Si el 'sicario' concienzudo (asesino asalariado) quisiera cumplir su misión etimológicamente como es debido, … tendría que escoger una sica (piñal en latín) bien afilada.<br>

Philippe Vicente (etimologias.dechile.net)

Hace años, cuando la violencia llegó a las calles de la capital de Nuevo León, sus habitantes suplicábamos apoyo esgrimiendo un argumento: “Si se pierde Monterrey, se pierde México”. Por lo tanto, para evitar la ruina del país, tenía que ser prioridad para el gobierno federal y las fuerzas armadas nacionales el rescate de la Sultana del Norte.

Fue una época de terror para los regiomontanos, que sin embargo teníamos un motivo para el optimismo: el crimen organizado jamás se atreverá a atentar intentar desestabilizar la capital de la nación. Veíamos blindada a la Ciudad de México porque que esta es la sede del ejército, de la marina armada, de la guardia nacional —antes del cuerpos policiacos federales.

Que el crimen organizado aterrorizara Guadalajara, Tijuana, Culiacán, Ciudad Juárez, Morelia, etcétera, era algo sin duda terrible, pero nos quedaba a los mexicanos el consuelo de que en el centro de los poderes políticos y militares ello jamás ocurriría.

Tristemente, ya ocurrió. El atentado en las Lomas de Chapultepec contra el secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, aparentemente ordenado y por la cúpula del Cartel Jalisco Nueva Generación —y ejecutado por unos 30 de sus sicarios—, significa que el país entero está en riesgo.

Comparto la tesis de la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum, y del presidente Andrés Manuel López Obrador: ataques desesperados del crimen organizado como el de la mañana del viernes en las Lomas de Chapultepec, se dan porque las administraciones capitalina y federal están dando la espalda a la tradicional complicidad entre políticos y mafiosos y están pagando el costo de hacer, al fin, las cosas correctamente, con base en las leyes y ya no en la connivencia que ha caracterizado las relaciones del narco con el sector público.

Pero lo anterior no basta para resolver el problema. Se tendrá que hacer mucho más para que no se pierda la Ciudad de México y, con esta, el país entero. Cualquier estrategia que se siga tendrá que partir del bien más escaso en nuestra sociedad en este momento: la solidaridad, las ganas de trabajar juntos, la unidad, el compañerismo.

No debemos —tristemente sí podemos— seguir politizándolo todo. Hay un gobierno democráticamente electo, es al que le corresponde tomar las decisiones y aplicar las medidas que se necesiten para pacificar a México. Ni sus simpatizantes ni sus enemigos tienen derecho a seguir profundizando las divisiones que solo van a complicar las cosas.

Entiendo que John Ackerman, académico cercano a la 4T, esté muy molesto con los medios de comunicación porque fue injustamente tratado —lo mismo que su esposa, Irma Eréndira Sandoval, titular de la Función Pública—, inclusive se le calumnió en un reportaje reciente de Carlos Loret de Mola. Era mentira lo publicado por este periodista, pero la difundió y muchos de sus colegas, aun sabiendo que era una falsedad, la hicieron circular simple y sencillamente para ver si dañaban el prestigio del gobierno del presidente AMLO.

Lo anterior no justifica que un tuit el señor Ackerman afirme que “los sicarios del narco son la contracara del sicariato mediático”. No es así, claro que no.

Sí existe, en mi opinión, un numeroso grupo de comentócratas en los medios de comunicación decididos a acabar con la reputación de Andrés Manuel. Los conocemos: Riva Palacio, Hiriart, Loret, De Mauleón, Aguilar Camín, Castañeda, Martín Moreno, Pardinas, Zuckermann, Marín, Schettino, etcétera. Se expresan con absoluta libertad en todos los medios tradicionales y en los de internet, y esto es muy positivo: ya no existe la censura en México. Pero sicarios no son. Se han excedido, sin duda, en sus artículos, reportajes y columnas en los diarios de papel y digitales, en sus entrevistas y opiniones que dan en radio y TV, sobre todo en las redes sociales. Pero inclusive los peores no han ido más allá de la calumnia barata, como una reciente de Loret que acusó al gobierno de López Obrador de haber condonado impuestos a uno de sus aliados, Epigmenio Ibarra. Esto es falso, el periodista lo sabe, ¿por qué lo publica? Porque quiere y puede, porque se le pega la gana y ya. Es decir, porque no se aprecia el valor inmenso de gozar por primera vez de plena libertad de expresión y, en vez de usarla con responsabilidad, se abusa de la misma.

Lo ideal sería que mientras los equipos de Sheinbaum y López Obrador trabajan en la pacificación del país y su ciudad capital, los comentócratas, tanto los partidarios de la 4T como sus rivales, pactemos una tregua. No más ataques, ni sola mentira añadida a las tantas que se han dicho, reducir el ruido a su mínima expresión. De ninguna manera estoy sugiriendo abandonar las actitudes críticas. Solo pido que ya nos tranquilicemos y que todos, unidos ya, colaboremos con los gobiernos que elegimos y son los que tienen la responsabilidad de encontrar la salida al laberinto.