Desde que conozco a López Obrador, las encuestas han sido su principal aliado y su más grande enemigo.

Las encuestas serias invariablemente lo han evaluado en forma positiva.

Las encuestas cuchareadas siempre han sido usadas para golpearlo.

Cuando yo era director de Milenio, poco antes del desafuero, recibí una llamada del entonces presidente Vicente Fox. Lo he contado antes. A su lado estaba, me dijo, Marta Sahagún. Hicimos algunos chistes acerca de la popularidad de su esposa… y también de la de Andrés Manuel. Hasta ahí, una platica normal, más o menos agradable. Enseguida Fox me sugirió —no entendí si en serio o en broma— que la encuestadora María de las Heras, que trabajaba en ese periódico, hiciera una encuesta solo poniendo a competir a Marta y a AMLO. 

La verdad de las cosas, el asunto me pareció interesante y se lo planteé a María. Esta brillante mujer, que en paz descanse, me dijo que no valía la pena: “López Obrador va a derrotar fácilmente a Sahagún”. Insistí y la convencí de hacer el ejercicio, que en mi opinión iba a llamar la atención de los lectores. La señora De las Heras lo hizo y, en efecto, Andrés Manuel era mucho más popular que Marta.

En todas las otras encuestas publicadas en aquella época —las de Milenio y las del resto de los medios de comunicación—, el tabasqueño era el político mejor evaluado de nuestro país. De ahí la idea de quitarle el fuero y, al mismo tiempo, golpearle su imagen con campañas de difamación como las de los videoescándalos. Como no lo iban a poder derrotar en las elecciones presidenciales de 2006, había que desprestigiarlo e impedirle legalmente participar en la contienda.

Superado el desafuero por la presión de la gente, Andrés se presentó a las elecciones de 2006. Los golpes en su contra, en vez de restarle popularidad se la incrementaron. Ya en campaña, la guerra sucia —“López Obrador, un peligro para México”— se presentó acompañada de encuestas arregladas. Recuerdo sobre todo las de GEA/ISA. Sus números eran falsos, pero mostraban una caída —artificial, hay que subrayarlo— en las preferencias del candidato de izquierda. Esto sirvió para justificar el fraude electoral.

En 2012 GEA/ISA volvió a la carga con una encuesta diaria que terminó por quitarle toda credibilidad a esa empresa. En 2018 hubo encuestas que, al principio del proceso electoral, trataron de acercar al panista Ricardo Anaya con Andrés Manuel. No insistieron porque la enorme fuerza de AMLO el año pasado resultó imposible de vencer por la derecha. Intentaron las campañas de desprestigio —como el documental sobre el populismo—, pero de nada sirvieron.

Andrés gobierna México desde hace un año y su popularidad se ha mantenido en niveles elevados. Ello significa que ha gobernado bien y que la gente lo sabe. Pero hay grupos de poder inconformes por las decisiones de la 4T. Mencionaré solo a un sector afectado por la austeridad de la administración encabezada por AMLO: los medios de comunicación.

Las cosas como son: a quienes dirigimos empresas mediáticas, del tipo que sea, nos ha ido peor con el actual gobierno que con los anteriores. Más allá de juicios excesivos expresados por simpatizantes de la 4T, lo cierto es que ha disminuido en forma notable el gasto del gobierno en publicidad. Resistirán los medios que pertenezcan a grandes corporativos empresariales (Milenio, Excélsior, TV Azteca); que vivan de la publicidad privada (Televisa, Radio Fórmula, Reforma); que estén naciendo con una idea de negocios bien estructurada y con suficientes recursos de inicio para aguantar el parto (El Heraldo); que hayan resistido siempre por su autoridad moral (Proceso, La Jornada) o que tengan estructuras tan pequeñas que no sea complicado financiarlas con publicidad de las empresas (SDP Noticias, El Deforma).

No resistirán medios enormes erario-dependientes, como El Universal. Es la explicación que encuentro a la encuesta de hoy en el diario de Juan Francisco Ealy Ortiz, que registra una caída de 10 puntos en la aprobación e Andrés Manuel, lo que no coincide con los números que genera cada semana SDP Noticias. 

Una pena que encuestadoras con fallas metodológicas no resueltas (México Elige, difundida por Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula) o que casas de encuestas con intereses muy fuertes (como la de Roy Campos que publica El Economista), se estén prestando al juego del cuchareo.

Creo que por ahí no debería ir la cosa. Las malas encuestas no llevarán a un cambio en la política de comunicación de la 4T. No tienen tal influencia en el ánimo de Andrés Manuel. Pero las estadísticas falsas sí pueden usarse para cosas lamentables, tal como se ha hecho en el pasado. En 2006 se usaron para justificar el fraude. ¿En la actualidad qué atrocidad política buscan justificar?