De Gottfried Achenwall (1749) a Ronald Fisher (1920), jamás se pensó que la Estadística como ciencia estuviera al servicio del morbo de políticos, periodistas y fanáticos de las redes sociales. Hoy lo importante no es como se combate a la pandemia, sino cuantos muertos se acumulan en el conteo diario. La necrofilia social avanza en su estado más vil, el del espectáculo morboso donde las personas se han transformado en numeralia, datos que están en la boca de todos sin entender qué diablos es lo que hoy realmente pasa en el Planeta; la interpretación ha muerto y se ha dado paso al reinado de la calumnia.

El dataísmo gobierna a todos y todo, la validez numérica como aritmética necesaria para entender la vida ha sido transformada en el prejuicio religioso de la estadística y las encuestas. Los numerólogos abundan e imponen el criterio de la exclusión de lo importante, la comprensión de los hechos y la respuesta efectiva a ellos. Así, el gran esfuerzo de médicos, enfermeras y científicos por resolver el dilema del COVID 19, se opaca con la estadística mortuoria que día a día invade las notas periodísticas, los mensajes de los políticos y el chisme de las redes sociales, la vacua Sociedad de la Transparencia.

Lo que está en juego no sólo es la vida humana sino además la dignidad humana, vida y dignidad son el binomio que hace posible el sentido ético de la civilización. En la vida la dignidad se hace posible en tanto que la dignidad potencia a la vida como un hecho transcendente y por tanto con sentido, la vida como un fin en sí mismo. Pero cuando la vida se reduce a un número estadístico y este en información y no en formación, entonces la vida se degrada al nivel de la nada, la vida sin significado, la vida humana transformada en cosa que se cuenta y alimenta al morbo social.

La estadística ha dejado de servir como medio de evaluación y control, para convertirse en discurso admonitorio de la catástrofe y señalamiento de los enemigos. Se equivocan, en este marasmo de transparencia mezquina, quienes asumen que el conteo diario puede ser interpretado como fotografía de Instagram y no bajo el criterio que aporta el conocimiento científico. El periodismo ignorante, informado más no formado, relata números en su incapacidad de interpretar con responsabilidad ética y visión científica. No se entiende que lo vital hoy en día es saber cuál es la ruta que hay que seguir para resolver el reto humano de esta pandemia. ¿Cuáles son y qué significado tienen las estrategias y acciones que el ser humano como especie debe seguir para derrotar al Coronavirus?

Acostumbrados al espectáculo, la encuesta diaria se lee como los resultados de la liga de futbol o la cotización de la moneda. Nadie repara en el hecho de que lo que se está contabilizando son vidas humanas terminadas, historias dentro de la historia general de la especie, la micro historia que hace a la historia. A la Sociedad de la Transparencia le es inclusive este hecho, no está en su coordenada de imágenes, le es ajena pues carece de los instrumentos de interpretación, vive en una neo-edad media donde lo importante es la imagen y no los argumentos. La miseria de las redes sociales y el nuevo periodismo transparente se expresa en una comunicación sin comunidad, por ello aquí no importa la persona y su dignidad sino sólo como un dato, una cifra de contabilidad escatológica que alimenta al morbo posmoderno.