Un tuit de @HannahOstroff en referencia a un comunicado del Museo del Holocausto decía:

“El holocausto no empezó matando gente, comenzó con palabras”…

Esto me ha dejado pensando en varias cosas. En principio pensé en cómo me molesta normalmente el discurso de algunas feministas talibanes y su enferma fijación en el “lenguaje incluyente”… ¿estoy equivocada? pensé, ¿es correcta y legítima su molestia? Sigo pensando que no, a pesar de las palabras de Hanna Ostroff, sigo pensando que no, aunque por supuesto que podría estar equivocada.

En vez de esa insana fijación en el lenguaje, ¿por qué no tomamos acciones concretas en temas concretos?

Por ejemplo los sueldos. Las empresas privadas normalmente no tienen tabuladores de sueldos, esto lleva a que las corporaciones fijen los sueldos discrecionalmente. Yo viví personalmente que me pagaban menos que a mis pares mujeres y hombres. Y también viví que en una ocasión que renuncié a un trabajo, me enteré que la persona que contrataron en mi lugar, un hombre, cuando se ha enterado de lo que yo ganaba antes que él fuera contratado, se enojó muchísimo. Resultó ser que él ganaba menos que yo por el mismo trabajo y las mismas responsabilidades. Lo que le hicieron a él, estuvo mal… Le dijeron que yo estaba más preparada, no es excusa, al final del día él iba a desempeñar justo las mismas actividades que yo, iba a tener las mismas responsabilidades. A trabajo igual, sueldo igual, no hay más. Que si tienes hijos, que si no, que si estudiaste en equis universidad, no debería importar. Para eso hay que diseñar procesos y protocolos que deriven en descripciones de puesto, y que cada puesto tenga un sueldo establecido, sin importar la persona. Es el puesto, no quien lo ocupa quien debe determinar la remuneración.

Creo que estas son las causas por las que debemos luchar, una a la vez. En vez de preocuparnos en decir: “Todoas”, Todxs”, “Todas y todos”, etc.

En el gobierno, normalmente este problema no se ve tanto, porque existen tabuladores, la designación de un sueldo a una equis posición no es discrecional del director o gerente de área.

Otro tema que se me ocurre: luchar por los derechos reproductivos de las mujeres, en la Ciudad de México el aborto es legal, pésele a quien le pese. Soy la más convencida de que nuestras creencias religiosas jamás deben intervenir en la vida pública del país. Esa lucha, como sociedad, debemos continuarla en todo el país, no sólo en la Ciudad de México.

La violencia que vivimos las mujeres en la Ciudad de México (hablo de acá porque es lo poco que conozco, nunca he vivido en el interior de la república) es consecuencia de la inutilidad de nuestras autoridades. Vivimos, TODOS, hombres y mujeres por igual,  como si estuviéramos en un estado de alerta y “vigilancia” permanente consecuencia de estrés post traumático, no sólo las mujeres. En mi familia todos hemos sido víctimas de la delincuencia, no sólo las mujeres.

¿Por qué he mencionado el Museo del Holocausto? Porque en Estados Unidos un grupo de extrema derecha, autodenominado “derecha alternativa” festejando el triunfo de Donald Trump hicieron uso de varios, voy a decir, protocolos nazis. Esas no son sólo palabras, como dice Hanna Ostroff, son hechos, son acciones perfectamente dirigidas y encauzadas. Acciones que debería condenar directamente Donald Trump, como dicen algunas personas, con nombre y apellido.