Como es del dominio público, los gobernadores autoproclamados federalistas ha exigido un mejor trato de parte del gobierno central, escudados en la amenaza de que podrían romper el pacto federal.

Los políticos suelen decir barbaridades de ese tamaño y otras bastante peores... y nadie los toma en serio. Por esta razón, llamó poderosamente la atención que el presidente López Obrador haya lanzado la más facilita de las “pichadas” a los federalistas: que hagan una consulta en sus estados para ver si la gente de cada entidad quiere, o no, abandonar el pacto federal.

Rápidamente, Enrique Alfaro, de Jalisco, vio que la bola venía bombeadita y sin velocidad y pegó tremendo batazo diciendo que “encantado señor presidente, en Jalisco vamos a hacer una consulta”.

Ya un diputado del PAN en el congreso de Nuevo León pidió también esa consulta y, si son listos, políticos de oposición de todos los partidos van a hacer ruido exigiendo en sus entidades consultas de tal naturaleza.

Como norteño que soy, no necesito hacer una encuesta para saber que la inmensa mayoría de la sociedad de Nuevo León votaría en contra del Pacto Federal tal como opera en la actualidad. No digo que sea incorrecto, ya que las regiones que más producen y en las que hay más riqueza están obligadas a colaborar con aquellas otras cuyos habitantes viven en la extrema pobreza. Pero conozco a mi gente, y se muy bien que los regiomontanos, los sampetrinos y el resto de la población de mi entidad mayoritariamente piensan que Nuevo León aporta demasiado comparado con lo que recibe.

Lo mismo, estoy seguro, ocurre en Sonora, Jalisco, Baja California, Tamaulipas, Coahuila, Chihuahua... la gente de tales lugares piensa que estos estados reciben menos de lo que aportan, no porque el dinero se gaste en apoyar a los pobres de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, etcétera, sino para mantener burócratas chilangos. Esto es mentira, pero la población lo cree y se calienta muchísimo.

No había ninguna necesidad de regalarle a los gobernadores dizque federalistas argumentos para empezar a convertirse en separatistas. Qué darían en Cataluña o en el País Vasco para que el gobierno central español les regalara aunque fuera una consulta mini chirris.

La verdad de las cosas es que Andrés Manuel, después de enfriar su brazo y ponerlo un ratito en reposo, debe volver al centro del diamante para, con pichadas inteligentes que son su especialidad, convocar a los gobernadores federalistas, sentarse con ellos, platicar bastante mientras dan cuenta todos de exquisiteces culinarias tabasqueñas, eso sí, con buen tequila de Jalisco que lleve don Enrique Alfaro, y entre broma y broma, los haga entrar en razón.

Si AMLO es bastante bueno en el atril de las mañaneras o en los mitines de las plazas públicas, en corto se incrementa exponencialmente su capacidad de convencimiento. En resumidas cuentas, lo que propongo es que Andrés Manuel, con la habilidad que lo caracteriza, haga entender a los gobernadores que ya estuvo bueno de andar dividiendo a México. Se supone que la política es para eso: ya urge que se pongan en paz.