Ayer hIzo muy bien la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) defendiendo el despido de un empleado que exhibía un tatuaje de la cruz esvástica ante personas judías. Sin duda, se trata de frenar legalmente el discurso del odio, medida que está muy bien y yo respaldo categóricamente. Pero sin duda nazis han existido en México en las primeras esferas, desde que un pintor de quinta categoría ascendió al poder en Alemania a principios de los años treinta para provocar la Segunda Guerra Mundial.

Al margen de unas cuantas revistas clandestinas (porque no las leía nadie), del Partido Sinarquista (más influido por la ideología fascista que nazi) y de los grupos pro-hitlerianos que en los años cuarenta brotaron como hongos en México, Guadalajara y Monterrey, en nuestro país el nacionalsocialismo ha sido testimonial. Desde luego, cuando Hitler todavía estaba en el poder, la esvástica y el saludo del brazo al frente fueron adoptados por muchos mexicanos –era de esperarse– como la última moda importada de Europa.

Nazi dicen que fue de joven cierto Presidente galán de México, quien gozó incluso de una amante teutona (y tetona) que se llamó Hilda Krüger, para seducirlo junto con Ignacio de la Torre, nieto de Porfirio Díaz y uno de los primeros mirreyes mexicanos. A los dos los espió, los persuadió, intentó ganarlos para su causa y cuando perdió Hitler, los abandonó y se fue a meter a la cama de Jean Paul Getty, el Carlos Slim de los años 40.

Nazi confeso fue de joven (aunque usted no lo crea) el ilustre Andrés Henestrosa y el periodista Rubén Salazar Mallén (cuyas primeras ediciones de sus obras tengo en mi biblioteca por curiosidad historiográfica) y José Vasconcelos, “Maestro de la Juventud de América”, quien ya de viejo vinculó el nacionalsocialismo con sus alucinadas teorías de la raza cósmica. Nazi fue el director de Últimas Noticias, Miguel Ordorica, lo que no quita que haya sido un notable jefe de prensa.

Simpatizante nazi fue de joven José Pagés Llergo, fundador de Hoy, Mañana y finalmente de una revista que por puro lugar común bautizó como Siempre! Don José se convirtió por un ratito al nazismo cuando visitó Alemania como corresponsal de prensa y el Führer se dignó a saludarlo de mano, técnica persuasiva más eficaz que cualquier discurso político. Nazi a carta cabal fue el periodista y autor de best sellers Salvador Borrego, cuyos libros se imprimieron por millones, entre ellos, un manual de periodismo que no está nada mal, a pesar de tener mucha paja ideológica: Batallas metafísicas.

Los libros de Salvador fueron más leídos que aquel célebre de don Mauricio González de la Garza: Ultima llamada. A don Salvador Borrego lo conocí y siempre me cayó muy mal. Su vida fue larga porque rebasó los cien años de edad. Dirigió periódicos como el Tribuna de Monterrey, puesto ahí por otro probable nazi en sus tiempos libres que además fue general de división y magnate de los medios en México: José García Valseca (por cierto, el mayor promotor del deporte del ciclismo en nuestro país).

En Nuevo León varios empresarios ilustres profesaron la doctrina nazi, cuyas vidas será materia para otro artículo mío. Sin ocultar que en este estado, al igual que en Edomex, Jalisco, Coahuila y Tamaulipas, un grupo de políticos han querido actualizar los símbolos y normas del Tercer Reich para hacer sociedades secretas cuyas sesiones (para variar), terminan en carnes asadas y Tecates.

La diferencia entre ellos y Salazar Mallén, José Vasconcelos o José Pagés Llergo estriba en que los primeros son unos pelagatos; y los segundos se llaman Salazar Mallén, José Vasconcelos y José Pagés Llergo. Y eso les lava tantito la deshonra. Luego le seguimos con el tema.