A propósito del 53 aniversario luctuoso de Alfonso Reyes, comparto hoy con ustedes la primera entrega de “LA X EN LA FRENTE” escrita en el mes de octubre de 2003. En ella encontrarán respuesta todos quienes me inquieren el por qué del nombre de la columna.

“El mundo necesita la pureza de

las nuevas generaciones,

El alimento de sus ideales,

La aportación fecunda de su

pensamiento.”

Carlos A. Madrazo

 

Solía decir el maestro José Muñoz Cota - el ultimo de los grades Maestros de la Oratoria en México- que el hablar en público representa una obligación impostergable. No creo que el escribir lo sea en menor medida, menos aun si la vida nos sitúa en la feliz circunstancia de poder hacer llegar aquello que escribimos, a los ojos y las conciencias del  público cautivo de los media  impresos y de algunos accidentados lectores.

¿Por qué “LA X EN LA FRENTE”? se preguntará el amable lector. En esta, mi primera de muchas –espero- colaboraciones semanales, -acto de presentación y anuncio de la temática- estimo necesaria la justificación de este título.

La X en la frente es una antología de textos que en 1951, Alfonso Reyes – “el más cumplido ejemplo de hombre de letras” al decir de Stella Mastrangelo - escribió en torno a México, al que se refería, siempre que podía, diciendo o escribiendo “la patria”. La patria –decía el maestro Reyes- es una equis, cruce de planos y caminos. Y en “la interrogante nacional”, después de hacer una historia de la grafía del nombre de México (con equis o con jota) termina diciendo: “yo no tengo ninguna razón científica sobre el uso de la jota que, por lo demás, me parece, filológicamente hablando, el más revolucionario, el menos conservador de los dos. Y, con todo, le tengo apego a mi x como a una reliquia histórica, a un discreto santo y seña en que reconozco a los míos…”.  Los suyos siguen siendo los nuestros y entre nosotros nos seguimos reconociendo merced a esa x en la frente.

Como joven (anticipo que cuento con 24 años biológicos) concibo patria (perfectamente distinguible de nación y Estado) como una noción indisoluble y omnipresente en nuestros pensamientos, palabras y acciones y comulgo con la idea de que el mismo lugar debe ocupar en la consideración de mis contemporáneos, fundamentalmente.

Tómese esta modesta contribución como un esfuerzo desinteresado por acercar a los jóvenes a los medios impresos y al tratamiento de algunos temas, que por su importancia configuran una parte significativa de la vida de Oaxaca y de México y que es conveniente colocar en el debate público, temas que ineludiblemente confluyen en la política como ciencia o como práctica cotidiana. Tómense también las líneas que hoy comienzan, como un aporte modesto a la inacabada e interminable cultura cívica de los oaxaqueños y mexicanos. De igual manera considérese este espacio, como un espejo en que se refleja la preocupación de un oaxaqueño por el rumbo incierto que toman los pasos de miles de jóvenes que en nuestro estado son secuestrados por la apatía, la indiferencia y el desinterés, hacia todo aquello que explícita o implícitamente se adjetive como político y que parece haberse convertido en monopolio –probablemente no sin razón- de los adultos en plenitud. Pretende ser entonces, esta columna, un espacio para el pensamiento político joven.

Por lo demás, este no es un atisbo, ni una incitación a una guerra entre generaciones. Consciente estoy de la necesidad de amalgamar talentos y cualidades en obediencia a un fin superior de bien común, que legitima la sensatez del entreveramiento generacional. Prueba de lo anterior es que recibiremos con humildad y agrado las criticas y sugerencias que se tengan a bien hacerme llegar.

Y si usted ha cruzado el umbral de los 30 (por usar un rango convencional) y no se siente joven, recuerde que se pueden tener mil años y seguir siendo joven. Y no lo digo yo, nos lo dejó dicho Jesús Reyes Heroles.