizará un sorteo –hay quien en su desvarío insiste que se trata de la rifa del avión-, de 2 mil millones de pesos que se repartirá entre 100 ganadores que obtendrán 20 millones de pesos cada uno. Por su parte, el gobierno obtendrá una utilidad de otros mil millones de pesos producto de la venta de 6 millones de cachitos de lotería a 500 pesos cada uno.

Estos mil millones de pesos, según ha dicho el Presidente el viernes pasado, serán utilizados para garantizar los servicios de salud y equipar los hospitales públicos.

Eso también es falso. Según expertos de la Lotería Nacional, se requiere al menos el 12% del valor total del sorteo –algo así como 360 millones de pesos- para gastos de operación: venta y distribución de boletos físicos y electrónicos, comisiones por venta a farmacias, tiendas de autoservicio y supermercados; la participación de compañías telefónicas para la venta de boletos a través de SMS y aplicaciones móviles, además de los billeteros y expendios. En el mejor escenario, si se venden todos los boletos, el gobierno obtendrá unos 640 millones de pesos y los impuestos que cobre a los ganadores.

Para documentar su optimismo: cancelar el NAICM costó 71 mil mdp más lo que costará construir Santa Lucía. El programa sembrando vida tiene un presupuesto de 25 mil millones de pesos, por lo que la utilidad del sorteo serviría acaso para cubrir lo correspondiente a un par de semanas de subsidios.

Si lo que el Presidente pretende es rescatar el Insabi de su colapso inminente, se ha engañado a sí mismo. Este año el Instituto tendrá un presupuesto superior a los 150 mil millones de pesos -112 mil de presupuesto más 40 mil del extinto Seguro Popular-, por lo que mil millones de pesos apenas alcanzará para algunas camas de hospital y medicinas.

Esta vez el Presidente nos vende el sueño de ser millonarios. El gobierno no tiene más dinero para financiar sus ocurrencias, tampoco su sistema de salud. ¿Qué sigue? ¿Hacer tandas presidenciales?

Ojalá el Presidente pusiera el mismo empeño en resolver el abasto de medicinas como en rifar el avión presidencial. Ya no habría niños con cáncer suplicando por su vida.

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