“Soy mexicano y sé lo que es ser visto como el otro”  decía días atrás Guillermo del Toro durante la presentación de su última fábula cinematográfica, “ The shape of water” (la forma del agua). Lo decía en el Lido veneciano, ese lugar cargado de resonancias, donde pronto hará medio siglo que el profesor Aschenbach de Luchino Visconti miraba desde una vida extenuada hacia el amor imposible sin recibir el consuelo de una mirada. La película de Guillermo del Toro, galardonada con el León de Oro del Festival de Cine de Venecia, trata precisamente de la mirada sobre el otro para contarnos que es precisamente en esa mirada del otro donde existimos y donde anidan la identidad y la belleza. También lo aborrecible. El gran cineasta mexicano ha convencido a la crítica y al jurado del certamen con su modo de explorar las emociones por caminos no transitados. Todas las voces coinciden en resaltar la gran capacidad de seducción de la fábula de Guillermo del Toro, que los ha conducido con su lente a mirar y reconocer lo bello en los límites de lo posible.

Por la historia corre la savia de todas las historias que tratan de amores imposibles. Dos miradas se encuentran en un territorio oculto, inaccesible, como una suerte de submundo siniestro de metales sin resplandor, maderas, pasillos y luz de neón, en las márgenes del mundo, lejos de la vida coloreada de fuera, la de todos. Nos encontramos en un laboratorio secreto de los Estados Unidos durante el período caliente de la guerra fría, allá por 1963. La protagonista, una limpiadora muda y solitaria, Eliza Espósito se llama,-una vida marginal-, descubre su belleza en la mirada de un extraño anfibio con rasgos humanos, capturado en las aguas del Amazonas y mantenido cautivo en secreto. Un ser fantástico, imposible, pero capaz de entender y compartir emociones, un ser que siendo demasiado distinto se parece demasiado a los humanos como para merecer un lugar en su mundo. “Me ve como soy” dice ella, y ella también lo ve así.

Los aliados de Eliza son una afroamericana y un homosexual, personas marginadas en aquella América blanca y puritana de 1963.  Lo aborrecible, el peligro y el miedo proceden del poder que en la historia encarna el agente federal para quien el extraño ser del agua es un estorbo incompatible con la normalidad y por tanto ha de ser liquidado. Los otros, incluido un agente soviético, intentarán por todos los medios salvar al misterioso ser del agua. Los críticos identifican en la trama de Guillermo del Toro una suerte de parábola sobre el momento que se vive ahora en la América de Trump. Algo que el autor ni niega ni se molesta en confirmar. “El cine fantástico es un género político” arguye Guillermo del Toro, para quien “nuestra primera acción política debería ser escoger el amor por encima del miedo”.

Guillermo del Toro no es exactamente un “dreamer”, si bien no hace otra cosa que soñar porque su especialidad consiste en explorar lo real de los sueños. Es un mexicano universal, con una obra universalista desarrollada en mundos distantes de su Guadalajara natal, producida por empresas trasnacionales. Todo se lo debe a su talento. Su condición de mexicano es un reducto de conciencia e identidad pero también, como él mismo reconoce, objetivo de esa clase de miradas que te convierte en “el otro”. Mexicano, “el otro”. Desmintiendo el cálculo de probabilidades, Guillermo del Toro ha triunfado por la fuerza que da la convicción de que nada es imposible si se desea con intensidad y se lucha por ello. Hasta hace poco esa era la divisa de la sociedad americana. Ahora parece que las cosas han cambiado y los antiguos estigmas vuelven a rebrotar. La mirada del poder se fija en “lo otro” que tienen esos más de seiscientos mil “soñadores” mexicanos y las decenas de miles procedentes de todos los rincones del planeta. Lo tienen en sus rasgos, en su lengua, en sus nombres. Por ello se los somete a la angustia de la incertidumbre, y se cuestiona su derecho, tan americano, de luchar por un destino mejor. Es el poder temeroso de lo distinto que solo se siente como poder si es temido. Eso debe sentir el viejo millonario de la Casa Blanca cuando habla de hacer América grande de nuevo, un lema convertido en amenaza.

Guillermo del Toro dedicó el galardón “a cualquier director mexicano o latinoamericano que sueñe con rodar algo en el género fantástico como parábola y esté enfrentado a alguien que le dice que eso no se puede hacer. Sí se puede”.

La película será estrenada en México en enero de 2018.