Públicamente, antes que periodista, Víctor Trujillo es un actor; y aún más reducido: un comediante. Uno de sus personajes más conocidos y festejados es Brozo, un payaso. Pero es un payaso en labores de periodista que ha tenido importante presencia por años en los medios, ha contado con fuertes recursos económicos para ejercer su profesión y ha influido en consecuencia en la opinión pública. Entonces, ¿comediante o periodista? ¿Cómo analizar su actuación frente a los medios, frente al público? Tiene que ser como un periodista travestido de payaso.

Esto viene a cuento por la agresión que Trujillo, disfrazado, acaba de hacer a los votantes y simpatizantes del proyecto y el programa de la presidencia de la república encabezada por López Obrador. 

Desconozco si a Trujillo le ha afectado el recorte del presupuesto del gobierno federal para difusión en los medios (es decir, si era beneficiario de una “beca chayotera”), lo cierto es que, frente a “la mañanera”, el rating de “El mañanero”, su programa periodístico, ha caído; como el de todos los periodistas que coinciden con la conferencia matutina desde Palacio Nacional. Y claro, esto no les ha de gustar mucho. 

Y a los periodistas radiofónicos o televisivos matutinos no sólo les molesta competir con el presidente que tiene mucho público en directo y en repeticiones posteriores y en una gran variedad de medios y canales por las redes, también les irrita tener que tragarse todos los días el estilo y la presencia de López Obrador, como a la mayoría de sus adversarios (me parece que debiera de bastar con 2 o 3 conferencias por semana si no ahora, a partir de junio o julio, digamos). Esto es ya un elemento inicial de discordia; ¡y si además han sido afectados en sus privilegios del pasado!

Se desconoce de fondo la razón de la ira de Trujillo contra los simpatizantes, votantes, apoyadores, seguidores de López Obrador; sólo él la sabe. Porque no basta con decir que la irreverencia es su estilo. De hecho, es más que irreverencia, es insulto, doble sentido, biología, machismo. Acaso esté bien para un payaso; ¿lo está para un periodista aunque se disfrace de payaso?

Sus defensores señalan que siempre ha sido así desde el inicio del personaje. Y en este siglo, con todos, con Fox, Calderón y Peña, y que se le festejaba. Hay dos diferencias, 1. Estos señores no tenían gran respaldo popular (excepto Fox al principio), no tenían quienes los “defendieran” contra ataques; estaban distantes de la sociedad. Y antes de Peña, las redes sociales no eran tan sólidas y activas como ahora. 2. Que se recuerde, Trujillo jamás agredió a los seguidores de alguno de estos políticos como ha hecho ahora. 

Que siempre ha llamado “perrada” a la gente, cierto; parejo con todos, aunque me parezca canallesco e impropio de parte de un periodista así use roja nariz de goma y verde peluca rizada. Sería interesante que alguno de sus defensores muestre la evidencia de haber escuchado en contra de los simpatizantes del PRIAN un insulto como este:

“Como quieren llegarle a la perrada, al pueblo, a la masa y la masa es corriente y es ignorante y no exige porque no conoce, entonces le puedes vender una mierda”. El trato de perrada, masa corriente, ignorante, que le puedes vender mierda (es decir para su consumo, que comen mierda), es injustificable.

¿Dónde justifica un periodista como “libertad de expresión” el insulto canalla? ¿Cómo descalificar a una reacción masiva contra sus insultos como coartación de esa libertad? Tan la ha ejercido que ha dicho lo que ha querido aun violentando el mínimo respeto por la gente. ¿Cómo justificar la defensa que colegas periodistas suyos han hecho de estos insultos como sinónimo de libertad de expresión? De periodistas y políticos adversarios a López Obrador.

Pero suponiendo que sea válido el insulto como parte de la libertad de expresión, ¿no tiene entonces el público igual derecho de reaccionar y reclamar y también insultar a quien lo ha insultado? Porque la reacción social, sobre todo en las redes, contra Trujillo no podía ser más natural. Es lógico, obvio que habría una reacción. No sólo por la ofensa de las palabras del periodista disfrazado de mamarracho, también porque los ofendidos y tratados de ignorantes eligieron abrumadoramente una opción de gobierno el primero de julio de 2018 y continúan ratificándolo a poco menos de seis meses de gobierno. Rechazan el insulto y defienden su elección. Claro, los adversarios del gobierno señalan como responsable de esa reacción al presidente; muy elemental, por eso no funciona, no son creíbles. 

Y eso no fue todo. Trujillo acusó al reportero Carlos Pozos, conocido como “Lord Molécula”, de hacer un complot autorizado por la presidencia para cederle la palabra, en su oportunidad de preguntar, al periodista peruano Ricardo Belmont, de visita en México y “que ‘casualmente’ le está besando los huevos a Andrés Manuel” (ya fue desmentido por Pozos). Pero fue más canalla todavía, se burló del aspecto físico del reportero (“es uno de los locos Adams; del elenco fijo de gente que tiene papel de reportero”; “el del bigotito que parece recortado como a propósito, prrr”; como si Trujillo se caracterizara por el buen gusto fisonómico), insultó a otros dos en particular y en general a los periodistas que acuden a la conferencia matutina acusándolos de participar en un montaje pre producido (“nunca serán los mejores”). De hecho, sostuvo que tiene una “lista de producción de ese programa” (el de la conferencia) lo cual significaría que el presidente y su coordinador de Comunicación Social, Jesús Ramírez, son los autores de semejante montaje. Tendría que presentar las pruebas. Y esta debiera ser la frase del presente gobierno y el de la sociedad: El que tenga pruebas de irregularidades, de corrupción, que las presente. 

Después de la respuesta, de la reacción social contra el periodista payaso, este se dijo acosado por las “hordas inquisidoras del ‘gansoficio’”, agredido en su derecho a insultar. Pero contrario a lo que opina, no se ve entre los que se opusieron en el pasado al poder del PRIAN una defensa ciega e ignorante al nuevo poder: es una defensa del proyecto por el que votó abrumadoramente y en el cual cree. Se trata de un apoyo crítico y a veces de un crítico apoyo. Y aunque admite críticas, no tolerará insultos. Naturalmente, Trujillo ha recibido la solidaridad de quienes no ven en ese insulto sino su estilo y su derecho a la libertad de expresión, ¡vaya!

Si Víctor Trujillo se considera o lo consideran periodista, no tiene derecho a insultar y burlarse de los votantes mexicanos; miles de ellos han sido parte de su audiencia. Como payaso quizá todo le sea permisible, pero asimismo se expone a una respuesta en consonancia con el insulto. La violencia siempre genera más violencia. ¿Esto qué tiene que ver con la libertad de expresión?, pregunto de nuevo a sus defensores. Así que no mames, Brozo.