El 1 de julio entra en vigor el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T-MEC, como lo bautizó el presidente López Obrador), que el gobierno federal considera será el pivote de la recuperación y el crecimiento económico nacional.

Se ha intentado generar la percepción de que, a partir del miércoles el estancamiento de 2019 y la negativa para establecer una estrategia que respaldara a la estructura productiva y laboral del país frente a los efectos de la pandemia del coronavirus, se resolverán casi de manera automática, por lo que hay que rendir pleitesía al presidente Donald Trump que, por si fuera poco, promovió el envío de respiradores para enfrentar la enfermedad del COVID-19.

La realidad es otra y está muy alejada de lo que dice la propaganda oficial.

Sin negar la importancia del acuerdo económico que sustituye al TLCAN porque, entre otros asuntos, compromete a consolidar espacios de certidumbre jurídica para la inversión privada especialmente del extranjero, que es muy importante luego de la cancelación del Aeropuerto de Texcoco, la cervecera en Tijuana o los arbitrarios cambios de reglas para el sector energético, la vigencia del T-MEC arrastra varios temas esenciales que pueden afectar el bienestar y el progreso de México.

Por ejemplo, preocupa que el Senado de la República, con mayoría morenista, se abstuviera de legislar sobre la Ley de Protección a la Innovación Industrial que limita a los medicamentos, la Ley de la Infraestructura de la Calidad y Ley de los Impuestos Generales de Importación y Exportación, además de las reformas al Código Penal Federal en materia de grabación sin autorización de obras cinematográficas y la correspondiente a la Ley Federal de Derechos Autor, sobre protección de la propiedad en el ámbito digital.

Con ello, también se dejó pendiente el Acuerdo de Cooperación Ambiental entre los tres países y que se negoció de manera paralela al T-MEC.

Además, está pendiente la Ley sobre Variedades Vegetales, esencial para la producción agropecuaria y la legalidad en la tenencia de la tierra solo se manoseó en la Cámara de Diputados, en donde el grupo mayoritario pospuso su reforma dizque “para construir los consensos necesarios”.

Por si fuera poco, hasta el momento de la entrega de este material, Morena tampoco había cedido en la necesidad de modificar la Ley para la Protección de la Innovación Industrial para que no se extienda de los 20 años actuales la vigencia de las patentes de medicamentos a los 28 que pretende la industria estadounidense , porque se impediría producir en México fármacos genéricos que son de costo muy inferior y más accesibles para la mayoría de los mexicanos, además de que esa medida aniquila a las empresas farmacéuticas nacionales con todas las consecuencias en términos de empleo, desarrollo tecnológico y atención a la salud.

El desinterés gubernamental y político por establecer un marco normativo favorable para el tratado trinacional simplemente arraigará la dependencia económica de México respecto de Estados Unidos, de donde provienen más del 80 por ciento de nuestros ingresos.

Como pretexto de este abandono se puso a la cuarentena impuesta por el coronavirus, como si la tecnología no hubiera demostrado que es capaz de resolver grandes problemas sin romper la sana distancia, por lo que el periodo extraordinario de sesiones legislativas para analizar estos temas cruciales se dejó para el domingo 28, lunes 29 y martes 30, horas antes de la entrada en vigor del T-MEC.

Negligencia política e ignorancia es lo que se observa porque ha sido muy claro que nada se lleva a cabo sin la “línea presidencial”.

El T-MEC, si bien es una herramienta muy favorable, carece para México de operadores políticos suficientemente capaces de sacarle el mejor provecho para promover la transformación del país.

@lusacevedop