Me llamó la atención un tuit feminista de Frida Angélica Gómez en el que la colaboradora de SDP Noticias cuestionaba el Super Bowl. En cuanto lo vi, pregunté a su autora, por WhatsApp, qué quería ella exactamente decir. Enseguida el tuit y la reflexión que me envió:

Esta es mi explicación. don Fede:

El fútbol americano (“americano” como desagradable sinónimo de “estadounidense”) nunca ha sido tradición de México. Así como dice su nombre, es totalmente “americano” y los valores de esa cultura son los de tal deporte. No es un simple espectáculo deportivo como lo serían los Juegos Olímpicos, por ejemplo, donde el despliegue cultural sí es representativo de las naciones que participan junto con simbolismos de la Antigua Grecia que al menos, ilumina a los que nunca escucharon hablar de Platón o Aristóteles, que ya de plano es el colmo.

Pero el Super Bowl no sólo es ajeno a los mexicanos sino que además, ha sido un evento típico de la clase media aspiracional que se va agringando en sus gustos. En ese show prevalecen ideas políticas. A veces, sensacionalistas. Otras veces, tradicionalistas pero siempre radiales y capitalistas.

El Super Bowl es un evento machista porque ha convertido a las mujeres en objetos de consumo sexual, exhibidos con mini vestidos y transparencias mientras que sus pares varones hacen gala de la masculinidad: fuerza bruta, empujones, golpes, choques de casco, musculaturas ridículas y cuerpos vestidos y protegidos por completo. Me atreví a afirmar en ese tuit que la distribución del tiempo en el Super Bowl es también machista porque de los cuatro bloques de 15 minutos cada uno que integran un partido de americano, son sesenta minutos de fuerza dedicado a los hombres. Sin contar los minutos en televisión abierta en los que se suele entrevistar a jugadores, visitar vestidores, hablar de sus trayectorias, esposas, escándalos y triunfos. Tiempo totalmente desproporcionado en relación al que se destina a las mujeres.

Las mujeres del Super Bowl tuvieron un lugar en el medio tiempo. La gente festejó la apropiación cultural latina del reggaetón, las pieles trigueñas y las caderas palpitando sin entender la estrategia imperialista y machista detrás.

JLo y Shakira ya eran dos grandes de la música desde antes del Super Bowl, pero ahora en la lógica de una población estadounidense que crece en sus vinculaciones culturales latinas, los organizadores decidieron que era momento de satisfacer al mercado. ¿Y cómo lo haría si no es objetivizando a las mujeres?

El medio tiempo de 20 minutos tuvo fragmentos no mayores de 90 segundos para cada mujer que se presentó, intercambiado con reggaetoneros que hicieron un gran show también. Y que no se me confunda de puritana. Si alguien disfruta del perreo, es la que comenta todo esto, pero el reggaetón es más que un simple tipo de música. Es un himno de protesta como en Chile lo fue Plata ta tá de MonLaferte o los 12 días de protestas contra el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló que cerraron con mucho reggaetón, Nicky Jam, Calle 13 y más música urbana con letras contra el abuso, los ricos y la desigualdad.

El medio tiempo del SúperBowl además de machista por hipersexualizar mujeres y crear lógicas de validación masculina en cuanto a la estética, capacidad estimulante erótica, de baile y atractiva, hizo un show tendiente a descafeinar la esencia urbana y social del reggaetón. No es empoderamiento dar espacios a las mujeres para satisfacer los gustos masculinos que ven nuestros traseros. No es poder que nuestra máxima participación en un espectáculo deportivo consista en vestir telas de apariencia desnuda. No es poder que hagan del reggaetón música banal hecha para replegarse. Ni es poder que los se apropien de los símbolos latinos sólo para hacer más dinero en beneficio de Estados Unidos. Para este Super Bowl, un boleto en reventa costó hasta 3,300 dólares. Ese evento siempre ha sido de élites y ahora, pensar que el evento se ha hecho latino solo por tener reggaetoneros, Shakira y JLo es no tener la menor idea. Entre los asistentes , menos del 20% son latinos.

Así que no. El reggaetón y ritmos latinos llevan ya 20 años o más en nuestras calles y nuestras fiestas, es la herencia directa del reggae, rap y otros ritmos que nacieron en la precariedad y la protesta. Pareciera que hoy, esos ricos que capitalizan al reggaetón quieren colocar a las mujeres en un sitio de “satisfactoras sexuales”, a los latinos como entretenedores de los que también se puede ganar dinero (estrategia de mercado) y al reggaetón como un elemento de “nostalgia imperialista” así como decía Rosaldo, eso que hacen las clases dominantes y adineradas cuando lamentan la destrucción de aquello que se contribuye a destruir.