Últimamente se han confundido y tergiversado algunos términos políticos, generando un caos conceptual capitalizable para la derecha, que pretende recuperar la Presidencia.

Se habla de un probable comunismo en México, cuando en nuestra patria no hay, ni por asomo, un control del Estado en la economía ni la vida pública, como en los cuatro países socialistas que existen en el mundo: Cuba, República Popular China, Corea del Norte, Laos y Vietnam (en una supuesta transición hacia el comunismo, donde “todo es propiedad de todos”), sino que aquí tenemos una iniciativa privada y una total libertad de expresión. Sin embargo, la derecha habla de un supuesto y anacrónico “terror al comunismo”, que fuera pretexto para que el presidente priista Gustavo Díaz Ordaz exterminara a un montón de jóvenes en el 68.

Es tan superficial la idea que se tiene del sistema político-económico creado por Marx y Engels, que para muchísima gente, ser socialista o comunista consiste en usar morral, interesarse por las luchas sociales e irle a los Pumas. Por ello pegan el grito en el cielo si el Peje, o alguna persona cercana, usan ropa de marca.

Otro término mal empleado es de “Anarquismo”. Ya viene la conmemoración del 2 de octubre y presumiblemente saldrán los acostumbrados grupos de choque con pasamontañas, vestidos de negro, armados con martillos y bombas molotov, de idéntico aspecto al de algunas personas que participaron en las últimas protestas feministas. Para un amplio sector, estos son “anarquistas”, porque erróneamente se identifica la abolición del Estado, con la desobediencia y el vandalismo.

No, estos no son los ideales de los pioneros del anarquismo: Pierre Joseph Proudhon, el príncipe Piotr Kropotkin, Ricardo Flores Magón, etc. Su definición es: “El anarquismo es el orden”, sin más. No hace falta que venga un político a decirme lo que debo de hacer porque yo, como persona, puedo controlarme y organizarme sin necesidad de un aparato estatal. El anarquismo requiere madurez, una gran responsabilidad y una confianza absoluta en la autogestión. El anarquista es una finísima persona, no un vándalo.

Mañosamente, algunas personas se autodefinen como anarquistas, adoptando la posición: “todos los políticos son iguales”, que en realidad revela una ausencia de compromiso político, pues en el fondo no participan activamente en nada.

Lo más grave es que, dentro de esta feria de términos políticos tergiversados, el actual movimiento feminista (que pretende ser apartidista, anarquista o de izquierda), está siendo manipulado por un poderoso grupo fascista, contrario a sus intereses.

Recapitulemos. El 6 de agosto de 2019, una menor de edad denunció a cuatro policías de Azcapotzalco de haber abusado sexualmente de ella al interior de una patrulla; todos nos solidarizamos con la joven, pero después de la marcha que provocó, su declaración fue desmentida por las cámaras de seguridad callejeras, que mostraron que jamás subió a la patrulla; la chica retiró la denuncia y desapareció (sin que supiéramos su identidad), esto generó la primera gran marcha feminista el 12 de agosto (donde el Chupas, golpeador que ya había contratado el PRD para romper un mitin de Claudia Sheinbaum en Coyoacán, golpeó al periodista Juan Manuel Jiménez).

Hubo otra marcha el 16 de agosto, en la que participó la diputada panista Ana Lucía Riojas Martínez (en el actual plantón de FRENAAA, por cierto, causó hilaridad la militante de México Libre, Martha Patricia Velázquez, chillando frente a unos granaderos inactivos, haciendo un melodrama fuera de lugar, como si estuviera en el 68).

Así como a los Guadalupanos los llevaron al miniplantón de FRENAAA, la derecha también está llevando a los grupos radicales feministas a generar la desestabilización deseada, para volver al poder y continuar su enriquecimiento ilícito, pasando por encima de los demás (particularmente de los grupos más vulnerables, incluyendo las mujeres).

