¿Recuerda usted la inverosímil historia de un expolítico mexicano que después de varios años de estar encarcelado fue liberado de prisión para, minutos después, ser aprehendido de nueva cuenta? Independientemente de cuál sea su respuesta, permítame refrescarle un poco la memoria, echando un breve clavado a esta increíble historia llena de venganza política e irregularidades.

Por allá de 1990, Mario Villanueva fue elegido Presidente Municipal de Benito Juárez, en la ahora cosmopolita ciudad de Cancún. Ya para 1991 fue elegido para postularse por su partido político de ese entonces (el Partido Revolucionario Institucional) para senador y posteriormente electo como titular del mismo puesto por Quintana Roo. Es así como poco a poco fue ascendiendo de la mano del PRI en su carrera política, hasta que fue postulado como candidato a Gobernador de Quintana Roo y posteriormente electo en 1993. Estas elecciones fueron muy concurridas en ese entonces, ya que con más del 90% del electorado, Villanueva consiguió la victoria. A partir de aquí, el mandatario comenzó a suscitar envidias y rivalidades en la arena política, mismas que años después desencadenarían su polémica detención e inmediata aprehensión, hasta la fecha vigente.

En marzo de 1999, dejó el poder tras dar a conocer su último informe de gobierno como gobernador de la entidad, pocos meses antes de que concluyera su mandato debido a diversas acusaciones en su contra por la supuesta protección local y federal que le había otorgado al Cártel de Juárez para el traslado de cocaína, desde Colombia hasta los Estados Unidos, haciendo uso del Aeropuerto Internacional de Cancún. A pesar de haber intentado ampararse ante la ley, se iniciaría el llamado “Maxiproceso” en contra del también ingeniero, mismo que involucró a distintas personas relacionadas con aquel grupo delictivo, en ese entonces encabezado por el poderoso capo, Amado Carrillo Fuentes, mejor conocido como “El señor de los cielos”.

De esta forma, el 24 de mayo del 2001, Villanueva Madrid fue formalmente detenido y encarcelado en el penal de máxima seguridad de “La Palma”, hoy conocido como el penal del “Antiplano”, ubicado en Almoloya de Juárez, en el Estado de México. A lo largo de su proceso penal, un total de 26 testigos protegidos sin rostro, sin nombres y sin apellidos lo involucraron con el Cártel de Juárez, entre estos se incluyen a tres que en ese momento se encontraban detenidos en los Estados Unidos y que rindieron sus respectivas declaraciones ante juzgados de ese mismo país hasta agosto del 2007: “Uno de esos testimonios señalaba que el principal operador de Amado Carrillo, Ramón Alcides Magaña, alias “El Metro”, supuestamente entregaba sobornos de hasta 500 mil dólares a policías y funcionarios de Quintana Roo que les permitían pasar cada cargamento de cocaína, incluyendo al propio Mario Villanueva” (MVS, 10/V/10). Con lo anteriormente dicho no pretendo poner en duda la veracidad de las declaraciones de los -testigos anónimos- (si es que así se les puede llamar), sólo digo que ojalá y con ese mismo rigor se protegiera la identidad de cualquier testigo en este país que ante la gravedad de sus declaraciones, pudiera correr algún riesgo de sufrir represalias provenientes de la parte acusadora.

Así, en el tiempo que el exgobernador era procesado en México por los delitos de lavado de dinero y daños contra la salud, sus abogados iniciaron un arduo proceso legal para tratar de impedir su extradición. Para el año de 2007, luego de que lo absolvieran de algunos ilícitos catalogados como graves y que se le redujeran las penas por las acusaciones que se le imputaban en México, Mario Villanueva logró dejar el penal del Altiplano para muy poco tiempo después ser polémicamente recapturado y posteriormente trasladado al Reclusorio Norte esa misma noche, debido a otra orden de aprehensión, ahora con fines de extradición que había solicitado el gobierno del país vecino ante la Cancillería Mexicana.  

Es hasta este momento cuando se sepulta toda esperanza de que Villanueva recupere su libertad, ya que tribunales federales le impusieron una nueva condena con una duración de 28 años, pese a una serie de apelaciones presentadas por la Procuraduría General de la República (PGR), ahora por lavado de dinero y delitos contra la salud, entre otros ilícitos. Ante la situación, la defensa de Villanueva Madrid trabajó en diversos amparos en contra del proceso de extradición, argumentando inconstitucionalidad en el mismo, pese a esto, fue entregado a las autoridades estadounidenses para enfrentar las acusaciones que se le imputan: asociación delictuosa y narcotráfico.

Pero la vida da muchas vueltas y en ocasiones llega a dar cachetadas con guante blanco de quien menos se espera, como en esta ocasión con el exgobernador respecto a la remota posibilidad de un indulto por parte de Andrés Manuel López Obrador, ya que en una de sus conferencias matutinas sostuvo que considerará la opción de que durante su gestión como presidente se realicen los trámites para que se le pueda conceder a Villanueva Madrid la prisión domiciliaria. Primeramente, se manejó la opción de que fuera antes de que terminara el año 2019, pero hace unos días se descartó, por lo tanto, habrá que esperar qué le depara al ingeniero respecto a la esperanza de quedar en libertad otra vez: “Queremos que los que están injustamente en la cárcel puedan salir, si podemos si, antes de que finalice el año, pero también, hay que hacer trámites” (ReporteÍndigo, 24/XII/19).

Y digo cachetadas con guante blanco porque ahora el jefe del Ejecutivo Federal, completamente ajeno a los intereses priistas, puede hacer posible su liberación como parte de los objetivos que trae consigo la tan criticada Ley de Amnistía. ¿Recuerda la sucia campaña que tanto el PRI como el PAN emprendieron en contra de esta? Pero principalmente, ¿Recuerda cómo el PRI le dio la espalda en los momentos que más necesitaba apoyarlo? A ver si los familiares del todavía preso exgobernador logran hacerse escuchar en su lucha por la justicia, que, para desgracia de Villanueva, se convirtió en su peor calvario en vida como chivo expiatorio de una dolorosa estrategia política.