Jazz en el Blues Alley

En el Instituto Cultural de México de la capital de Estados Unidos se exhibe una exposición sobre 100 años de caricaturas de El Universal. Una de ellas, de Naranjo —no publicada en ese diario, pero sí realizada por su monero más importante— es la de “Un joven corresponsal mexicano en Washington”.

El hombre dibujado ahí, Agustín Gutiérrez Canet —esposo de la actual embajadora mexicana en aquella nación, Martha Bárcena— explicó el cartón en una de sus columnas de Milenio: “Al final de la exposición, hay una caricatura de Naranjo que representa a ‘Un joven corresponsal mexicano en Washington’ leyendo el diario The Washington Post. En un pequeño pie de foto se lee: ‘A. Gutiérrez y Naranjo en Georgetown’, recuerdo de una noche de 1975 en que fueron a escuchar jazz al Blues Alley”.

Gutiérrez Canet era corresponsal del diario Excélsior cuando Julio Scherer lo dirigía. Un día invitó a Naranjo al Blues Alley, y seguramente la pasaron tan bien que el caricaturista inmortalizó la experiencia. Agustín renunció a ese diario después del golpe contra Scherer, diseñado y ejecutado por el gobierno de Luis Echeverría, uno de los peores y más autoritarios en la historia de México. Agustín Gutiérrez siguió ejerciendo el periodismo en los medios independientes que se crearon después del atentado contra Excélsior, pero un día decidió cambiar de oficio y recorrió todo el largo camino que conduce a la condición de diplomático de carrera. Ha sido embajador y ocupado otros cargos en el servicio exterior, siempre con eficacia, patriotismo y honestidad. Y en todo momento sin olvidar su origen: la crítica periodística.

Ahora mismo, como embajador jubilado, el señor Gutiérrez Canet reside en la casa de la embajada mexicana en Washington en compañía de su esposa, sin duda la mejor embajadora de nuestro país. Porque tiene tiempo y, sobre todo, porque tiene derecho, ejerce el periodismo de opinión en Milenio. Los temas que toca normalmente se relacionan con la política exterior. Ha sido crítico de la estrategia del gobierno mexicano para enfrentar la situación de los migrantes y, desde luego, es mucho más crítico de Donald Trump.

Muchos columnistas lo han cuestionado porque sus artículos no son diplomáticos. El coro de comentócratas dirigido por alguien en la 4T molesto con el cargo de la embajadora Bárcena, ha exigido que Agustín deje de expresarse con libertad porque podría provocar reacciones de enojo en el gobierno de Estados Unidos. Gutiérrez Canet ya dijo que nadie lo va a callar y explicó algo elemental: sus expresiones son de él, no de su esposa.

Así como ha cuestionado a la 4T por su política migratoria, este jueves en un momento muy difícil del gobierno actual, el embajador en retiro Gutiérrez Canet expresó abiertamente su apoyo al presidente López Obrador. Creo que ha actuado con responsabilidad. Es la hora de cerrar filas para que el cambio democrático en México no lo detenga nadie.

El general Gaytán y la nota de La Jornada

Estoy seguro de que el ya muy famoso general Gaytán, quien expresó opiniones críticas en un desayuno de las fuerzas armadas —publicadas por La Jornada— no habló a nombre de la institución a la que pertenece, el ejército mexicano, sino que simple y sencillamente, como debe ser en una sociedad democrática y abierta, dio a conocer su propia opinión. Y es que entre soldados y marinos, como en cualquier otro grupo de personas, no existe el pensamiento único.

¿Por qué habló en los términos en que lo hizo el general Gaytán? Porque tenía derecho, porque es su punto de vista —y se respeta— y por si no fuera suficiente con lo anterior, porque quiso, esto es, se le pegó la gana. Y ya. ¿Que se dio en el contexto del frustrado operativo de Culiacán para capturar a Ovidio Chapito Guzmán? Pues sí, ¿y qué con eso? Era una ocasión para expresarse, y el general Gaytán lo hizo.

Pero sobra gente en los medios que ayer y hoy ha visto en las opiniones, polémicas pero no necesariamente verdaderas —ni necesariamente falsas— del general Gaytán una prueba irrefutable de inconformidad en el ejército y hasta el inicio de una confabulación. Cito a algunos articulistas:

√ Ayer Raúl Rodríguez Cortés, en El Universal, sembraba la duda de si el discurso de Gaytán era una denuncia de los altos mandos del ejército contra el secretario de Seguridad, Alfonso Durazo quien, especuló el columnista, podría encabezar “al grupo de halcones que podrían llevar a México al caos y a un verdadero estado fallido”.

√ Hoy, Pablo Hiriart, en El Financiero, ve a los integrantes de las fuerzas armadas “agraviados, preocupados, ofendidos” por el presidente López Obrador.

√ Este jueves, en SDP Noticias, Verónica Malo Guzmán ha dicho: “Es un discurso que se debe leer —y entender— desde la incomprensión sufrida por los militares y como un urgente llamado de atención al ejecutivo federal”.

En Milenio, hoy también, Gil Gamés ha diagnosticado que “el discurso del general Gaytán revela una crisis, otra, en el gobierno de Liópez Obrador, esta vez en el seno de las fuerzas armadas”.

Ayer, la Rayuela de La Jornada: "¿Qué está pasando con las fuerzas armadas?"

Y Humberto Musacchio, hoy mismo expresó en Excélsior que el del general Gaytán es un “ominoso pero oportuno mensaje”.

Es la libertad de expresión, no se confundan

Iba a escribir en el encabezado anterior: "Es la libertad de expresión, estúpidos", como en la famosa frase de una campaña de Clinton. Pero, para que nadie se ofenda, no lo hice. El hecho es que lamento mucho que no se entienda lo fundamental: es solo libertad de expresarse. Punto.

Preocupa que gente que vive de ejercer su libertad de expresión en los medios confunda con inconformidad, crisis o complot cualquier mensaje libremente dicho por un actor relacionado con el sector público. Lo dijeron de las columnas de Gutiérrez Canet, lo dicen ahora de un discurso del general Gaytán.

Creo que pronto veremos al general Gaytán decir que es leal al ejército y a las instituciones del Estado, sobre todo a la presidencia de México, y que dijo lo que dijo porque es legal hablar como a uno se le pegue la gana, algo que, por cierto, si no se acompaña de otras acciones —en el este caso no las ha habido y pienso que no las habrá— no significa nada más que eso.