La inexistencia de un plan detallado sobre lo que se hará en México para enfrentar el congelamiento de la actividad económica provocada por el coronavirus ha propiciado un fenómeno de desánimo social, que tiende a magnificarse ante la incertidumbre de no contar con una estrategia precisa que permita saber cómo y con qué se enfrentarán los efectos de la pandemia, una vez que se levante la cuarentena.
Es un tema que preocupa porque en 2019 el país acumuló tres trimestres sin crecimiento económico y es indudable que el primer trimestre de 2020 arrojará también tasas negativas. Si el año pasado el crecimiento del PIB fue de 0.1 por ciento, para el año en curso las expectativas más optimistas auguran decrecimiento, con tasas que rondan entre 2 y 6 por ciento.
No se puede negar que buena parte del deterioro económico se debe a factores internacionales, principalmente por las consecuencias de la enfermedad mundial del COVID-19 y el desplome del precio de los energéticos; pero en lo interno resulta también por la suma de decisiones políticas que, al obstaculizar el flujo de inversión productiva, ha deteriorado la competitividad, el empleo y el consumo nacionales.
Ante la adversidad sanitaria que nos impuso diversos males económicos, no bastan los discursos que hablen de abundantes recursos financieros ni que la principal preocupación del gobierno es la gente.
En México, desde los años veinte y con la excepción de la crisis de 1982 en que prácticamente se “secaron” (más bien se saquearon) las arcas del país, no hay discurso gubernamental que omita alguno de esos argumentos.
Por los hechos, hace falta saber qué se va a hacer, cuáles son las prioridades y por qué, para informar cómo se repartirá la abundancia de recursos y cuáles serán las políticas públicas para resolver los problemas nacionales, sin desvincular los efectos de la crisis mundial.
Ante situaciones que rememoran a la Gran Depresión, en los inicios de esa debacle el economista John Maynard Keynes, compareció ante un grupo muy influyente del gobierno británico a los que dijo que cualquier salida a la crisis necesariamente tiene que superar a la estrechez mental de los gobernantes, junto con la de la burocracia que los rodean, y observar el panorama completo.
“Ingresamos en un círculo vicioso: no hacemos nada porque no tenemos dinero, pero es precisamente porque no hacemos nada que no tenemos dinero”, fue uno de sus argumentos que se convirtieron en uno de los soportes de su libro Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, pero también de la economía.
Los gobiernos no le hicieron caso a Keynes, cerraron sus fronteras, abandonaron a sus trabajadores, agotaron los ahorros nacionales y llegó la catástrofe con sus funestas secuelas de desempleo y pobreza.
Ante la ruina mundial, varios economistas y políticos razonables crearon el sistema multilateral que sigue vigente, al que el presidente López Obrador se acercó para implorar la apertura de mercados, aunque luego acusó que eso es parte de un neoliberalismo salvaje.
Por los acontecimientos y la falta de soluciones actuales, la sociedad tiende a perder la confianza y exige hechos que restablezcan la esperanza de sus líderes y que los gobiernos estén a la altura del desafío, en donde lo que se pide no es asumir grandes riesgos: no se trata de hacer mucho o de permanecer a la expectativa sino hacer poco, pero con sentido común.
El FMI ya sentenció "que estamos en una recesión igual o peor que la de 2009 (…) La pandemia ha llevado a la economía mundial a un declive que exigirá enorme financiación para las naciones en desarrollo" que necesitarán no menos de 2 mil 500 billones de dólares para su recuperación y entre esos países está México.
En ese entorno, tengamos En Contexto que es insuficiente mantener inamovible el entorno macroeconómico nacional basado en una política monetaria, que nos ayuda a mantener una inflación baja y estable; finanzas públicas sostenibles y un sistema financiero sólido, bien capitalizado capaz de resistir choques” externos. La realidad obliga a revisar las políticas y las prioridades.
Ante el silencio o temor gubernamental sobre el futuro inmediato, habrá que estar pendientes del próximo informe trimestral del Banxico cuando se revise el pronóstico de expansión del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, las acciones monetarias y fiscales, que nos dejen ver el panorama a mediano y largo plazo.
No podemos perder de vista que el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) si bien es importante, poco ayudarían este año si se aplicaran al pie de la letra. La incertidumbre de los mercados globales jugará un papel fundamental para la inversión, el empleo, el turismo y el consumo.
También tenemos que atender los datos de los Pre-Criterios Generales de Política Económica para 2021, que en unos días tiene que entregar la Secretaría de Hacienda al Congreso para la elaboración del Paquete económico del próximo año y que nos dejará ver si las acciones del gobierno tienen sustento.
El entorno ya cambió y la realidad nacional será muy diferente cuando se levante la cuarentena.
@lusacevedop