Hay personas honestas, muy honestas, extraordinariamente honestas y Alejandro Esquer. El secretario particular de Andrés Manuel López Obrador es un hombre bueno, decente, trabajador, de principios. Un ser humano que merece la mayor admiración. Pero hoy, tristemente, es víctima de una canallada.

El diario Reforma ha agredido a la hija del señor Esquer simple y sencillamente porque ella trabaja. Solo por eso. Su empleo no depende de su padre, sino de otra persona. No hay, entonces, ningún problema. Ni siquiera es un hecho que el gobierno haya tratado de mantener oculto. Tampoco es una novedad: era algo conocido. ¿Por qué, entonces, el golpe bajo de ese periódico? ¿Qué se busca? ¿En serio de lo que se trata es de desprestigiar por desprestigiar?

Desde luego, no pasará nada porque, la verdad sea dicha, el asunto no tiene nada de indebido. Todo lo contrario, Carmelina Esquer es una mujer preparada, calificada de sobra para el puesto que desempeña en Pemex.

Lo preocupante no es el caso, ya que no hay ningún caso a investigar. Lo que indigna es la mala fe, las ganas de dañar, la corrupción del periodismo transformado en arma de ataque político. No se vale.

La dirección de Reforma tendría que disculparse con la familia Esquer. No ocurrirá, lo sé, pero es un imperativo ético exigir que rectifique. Ya será problema de los editores de ese diario mantenerse en la inmoralidad.