Admiro a Enrique Peña Nieto, porque sin duda es un hombre emprendedor. Cuánta gente con su nivel intelectual se ha quedado hundida en la pobreza y en la mediocridad. Nuestro Presidente no es brillante, ni mucho menos, pero tiene lo que a muchos les falta: agallas. Otros como él ni siquiera les pasa por la mente ser líderes de su colonia, o de su trabajo, o de su propia familia. Se dan de topes porque no saben ni cómo empezar un camino con certeza.  Nuestro Presidente tiene agallas porque le valió madres lo que pensaran de él. Se puso en el horizonte una meta y pasó por encima de todos. Reventó a cuanto mamila se encontró a su paso.

Se trata de alguien que dando tumbos sacó la universidad y como pudo sacó una maestría. Su fortaleza no está en las aulas, sino en terreno social. En el bisne con la gente. Sabe reconocer a las personas que le van a ayudar, y a esos se los come de un bocado. Primero, supo identificar que su primer paso estaba en la política regional del Estado de México, y luego identificó lo más interesante: que podía llegar muy lejos. Eso no cualquiera.

Peña Nieto no es un ratón de biblioteca. Conozco mucha gente chingonsísima que no saca nueves y dieces en la escuela.

La gran pedagogía no siempre está en el tradicional salón de clases.

Peña Nieto tiene la formación de la mayoría de la gente de Acambay, que sin duda es limitada; pero en su caso tuvo la visión de un emprendedor con arrojo. Sabía que no era bueno para la escuela pero sabía que podía ser Presidente. Vaya alcances.

Mucha gente que lo acompañó en sus inicios se quedó en la comodidad regional, o en la comodidad de sus capacidades menguadas. Habrán pensado: este güey no tardará en regresar, derrotado.

Al Presidente se le acusa de que plagió sus tesis, pero ese hecho más bien demuestra que él no iba a ser un estudiante esmerado, sino un líder a como diera lugar.

Los requisitos para titularse le venían guangos. Él lo que quería era salir y madrugarse a sus rivales políticos. A sus amigos, entonces, los tenía que apapachar.

Su lugar estaba en la grilla.

Peña Nieto debe defender que una persona que no es brillante puede llegar muy lejos.

El problema no es que tenga debilidades, sino que las reconozca y defienda sus atributos

Se trata de un líder de medio pelo que tuvo la grandeza de ver el camino a seguir. Y se volvió ejemplo de los derrotados.

Peña Nieto debería ser la inspiración de los que no se atreven a salir de su reducido mundo.       

El señor puede que sea uno de los presidentes con la preparación académica más baja, pero en sus limitaciones lleva sus fortalezas.

El gran Carlos Salinas, el gran estudiante, ahora padece el mayor descrédito.

El lugar de Peña Nieto está en el trabajo incansable.

No es fácil manipular a tanta gente al mismo tiempo. Se requiere el tono, la vibra, la maña adecuada.

Un chingón para la escuela puede ser un imbécil para el territorio electoral.

Se requieren habilidades particulares.

Peña Nieto tiene un perfil parecido al del Púas Olivares: luchón para cumplir sus objetivos.

Los dos nacieron para destacar en la actividad que eligieron. Al púgil le gustaron los madrazos y fue un ídolo de multitudes. Igual pudo haber sido un ingeniero muy chingón. O un buen Presidente.

Saber lo que uno quiere hacer en la vida no es cosa menor. Y si ya lo has identificado, liderar un proyecto no es nada sencillo.

En ese sentido, vaya empresa que decidió consolidar Peña Nieto, la de conducir un país entero.

Me consta que se hizo desde abajo. Anduvo convenciendo a la gente de rancho de su proyecto político. Y como pudo lo logró. Fue un burócrata de bajo perfil, un secretario particular de un director.

De una diputación se hizo de la coordinación de bancada, y después se hizo de todo el Congreso mexiquense. Nadie apostaba por él, y sorprendió a todos cuando lo destaparon como candidato al jugoso gobierno mexiquense. Después armó una campaña mediática que le alcanzó para cumplir su sueño. Nunca se me va a olvidar su cara de felicidad el día que tomó posesión, como si no se la creyera que de ser un político de bajo monto hubiera llegado hasta arriba. A la vez, era la felicidad de quien ha sido vilipendiado y que al final demuestra que sí se puede cumplir un objetivo más que ambicioso.

Lo que quiero destacar es la actitud ante la vida de una persona como él.

Estoy de acuerdo que su déficit intelectual impacta en la conducción de un país.

Estoy de acuerdo que él no reunía los atributos para ser Presidente. Porque para ese cargo se requiere al mejor entre su especie. Pero ese no es el tema que quiero tratar, pues la mejor decisión es difícil que salga de la boca de millones de personas. El consenso para que la mejor persona sea Presidente es prácticamente imposible. Están en juego demasiados intereses.

Veamos el caso Donald Trump, que puede ser el hombre más poderoso del mundo de la mano de una mayoría que se manifiesta a favor del racismo y que vive en la paranoia.

Por supuesto que yo no voté por Peña Nieto, porque a leguas se veía que le faltaban cualidades para dirigir un país.

Pero, más bien, hablo es de que con muy poco, pudo hacer mucho. Y esa es una labor titánica. Es digna de admiración.

En sus debilidades está la razón de que sea un Presidente esquivo, con poca personalidad. Su gobierno ha tenido grandes logros y no lo ha sabido capitalizar. ¿Saben por qué? Porque no se nota un liderazgo. Se percibe una presidencia artificial, usurpada por varios personajes del gabinete y con un Presidente sin luz.

Creo que el Presidente tiene que hacer lo siguiente: mostrarse tal como es.

Debe escribir el guión de sus dos últimos años.

Debe explicarle a la gente, de forma implícita, lo que he escrito en párrafos anteriores: que es un personaje que tiene muchas limitaciones, pero también grandes atributos. El tipo no es un mal orador, lo que sucede es que no sabe qué hacer en situaciones difíciles. Repito: debe escribir un guion donde subraye los errores que ha tenido y las soluciones.

Y debe hacer otra cosa:

Debe sentarse ante un sparring implacable, que lo cuestione y le enseñe el arte de la defensa y el ataque.

Sus negativos son muy altos. Es más probable que pueda contrarrestarlos que incrementarlos.

Vamos, debe sentirse orgulloso de lo que ha logrado como persona.

Ese orgullo lo debe transpirar.

En el guión del que hablo debe destacar un sujeto llamado Enrique Peña Nieto.

En un gran texto de Alejandro Páez Varela, el periodista pide al gabinete que le ayude al Presidente.

Y pienso lo mismo: ¿no hay nadie en el gabinete que le diga que no tiene por qué esconderse, cuando debería ser un mexicano orgulloso de su trayectoria?