Curioso ahora el PAN denuncie “compló”.

La causa que origina la acusación de Ricardo Anaya, de que el gobierno saque las manos de la elección, se origina desde las entrañas del poder panista. Cuando Vicente Fox quiso bajar de la contienda a la mala a Andrés Manuel López Obrador para las elecciones del 2006; si éste se hubiese portado a la altura de la civilidad democrática que le permitió llegar al poder, y no hubiese intervenido, hubiese roto el círculo vicioso de intromisión del aparato de gobierno en las elecciones federales.

Pero como hizo lo contrario, Vicente Fox lo alimentó, y se ganó la etiqueta de “traidor a la democracia” que quedará plasmada como mancha en su biografía. Finalmente, todo se regresa, por eso hoy vemos al panista Ricardo Anaya reclamando desde la oposición el uso faccioso de las instituciones judiciales, pasando del “cállate chachalaca” al “saque las manos del proceso”. Porque en efecto Fox intervino, Calderon también lo hizo a favor de Peña, y ahora lo hace el PRI.

Sin embargo, hay una gran diferencia del 2006 al 2018. En el desafuero de AMLO la ciudad de México se volcó a la defensa del inculpado por la infamia del caso; “abrir una avenida para comunicar un hospital” localizada en un predio expropiado por la ciudad, un delito conspirado y motivado por el gobierno federal, del cual López Obrador como Jefe de Gobierno, fue sentenciado, desaforado, y después liberado, dejando en ridículo a Fox, que no tuvo otra opción más que desistir debido a la presión social.

En cambio, en el caso de Anaya, si bien la PGR actuó con inusual rapidez, la realidad es que existen elementos que dan pie a dudar de la honestidad de Ricardo. Porque la acusación no está basada en castillos en el aire, la empresa fantasma existe, la triangulación de fondos en paraísos fiscales, la sospechosa relación con el operador, y la culminación de 54 millones de pesos en los bolsillos de Ricardo Anaya, son indicios de lavado de dinero.

Se entiende la molestia por la justicia selectiva, característico del PRI y del PAN, sin embargo, eso no puede desestimar la gravedad del delito por parte de un presidenciable. Es como la madre que regaña al hijo por mentiroso, y este le reclama: -el otro día mi hermano también dijo mentiras y a él no le dijiste nada- aquí tal vez la madre no fue imparcial, pero eso no quita la culpabilidad al niño cuestionado.

Tampoco debemos asombrarnos por el escrutinio a un candidato a la presidencia, eso es sano, y sucede en todo el mundo, por eso quien quiera ser presidente debe haber llevado una vida honesta. De lo contrario no es apto de participar. Lo que sí no se vale es maquinar mentiras. En este caso el PAN es lo que alega, que todo es una invención, mientras que el PRI alega que no son inventos sino revelaciones. La sospecha es realmente válida porque hay elementos, suena el río, ¿lleva agua?... Porque la persecución política que denuncia Anaya es real, como también la ha padecido Obrador, solo que a éste no le han encontrado nada. Y vaya que le han buscado.

Por tanto, si Anaya llega a salir librado de todas las acusaciones se elevará al papel de víctima, en cambio si se demuestra que mintió, o que sí tuvo que ver con la operación de lavado de dinero, tendrá que seguir pero para hacer “frente” a la ley.

@cesarDavila_