Un poco de historia

En 2005 dejé la dirección del periódico Milenio. Es una historia que he contado muchas veces y que se sintetiza en una simple expresión: debido a presiones del entonces presidente Vicente Fox, molesto por una línea editorial abiertamente en contra del desafuero de López Obrador, tuve que alejarme del diario que fundé con el empresario Francisco A. González.

En cuanto lo supo el todavía jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, me invitó a desayunar con un amigo común, el abogado Javier Quijano, quien tanto le había ayudado a superar la trampa del desafuero. Nos reunimos en la casa de este jurista, sin duda un hombre sabio, y ahí, sentados a la mesa en una bella biblioteca, AMLO me propuso acompañarlo en su campaña presidencial para las elecciones del siguiente año.

Dudé en aceptar porque lo mío no son las campañas ni la política, pero Andrés Manuel me convenció con argumentos éticos irreprochables.

Después de comprometerme a participar, me explicó lo que iba yo a hacer: encabezar la secretaría técnica de un grupo llamado Redes Ciudadanas por un Proyecto Alternativo de Nación que integraban José Agustín Ortiz Pinchetti, Raúl Ojeda, Ricardo Monreal Avila, Manuel Camacho Solís y Socorro Díaz Palacios.

No me gustó el cargo de secretario técnico —me pareció excesivamente burocrático—, pero ya no dije nada pues había decidido apoyar aquella causa con mi mejor esfuerzo.

Las Redes Ciudadanas por un Proyecto Alternativo de Nación ya funcionaban, creo que desde el desafuero. Su misión era simple y compleja al mismo tiempo: organizar gente de todo el país para apoyar una idea de cambio político.

Trabajamos bastante y seguramente algo contribuimos a la extraordinaria campaña electoral de 2006 que AMLO ganó, aunque de la misma hubiese resultado presidente —espurio, por supuesto— Felipe Calderón, quien se había robado al menos dos millones de votos algo que consiguió hacer, tal como se pudo demostrar, con la ayuda del IFE, dirigido por Luis Carlos Ugalde; del PRI, de Roberto Madrazo; de la presidencia, encabezada por Fox y su señora, Marta Sahagún, y de los empresarios más desvergonzados, comandados por Claudio X. González, el papá del actual promotor de Sí por México, esto es, la alianza contra López Obrador del PAN, el PRI y el PRD.

La definición

Andrés Manuel ha propuesto crear en México una red social nacional que limite el excesivo poder de las empresas Facebook, Twitter y YouTube que monopolizan el debate político en prácticamente todo el mundo, lo que evidentemente representa un riesgo para la libertad de expresión. Ello a raíz de la expulsión de las redes de internet de Donald Trump.

Más allá de si se merecía la tarjeta roja el todavía presidente de Estados Unidos —en mi opinión se le debió bloquear desde hace meses por violar las más elementales reglas del diálogo pacífico—, lo cierto es que espanta la facilidad con la que tres empresas privadas lograron silenciar a alguien tan poderoso. Si se lo hicieron a Trump, sin duda se lo pueden hacer a cualquiera.

Muy bien, es necesario entonces que México cuente con su propia red social, como las tienen otros países.

Antes de empezar el proyecto debe definirse qué clase de red social está proponiendo AMLO que se construya. ¿Como Facebook? ¿Con las características de Twitter? ¿Parecida a Instagram? ¿Del tipo de TikTok?

Como lo que se busca es democratizar el debate político, la red mexicana debe ser como aquellas Redes Ciudadanas por un Proyecto Alternativo de Nación en las que participé con Ortiz Pinchetti, Ojeda, Monreal, Camacho y Díaz.

En 2005 y 2006 se trabajó poco con internet y mucho en los barrios de las ciudades y en los pueblos, donde conocí a personas valiosísimas como el doctor Miguel Ángel Navarro, actual candidato de Morena a gobernador de Nayarit. El doctor Navarro es una persona honesta e íntegra que con su sola presencia limpia la imagen del partido en el gobierno tan manchada por truhanes como Félix Salgado Macedonio y otros impresentables que han logrado candidaturas para el proceso electoral de 2021.

Ahora, los programadores que debe convocar Andrés Manuel —los mejores especialistas mexicanos, muchos de ellos colaboradores de empresas globales de internet— deben trabajar en un proyecto de comunicación que parta de llevar al mundo virtual lo que Andrés Manuel y su gente alcanzaron con tanto éxito en el mundo presencial: organizar a los mexicanos para dialogar sobre política, valores éticos para la convivencia social, democracia, pluralismo, etcétera.

Y quizá el lema de la nueva red social debe ser el del doctor Navarro en Nayarit, que no fue creado por ningún experto en mercadotecnia política, sino que surgió del hartazgo de la gente ante la clase política tradicional: “Honesto, humano y humilde”. Tres haches.

Tales haches implican que la nueva red social no excluya a nadie que piense distinto, es decir, que no coincida con las ideas de Andrés Manuel. Todo lo contrario, debe alentarse a neoliberales y conservadores a sumarse al proyecto y a defender sus puntos de vista con la energía que les den sus convicciones.

No monopolizar

Hay dos caminos para fundar una red social nacional exitosa.

Uno de ellos es el camino corto, que es el de prohibir o limitar de arranque las actividades de Facebook, Twitter y YouTube, de tal modo de crear un monopolio que facilite la participación masiva de la gente.

El otro es el camino largo, el de competir en igualdad de condiciones con las multinacionales de internet. Es decir, el de dejar operar a Facebook, Twitter y YouTube tal como lo hacen ahora —quizá con reformas legales para que paguen impuestos en México— y enfrentar a tales monstruos con creatividad, trabajo y talento.

Desde luego, pienso que en México el camino largo es el único viable. Quizá en China o Rusia han hecho otra cosa, pero nosotros tenemos demasiadas relaciones comerciales y de todo tipo con Estados Unidos y no tiene sentido provocar conflictos que podrían afectar a otros sectores de nuestra economía.

La propiedad

Sin duda, solo el gobierno de México puede crear la nueva red social. Nadie más tiene los recursos, económicos y de programación, para una aventura que podría no resultar rentable. Solo una empresa privada de nuestro país podría intentar una hazaña de ese tamaño, la de Carlos Slim, pero difícilmente está entre sus objetivos.

No sería un monopolio estatal porque competiría con las ya muy conocidas compañías Facebook, Twitter y YouTube o Google.

Se trataría de algo similar al esquema de los medios públicos: existen y hacen su trabajo sin ventajas —e inclusive en franca desventaja— frente a los medios privados de comunicación.

0-0-0-0

La verdad de las cosas, no es una tarea sencilla. Además de que podría enfrentar enormes problemas técnicos y financieros, tal vez no prosperaría porque sería atacada por las grandes empresas estadunidenses de internet. Pero vale la pena intentar contar con una red social ciudadana completamente mexicana.

Peor sería resignarnos a seguir totalmente en manos de monopolios extranjeros.