Francamente decadente la presentación de la Sonora Santanera como acto previo al informe presidencial de López Obrador. Tal vez se haya querido agradar al pueblo con una música que en algún momento fue gustada y que hoy se escucha con supuesta añoranza. Una expresión que tiene sus propios espacios pero que en el Zócalo sonó a canciones mal tocadas, peor cantadas y con letras trasnochadas. La verdad es que los restos de lo que fue la agrupación original son mediocres, desangelados. Hayan actuado de manera gratuita o no, fue un espectáculo absolutamente fuera de lugar. 

Muy distinto habría sido que en vez de este grupo actuara la Filarmónica de la Ciudad, la Sinfónica Nacional, la Orquesta de Cámara de Bellas, por mencionar algunas. Y con un programa ya bastante popular, no obstante tener etiqueta de clásico, conformado por ejemplo con el consabido Huapango, de Pablo Moncayo, Sones de mariachi, de Blas Galindo, Sensemayá, de Silvestre Revueltas, Sinfonía India, de Carlos Chávez, e incluso el facilón Danzón, de Márquez. 

Y agregaría Salón México, de Aaron Copland, para sugerir que, en el ánimo latinoamericanista que empieza a permear en el discurso de López Obrador y su lenta pero progresiva influencia en la región, pudiera recrearse, junto con las piezas mencionadas en el párrafo anterior, el extraordinario disco que grabara Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York en 1963, Fiesta Latinoamericana.

Después del preámbulo musical, inició el informe del presidente con una asistencia de 250 mil personas en la plancha de la Plaza de la Constitución. Contrastando con los alrededor de 8 mil personas que asieron a la marcha opositora de ánimo golpista (panistas y perredistas apriízados; aunque en realidad, el PAN y el PRD salieron peor que el PRI), números de acuerdo a las cifras oficiales de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la CdMx (SDPnoticias; 01-12-19). Informe que, según algunas mediciones, escuchó total o parcialmente casi un 50% de la población y de esta, más del 80% lo consideró un buen o muy buen mensaje (AMLOVEmetrics; SDPnoticias, 01-12-19).

Después del espacio dedicado propiamente al informe del estado de cosas, de los datos, de las acciones, los programas sociales, los cambios, del combate frontal a la corrupción, la redistribución del presupuesto, el cotejo entre crecimiento y desarrollo, llegó el punto más esperado o al menos más emotivo. El que comenzó con la afirmación del antes y después de la guerra contra el narcotráfico iniciada por Calderón Hinojosa en febrero de 2007 y las consecuencias de la misma que llegan hasta hoy en los ejemplos de Minatitlán, Aguililla, Culiacán, Bavispe y Villa Unión. Todos saben, López Obrador el primero, que el de la violencia y la inseguridad es el tema número uno, que si no avanza en él en poco se tendrán los demás logros de su gobierno. (Queda este elemento como pendiente mayor junto con el crecimiento de la economía, que potencialmente tendría que activarse con las grandes obras públicas que están ya en proyección o incluso iniciándose, como el aeropuerto “Felipe Ángeles” y la refinería de Dos Bocas; otros son el Corredor Trans-ístmico y el plan de infraestructura para el país recién presentado en Conferencia de Prensa matutina).

Los momentos más aplaudidos hacia el final del informe se dieron cuando el presidente explicó la relación de mutuo respeto con Donald Trump en los distintos temas bilaterales (aunque sea en términos meramente diplomáticos); al reconocer claramente a Evo Morales como presidente de Bolivia asilado en México tras el golpe de Estado cometido en su contra (“De México para el mundo sostenemos: Democracia sí, militarismo, no”); y al dar la bienvenida al bien querido por el público, José Mújica. Asimismo, al momento de la sólida y firme despedida con frases como “todavía lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer”; “está en marcha una nueva forma de hacer política, un cambio de régimen, ahora nos guiamos por la honestidad, la democracia y el humanismo”; “estoy seguro de que cuando cumplamos dos años de gobierno, los conservadores ya no podrán revertir los cambios” porque como decía Juárez, “el triunfo de la reacción es moralmente imposible”; “lo que más deseo con toda mi alma es que en un año más vivamos en una sociedad mejor, más libre, justa, próspera democrática, pacífica y sobre todo fraterna”; “siempre he tenido un ángel de la guarda que se llama pueblo”; “al pueblo le debo todo lo que soy”; “yo sólo soy un dirigente, el pueblo es el gran señor, el amo, el soberano, el gobernante, el que verdaderamente manda, gobierna y trasforma”. Y se desgranó el aplauso final del Zócalo con otra frase de Juárez: “Con el pueblo todo, sin el pueblo nada”.

Y después del himno nacional, mientras López Obrador se encaminaba a Palacio Nacional, sin mucha atención por parte del público comenzó la actuación del flautista Horacio Franco. Equívoco organizativo. El músico debió de haber tocado al inicio del evento por tener su instrumento y su repertorio una naturaleza suave, delicada que contrasta, naturalmente, con la algarabía, los gritos y el ruido de la conclusión del acto. No sugiero que tocara en lugar de la Sonora Santanera, sino al principio, como un encantador, un cautivador de la audiencia. En lugar de aquella debió de tocar alguna orquesta de otra naturaleza, ya lo dije arriba. El salto cualitativo sería evidente, de la mera emocionalidad básica y local al sentimiento nacional, latinoamericano y universal. Algo más conveniente, ad hoc al discurso oficial vigente. Alguien está haciendo un trabajo errático en la Secretaría de Cultura o en la Presidencia.

Ya lo he dicho antes, Oscar Wilde escribió en algún ensayo que no había que degradar el arte y la cultura para “cultivar” al pueblo, que es el hombre quien tiene que elevarse. Dando con esta idea pauta a un sentido acaso equívoco de elitismo. Mas modificando la propuesta del dandi irlandés, es absolutamente necesario que las instituciones públicas procuren la recreación y difusión de las mejores expresiones humanas para ese necesario “cultivo” del pueblo. Un fenómeno indispensable en un proceso de cambio social e individual.