La reforma educativa que impulsa el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto se enfrenta a muchas resistencias pero como todas las grandes transformaciones sociales, sin duda va a ser muy bien valorada en el futuro.

Si es en el mediano plazo mejor, pero Roma no se construyó en un día, y la verdad no creo que eso ocurra porque la tarea se avizora bastante larga y todo anticipa que el esfuerzo que se requiere para vencer las resistencias va a ser mayúsculo.

Creo más bien que habrá todavía mucho sudor y muchas lágrimas, (y seguramente la necesaria sangre en más de un garrote) para hacer imperar la ley y el interés general sobre el de los intereses particulares que representados principalmente por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ya vimos, se oponen a cambiar.

Los mexicanos a veces no entendemos bien a bien el discurso oficial cuando de ?políticas públicas? se trata, pero en el caso educativo, las cosas están claras: un país no puede aspirar a ser mejor si no otorga educación de calidad a sus niños y jóvenes.

Lo sabemos desde principios del siglo pasado, cuando el país que se convulsionaba por una Revolución, tenía esperanza en actitudes de personajes como Francisco Villa, que nunca fue a la escuela, pero que como gobernador interino de Chihuahua prefería pagar el sueldo de un maestro antes que el de un general, y que para muestra de lo bien que valoraba la educación tan solo en un mes abrió 50 centros escolares.

Después de todo lo que hicieron los gobiernos posrevolucionarios en materia educativa, hay quienes creen que el reto de la educación en México se centra en la igualdad; en ofrecer educación en todos los rincones del país,  y que los niños de Chiapas y de Guerrero tengan los mismos elementos educativos para aspirar a un futuro mejor, que los del DF o los de Nuevo León.

Yo difiero. Creo que la gran tarea modernizadora de la educación empieza por algo que debería darse por descontado pero que no existe: que los maestros estén certificados y actualizados, y que vayan a dar clases todos los días.

Si los maestros no llegan a las aulas por estar comisionados, o por estar en la protesta política; y peor, si se resisten a actualizar sus conocimientos como lo hacemos todos los profesionistas, sobre todo considerando la importante tarea formadora de nuevas generaciones de ciudadanos que implica su actividad, no se puede pensar en lograr la ansiada igualdad de oportunidades educativas de nuestros niños y jóvenes.

Pero empezar por los exámenes periódicos, pasar a los descuentos de quienes no den clases, debe ser apenas un primer paso antes de pasar a lo realmente fundamental: revisar planes de estudios, mejorar en serio la calidad educativa y en términos generales, planear desde las primeras aulas, el futuro de la sociedad mexicana como lo hacen Alemania, Francia ó Japón, por citar algunos ejemplos.

A esto último es que debe estar dedicado de lleno el secretario de Educación, Aurelio Nuño, y no a  distraerse jugando a las guerritas verbales con quienes insisten en presionar para mantener sus privilegios a costa del terrible daño que se le hace a los niños que se quedan sin clases. Tomada la decisión, el titular de la SEP no debería explicarla a cada rato, sino simple y llanamente proceder, primero a los descuentos, y en los casos previstos, al despido de los irresponsables.

Todavía más inexplicable resulta que Nuño Meyer se lance contra Andrés Manuel López Obrador y su proyecto, que no es nuevo, de crear instituciones educativas en las demarcaciones donde va a gobernar MORENA.

 La Universidad de la Ciudad de México (UCM) que creó como jefe del DDF y antes, la Universidad Popular de la Chontalpa (UPCH) que creó en Tabasco, son hoy dos instituciones ante las cuales no funciona el discurso del titular de la SEP de que ?hay temas que no se vale utilizar de manera política?: las dos reciben recursos públicos de la dependencia a su cargo, directa o indirectamente, y forman, con deficiencia, ciertamente, a muchos jóvenes que de otra manera no podían tener acceso a la educación superior.

 Podrá discutirse que es irresponsable crear instituciones sin hacer estudios previos, sin que la SEP revise planes de estudios o sin la planificación de presupuestos que se requerirá en el futuro. Pero ojalá que alguien le diga a Nuño que lanzarse contra la propuesta de AMLO, acusarlo de "oportunista", es en los hechos, ir en contra de las oportunidades educativas para muchos mexicanos. Y eso no le ayuda ni como titular de la SEP, ni como probable aspirante presidencial en 2018.