Yo no creo que el movimiento feminista tenga el maquiavélico plan de fingir una preocupación social, para instaurar un nuevo régimen de derecha, creo que sí hay gente genuinamente involucrada con la detención de los feminicidios, la discriminación de género y el derecho a decidir sobre su cuerpo, pero también creo que la derecha tiene un enorme interés en desestabilizar al país, y se infiltró en la organización de las primeras protestas.

A la mejor es casualidad que algunas damas derechistas se sumen a la lucha feminista (están en su derecho), pero cuando GINGroup (empresa de outsourcing, vinculada a las factureras que cometieron fraudes en tiempos de Peña Nieto) financia la toma de la sede de Derechos Humanos en la Ciudad de México, por parte de colectivos feministas, es probable que, sin querer queriendo, estén prestando servicios al PAN, al PRI, a México Libre y FRENAAA (grupos conservadores antiabortistas y antidiversidad sexual), a quienes mancillaron y violaron los Derechos Humanos de las mujeres en San Salvador Atenco, que dispararon los feminicidios en Ciudad Juárez, que produjeron prostitución infantil en Puebla, etc.

Esa gente únicamente desea la caída de la 4T, y si esto sucede, no esperen que se transformen de un día para otro en gente sensible, que pugnará para que se resuelvan sus demandas. Solo les interesa el dinero, quienes les ayuden son desechables.

Habrá personas que se vistan de negro, cubran su rostro y cometan actos vandálicos porque realmente creen que esa es la vía para lograr sus fines; también habrá quienes lo hagan por ego (a mucha gente, sobre todo a la más joven, le gusta exhibirse como muy cabrona, rebelde, contestataria), pero los casos más graves son las de personas que vandalizan, no por convicción, sino porque les pagaron.

Muchas personas que vandalizan en las protestas, pertenecen a grupos de choque plenamente identificados: en las manifestaciones feministas de 2019: los Claudios y los Buitres (a este último pertenece el Chupas, quien golpeó al periodista Juan Manuel Jiménez).

Durante el Día de Acción Global por el Acceso al Aborto Legal y Seguro, el 28 de septiembre, hubo una protesta en la Ciudad de México (donde, por cierto, el aborto está despenalizado desde 2007), durante el cual, varias mujeres hirieron a 44 mujeres policías (quienes no atacaron a nadie) en nombre del feminismo. Un video muestra como las pintan de rojo y las golpean, con expresiones dignas del oligofrénico líder de FRENAAA, Gilberto Lozano: “Quítate el puto uniforme y te quitamos la pinche sonrisita”, “¿Me tienes mucho miedo? Ven acércate, eres policía y estás a mi servicio”, “Pinche gata, tu salario no te alcanza ni para limpiar tu puto uniforme”. Esas no son expresiones de una persona anarquista, sino clasista y fascista.

Para mí, las provocadoras contratadas tenían la encomienda de incitar a las mujeres policías a la violencia, para posteriormente acusar al Gobierno de la Ciudad de México de represión. No se les hizo (pero aun así, diversos medios, aliados de la derecha, acusaron a Claudia Sheinbaum de represora).

Yo no creo que una pared, o una pintura, valgan más que la vida de una mujer, pero sí estoy seguro de que el vandalismo, sin una dirección estratégica, es comparable al berrinche de un niño que destruye su cuarto si no se le complace; tiene un efecto fundamentalmente catártico, no práctico.

Yo le aconsejo a las personas que participan en el movimiento feminista radical (y comulgan con el anarquismo), que localicen los juzgados donde se han liberado a feminicidas, y ahí armen un borlote; tomen antros donde haya trata; vandalicen la Casa Aguayo, por el descongelamiento de cuentas de Mario Marín y Kamel Nacif; que protesten en las televisoras donde se promueven nefastos modelos de feminidad; que hagan un plantón en las Casas de Gobierno de los estados donde se hayan cometido feminicidios, etc. Canalicen correctamente su energía. No hagan el trabajo sucio de los fachos.