Es posible que Andrés Manuel López Obrador se haya equivocado en algunos temas relacionados con Joe Biden, próximo presidente de Estados Unidos. Pienso que fue un error no haberlo felicitado cuando ganó las votaciones. El presidente de México se equivocó si sus cálculos le decían que la rebeldía de Donald Trump podía cambiar los resultados electorales.
¿Fue una provocación innecesaria a Estados Unidos la decisión de divulgar el expediente del general Salvador Cienfuegos? No lo sé.
La no felicitación a Biden no tuvo consecuencias. En cuanto las autoridades del vecino país resolvieron las impugnaciones de Trump y confirmaron la victoria del candidato demócrata, este último habló por teléfono con Andrés Manuel. Según ha trascendido, el tono de la conversación fue amable. AMLO hasta presumió que Biden dijo en la plática que México había luchado contra la pandemia de covid-19 con más eficacia que Estados Unidos. Seguramente tales fueron las palabras del presidente electo, pero de ninguna manera se trató de un elogio al sector salud mexicano: fue, nada más, una brutal crítica a la estrategia trumpiana, la peor del mundo por la necedad del anaranjado gobernante quien durante meses se negó a aceptar la peligrosidad del coronavirus.
¿Representará problemas mayores la difusión de los documentos de la DEA en los que esta agencia basó sus acusaciones contra Cienfuegos? Imposible saberlo. Pero, en el peor escenario, no lo veo tan grave. Y es que aun suponiendo que se dañe la cooperación entre ambos países en materia de seguridad, el presidente AMLO y su equipo encontrarán la manera de superar cualquier crisis que se presente. Para eso, y para más, hay canales diplomáticos perfectamente operativos. Mientras llega Esteban Moctezuma a la embajada en Washington, la actual embajadora, Martha Bárcena, sabrá explicar lo que parece inexplicable. En más de un sentido ese es el arte de la política, y la diplomacia es solo una parte del quehacer político.
¿Qué motivos puede tener un presidente mexicano para incomodar con sus decisiones al gobierno del país más poderoso del mundo? La gobernabilidad es el principal de ellos y hasta el único. El caso Cienfuegos seguramente hizo enojar en exceso a los militares mexicanos, así que era necesario tranquilizarlos. Nuestro ejército, comparado con fuerzas armadas extranjeras, cuenta realmente con muy poco poder —jamás ganaríamos una guerra, dicho sea con todo respeto, pero también con absoluta objetividad—, pero en México los militares pueden convertirse en el mayor factor de inestabilidad. Así que en la tarea fundamental, sobre todo para un gobierno civil, de mantener los equilibrios con los soldados y sus jefes bien vale la pena pagar el precio de un conflicto con la DEA, que por lo demás, como se ha dicho, puede solucionarse en santa paz por vías diplomáticas.
Habrá, desde luego, numerosas razones y situaciones que provocarán choques con Estados Unidos. Son conocidas las diferencias en asuntos ambientales, energéticos, laborales, migratorios, comerciales, etcétera. El buen periodismo hace la lista de los problemas y los estudia. Pero, partir de ello para concluir, como hoy lo hace el diario Reforma en su portada, que “asoma tormenta entre AMLO y Biden”, esto ya rebasa lo informativo y lo analítico: es vulgar amarillismo que busca generar problemas al presidente López Obrador. Problemas en México, por supuesto, no en Washington, donde no se leen los periódicos de don Alejandro Junco —son medios importantes, por supuesto, pero no tan, tan, tan importantes—.
En temporada electoral lo que hace Reforma (El Norte, en Monterrey; Mural, en Guadalajara) parece, y creo que es, propaganda a favor de una oposición evidentemente necesitada de apoyo. No se trata de algo ilegal: solamente es inmoral.