En las últimas semanas ha trascendido un supuesto memorándum del presidente de la Nación a servidores públicos e integrantes de los órganos reguladores del sector energético, supuestamente elaborado el 22 de julio pasado en palacio nacional. (Cito entre comillas algunos fragmentos).

A manera de exposición de motivos o justificando la razón de su existencia, comienza con una arenga, con un discurso anacrónico, llamando a “recuperar el pleno dominio de la industria petrolera y eléctrica”. No estaría tan fuera de lugar en una revista de divulgación ideológica de un partido político, pero definitivamente no corresponde a un instrumento de comunicación intragubernamental.

Sin perder oportunidad de revivir el discurso campañero añejo, de acusar, a todas las pasadas administraciones neoliberales, de actuar en “una política de pillaje”, situación que tiene buena parte de razón y ha quedado evidenciado en asuntos recientes, el supuesto memorándum se pierde en los excesos ideológicos llamándolos “neoporfiristas” y sin importar de que se trata de un documento oficial, no puede contener la emoción y euforia y califica como una “engañifa” toda la reforma energética vigente, así, en ese sectarismo feroz de buenos y malos, sin matices y sin reconocer ningún aspecto positivo.

Continuando en ese mismo tono, instruye puntualmente a los funcionarios a quienes va dirigida la misiva, a avanzar “hasta el límite que permita el actual marco jurídico” y de ser necesario “llevar a cabo una reforma constitucional, para garantizar el principio del dominio de la nación sobre sus recursos naturales”.

Claro, no sin antes tomar brios del respaldo heroico que toma prestado de figuras como el General Lázaro Cárdenas del Río y Adolfo López Mateos, a quienes cita en el comunicado como faros inequívocos de estos “lineamientos básicos de la nueva política energética que la 4t aplicará en beneficio del pueblo y la nación”.

Y termina con una afirmación temeraria: “No permitir que la Comisión Reguladora de Energía, el Centro Nacional de Control de Energía y a la Comisión Nacional de hidrocarburos y otros organismos, supuestamente autónomos, terminen como instrumentos a modo, de simulación, serviles en benéficos del sector privado y en perjuicio del patrimonio nacional”.

Vámonos por partes:

1. Se trata (o debería de tratarse), según la definición de memorandum, de un documento o comunicación escrita de carácter oficial o protocolario que utilizan las autoridades. Su función es relacionar a los órganos administrativos de mayor jerarquía. Pero en esta ocasión no se está comunicando con sus inferiores jerárquicos, Da instrucciones precisas a la CRE, el CENACE, la CNH. Organismos con un origen autónomos, descentralizados o independientes pensados así para equilibrar poderes y la guía y toma de decisiones de la república.

2. Insiste en este discurso de odio feroz contra la energía, contra toda lógica ambiental, validez jurídica, visión económica e inercia mundial. Muestra cerrilidad en sus comentarios. Sus asesores y quienes están al frente de las instituciones del sector no le ayudan aconsejándolo de pelear contra la ilustración. El rencor y la vileza que proyectan sus altos funcionarios contra la iniciativa privada, nacional o extranjera, lo dejan muy mal parado y lo exhiben.

3. Nadie está justificando o exculpando a las pasadas administraciones. Si alguien actuó fuera de la ley o tuvo beneficios indebidos al amparo del poder, que los detengan, que los juzguen y los castiguen. Pero cuidado con equivocarse de adversario, la IP no es el enemigo y mucho es lo que está en juego: Inversiones, empleos, desarrollo, suficiencia energética, tratados internacionales. Bien vale la pena estudiar a fondo el asunto antes de tronar bombas mediáticas. La ignorancia técnica y jurídica que han demostrado sus funcionarios en la materia, (ya la SCJN les ha enmendado la plana en varios intentos) y los resabios revanchistas y ajustes de cuentas contra la iniciativa privada sin matices, no ayudan al Presidente.

4. La reflexión final es para que no pierdan la ocasión del paso por la historia y la oportunidad de trascender. Sería ridículo pasar del discurso de “venimos los que vamos a cambiarlo todo” al de “venimos y lo descompusimos todo”.