Justo cuando el Presidente Enrique Peña Nieto y el Secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong con una comitiva de 440 colaboradores partían en una criticada visita oficial a Francia por el alto número de la comitiva y los gastos que representaría, se dio a conocer en los medios de comunicación la fuga de Joaquín ?El Chapo? Guzmán Loera, quien es señalado como el narcotraficante más poderoso del mundo.

Tras los buenos resultados de las elecciones de junio, el gobierno de Peña Nieto parecía retomar el rumbo y sucedió lo imperdonable con la espectacular fuga, por segunda ocasión de un penal de alta seguridad, del escurridizo ?Chapo Guzmán?. La pregunta obligada es cómo es posible que el enemigo público número uno pudiese construir totalmente desaparecido un túnel de 1,500 metros, que pudiese incluso ser la envida por su calidad de la infraestructura construida en el sexenio, con luz, ventilación, escaleras y hasta un riel por donde presuntamente se sacaba la arena, para escapar de la prisión más de segura de México saliendo, como pez en el agua, por el suelo de la regadera. Nadie vio nada, nadie se dio cuenta: imposible.

El presidente es víctima de sus propias palabras y las de su equipo. En los días de euforia que siguieron a la detención de El Chapo, en febrero de 2014, afirmó públicamente que era ?responsabilidad del Gobierno? que la fuga del delincuente nunca más se volviese a repetir. En otra declaración, incluso aseguró que diariamente le preguntaba a su secretario de Gobernación, Osorio Chong, si lo tenía ?bien vigilado y seguro?.

La huida complicará también las relaciones con Estados Unidos que pidió su extradición cuando fue detenido en febrero de 2014, y que fue negada por las autoridades mexicanas, insistiendo desde el primer momento en que su sistema penitenciario era suficiente para El Chapo. El narco sería juzgado en México y las peticiones de extradición se ejecutarían después de cumplir la condena en su país. El embajador mexicano en Estados Unidos, Eduardo Medina Mora, dijo que Guzmán estaba en la prisión más fiable de México. Preguntado por la anterior fuga de El Chapo, en 2001, afirmó que esta vez ?no ocurrirá?. El anterior procurador general, Jesús Murillo Karam, descartó la extradición. Entre las razones dijo que desaprobaba la política estadounidense de llegar a tratos con narcotraficantes a cambio de cooperación. Los hechos refuerzan la exigencia norteamericana de entregar a todas y cada una de las cabezas de los cárteles aprehendidos y elimina cualquier resistencia para que Washington refuerce su presencia en México en el combate al narco.

Como ya es costumbre en su manejo de crisis, la respuesta del gobierno ha sido ambigua, acrecentando la desconfianza de la opinión pública. El titular de la Comisión Nacional de Seguridad; Monte Alejandro Rubido, con cara de indignación, se limitó a leer un comunicado con los datos básicos y recordar que se había puesto en marcha un protocolo de seguridad, siendo tomada como burla en las redes sociales; se anunció el cierre de acceso a la prisión, como si el Chapo fuera a regresar, pusieron retenes en las carreteras aledañas como control vehicular, por si el capo, que tuvo la logística para construir un moderno túnel estuviera escondido en una cajuela y cerraron el aeropuerto de Toluca, en caso de que el multimillonario criminal hubiera planeado trasladarse en línea comercial. En conferencia de prensa el titular de Gobernación declaró que ?los momentos de crisis no son para renunciar, son para enfrentarlos, ha sucedido un evento muy delicado que debemos evitar, consignar y lograr la recaptura de este delincuente?.

Se puede anticipar que su escape generará múltiples teorías conspirativas, de las cuales los mexicanos por su narrativa de vida somos tan proclives. ¿Quién ganará de todo esto? No es fácil entender, en efecto, cómo pudo escapar de la prisión más vigilada del país el hombre a quien los gobiernos de México y Estados Unidos describen como un delincuente de alto riesgo, y por cuya localización llegaron a ofrecer, respectivamente, 30 millones de pesos y siete millones de dólares. El episodio no sólo permite a la sociedad hacerse una idea del poderío y la capacidad de la delincuencia organizada, sino también de la suprema indolencia y la gravísima descomposición que imperan en las instancias gubernamentales.

Es inevitable poner entre comillas la condición de ?máxima seguridad? de las cárceles mexicanas que así se ostentan, sino también conceder que ha ganado terreno la percepción ciudadana de que las estrategias contra la corrupción, la inseguridad y la delincuencia son meros ejercicios de simulación.Queda claro la ineficacia de los controles de confianza en los sistemas de seguridad y procuración de justicia, por el momento ya encontraron los primeros chivos expiatorios: tres funcionarios del penal han sido cesados y es de esperar que varios terminen encarcelados, pero nada sucede con quienes los nombraron y estaban a cargo de supervisarlos. Asumir responsabilidades es un concepto desconocido para los altos funcionarios de este sexenio.

Quienes han estudiado al temible personaje destacan su tenacidad, su modestia en comparación con la ostentación de otros capos, su único capricho al parecer son unas pistolas de oro con sus iniciales grabadas, su superioridad intelectual y su calma. Lo describen también como un seductor cuya voz nasal y el ojo izquierdo paralizado le dotan de un especial magnetismo sobre amigos y enemigos.

La realidad es que el cruento Chapo se ha convertido en leyenda urbana y a puesto al Estado en Jaque, de no realizar el Gobierno de la República los cambios en aquellas Instituciones y Secretarías que se han visto rebasadas privilegiando la capacidad sobre el compadrazgo, hacer a un lado la simulación y la retorica actuando conforme a Derecho y otorgarle a la gobernabilidad y justicia social del país la misma importancia que a sus Reformas Económicas, se convertirá en Mate. Se acabó el tiempo.